jueves, 9 de febrero de 2017

Mi crítica de "Campi. El Unipersonal" (Teatro)




































Hola, recién puedo ver por Teatrix el estreno de hoy, el unipersonal de Campi, y la verdad es que recibí una grata sorpresa. Yo no conocía a Campi por sus imitaciones de Tato Bores o de Gasalla por la simple razón que estaban en el programa de Tinelli, y eso es algo que tengo autoprohibido para conservar mi salud mental. Así que no conocía a Campi, pero debo reconocer que es un humorista serio, que estudia las características de los personajes que va a encarnar, que tiene una mirada profunda y sagaz hacia aquellos comportamientos humanos que son tan propios del ser argentino. Y que sabe interactuar con su público sin ofender ni sobresaltar. Así se comunica con varios de sus espectadores llamándolos por su nombre y haciéndoles partícipes de sus bromas.
Dice Pinti que el humorista debe aprender a reírse ante todo de sí mismo, para poder decirle al otro "sos un boludo y lo sé porque yo soy tan boludo como vos". Que el hombre inteligente se ríe primero de todo de la desgracia personal para aprender luego a reírse de la ajena. Y dice ese gran escritor y experto en literatura universal que fue Bernardo Ezequiel Koremblit en su libro "El humor: una estética del desencanto", que el humor no nos hará felices, pero nos compensa de no serlo. Y que el humorista debe ser ante todo un "humanista", aprender la naturaleza del ser humano, sus penas y miserias, y compartirlas, antes de reírse de esa pobre criatura que es el hombre. Y dice en el prólogo de su libro: "Creo que esto es lo único que sé y lo único que vale de lo que pueda saber: que el hombre es una criatura limitada, por muy denso que sea su intelectualismo, por muy vasta que sea su cultura, por muy restallante que sea su inteligencia. Una criatura muy limitada, muy limitada, pobre criatura querida. Pero hay un único hombre que dentro de su restricta y demarcada y enjaulada limitación es capaz de saltar hacia lo prodigioso ilimitado en una pirueta de volatinero, en una cabriola de funámbulo que supera su congénita limitación: ese único hombre es el humorista".
Y Campilongo, "Campi" para su público lo sabe, y ha creado media decena de personajes que pueden dar fé cabal de lo que estoy diciendo. No se dedica a las imitaciones en este espectáculo (si bien cada personaje es una imitación de otros tantos con sus mismas características) sino a la creación y produce efecto reidero sobre su público con un libreto y una dirección que le son propias. Así desfilan "El Turco", un "tasista", ya que maneja un "tasi", que tiene mucho de canchero argentino; "Pucheta" (tal vez el personaje menos logrado), un rollinga fumeta que vive drogado; Jorge, el más entrañable y por eso más largo de los cuadros, un ignorante de clase media que cree saberlo todo sobre todo y que dice constantemente que hay que "adactarse" y que establece un rápido nexo con el espectador recordando cosas del pasado; Nacho, un enano (soberbia la presentación del personaje) de clase alta que vive en un barrio cerrado y que en su vida ha visto a un pobre, hasta que se enfrenta a uno; "Doña Beba", una vieja mala y mal hablada, que no llega a consolidarse del todo debido a la brevedad de su presentación, aunque logra buen rapport con el público; y por último, "el negro Mario", un muchacho de la clase baja desdentado y simple, obsesionado por el sexo. Se nota que Campi quiere a sus personajes, porque en todos ellos hay una capa de humanidad que los ennoblece y que los hace queribles. Es muy notable el manejo de títeres que aportan su cuota de frescura entre cambio y cambio de personajes, y termina con un gallinero en pleno entonando la música de nuestro himno.
Pero vamos por partes. El "Turco" ese ese tipo de taxista agrandado con todo lo argentino, que invita al público a decir cuál es el pájaro nacional y donde todos arriesgan, eligiendo al hornero, que es todo un ingeniero de la UBA, con un poco de adobe te levanta tres ranchos... Se llena la boca diciendo que tenemos la avenida más larga, el río más ancho, la montaña más alta de América, que inventamos la birome, el colectivo y el dulce de leche, que tenemos los cuatro climas (frío, calor... y los otros dos los sabía pero ahora no me los acuerdo) y otras costumbres más. Que la bicisenda no sirve para nada y que le dificulta el tránsito a los automovilistas y que habría que hacer una "piqueterosenda" para que no estorben con sus manifestaciones la libre circulación (lo cual tiene toda la razón del mundo). Y se anima a plantearle a la gente cuánto tarda un viaje desde Parque Patricios hasta el teatro, que él lo hizo en tres horas debido a marchas, concentraciones y arreglo de la calle Entre Ríos.
Después pasamos al menos efectivo de los personajes, "Pucheta", un drogón que vive del robo y las mil y una maniobras para conseguir droga, de una manera muy eficaz en su forma de expresarse, de hablar y de moverse, que nos recuerdan mucho a estos desagradables personajes que desgraciadamente vemos todos los días.
Viene Jorge, casado con Marta, un pelado y panzón con la campera del Mundial 78 que a pesar de todo es un optimista (un "boludo alegre" diría yo) que trata de buscarle el lado bueno a las desgracias y recuerda formas de vida pasadas, como los entretenimientos de las vacaciones en el mar, como ir a juntar almejas y cornalitos con el mediomundo al muelle. Habla sobre los cambios en los micros actuales, que tienen asientos-cama, baño, televisión y servicio de café y jugos, que antes un viaje a Mar del Plata duraba 30 días y ahora se hace en cinco horas. Nos refresca la memoria de cuando estaba Entel y había que hacer cuatro cuadras de cola al llegar a Mardel para avisar a la Capital que habían llegado bien, y que el teléfono le comía las fichas que el otro iba poniendo a la velocidad del rayo. Habla de su experiencia con los médicos (saqué turno en Pami en 1983 para que me atendieran recién ahora, tardan pero tienen buena voluntad, y me hice todos los "anális"). Es un hombre inculto, que comete mil errores al hablar (no tantos como Fidel, mi Jefe de Mantenimiento de la casa) y resulta cómico por un código en común que compartimos los cultores del lenguaje. Habla de sus dos hijos, el Tito y el Beto (el Tito es inteligente pero el Beto es más pelotudo), personajes que aparecerán en boca de otras de las criaturas de Campi.
Sigue con Nacho, un deforme golfista de la clase alta, con su mala dicción tan representativa de este estrato social y que vive en un barrio cerrado, tan cerrado que se les perdió la llave y no pudieron salir. Ahí conoce a un pobre, el que le cae simpático ya que en su vida había visto uno. "Hay que tener cuidado con los pobres, se mete uno y es como se te puede meter la humedad". Y realiza un divertido contrapunto con el público preguntándole de dónde vienen y la mayoría contesta "de La Matanza". "Estamos rodeados", acota él, "¿es una ciudad o una amenaza? Hay que tener coraje..." Todo en un tono muy jocoso y respetuoso.
Doña Beba es una vieja puteadora, a la que sus dos nietos sorprenden, Tito y Beto (Beto es el más pelotudo), ya que junta Tito yerba para venderla en su casa y gana bien, tiene la casa llena de yerba... y Beto se avivó y ahora vende azúcar impalpable y también le va muy bien... Es un personaje corto en su desarrollo pero muy aplaudido por el público (la gente adora las malas palabras y las festeja).
Y termina con "el negro Mario", un desclasado, un marginal de buenos sentimientos que sólo piensa en "ponerla", tener una novia de la tele para no tener que pagar más...
Cierra el espectáculo Campi, sin disfraz, dirigiendo la obertura del himno en un gallinero. Es un espectáculo que me sorprendió por el buen gusto, el espanto por normas consabidas y la chabacanería habitual de tantos espectáculos de teatro de riesgosa entrada...
Recuerden que pueden verlo haciendo click en "Ver obra".
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

No hay comentarios:

Publicar un comentario