domingo, 12 de febrero de 2017

Mi crítica de "Jersey Boys" (Cine-2014)

Acabo de ver esta magnífica película del amigo Clint Eastwood (del 2014) y veo que no le tiene miedo a nada, hasta se le arriesgó al musical. Por lo general los musicales de grandes directores fueron su piedra de toque del fracaso, por nombrar dos, Francis Ford Coppola con "Golpe al Corazón" y Scorsese con "New York, New York". No sé si calificarla abiertamente de musical a esta o de película con números musicales intercalados, ya que la estructura no es la del musical clásico. Hasta se le anima a la comedia en ésta. Está bien que el guión pertenece a Marshall Brickman y Rick Elice, Brickman escribió junto con Woody Allen sus más grandes éxitos ("Annie Hall", "Manhattan" y "Un Misterioso Asesinato en Manhattan") y de ahí vienen las réplicas de comedia. Pero adentrémonos a la película.
Me surgen varios interrogantes: ¿El talento puede llevar a destruirlo todo? ¿El ego desmedido puede provocar choques y rupturas aún con tus mejores compañeros? ¿Qué es la fama? ¿Cómo sobrellevar su peso sin dejarse invadir? A estas preguntas trataré de darle alguna respuesta. Ante todo debo decir que los cuatro actores que cantan en ese cuarteto llamado primero "The four lovers" y más tarde "The four seasons", pasan de un aspecto adolescente a otro de juventud y después de adultez en el que transcurren 40 años con una transformación camaleónica asombrosa. "The four season" existieron, y la película está producida por dos de ellos, los principales Frankie Valli y Bob Gaudio y deben haber intervenido en el guión, que está basado en el libro de uno de ellos.
Frankie Valli (ese no era su apellido, sino uno italiano, pero se lo cambió para hacerse más comercial) es un adolescente que tiene una excelente voz de barítono muy barítono (casi de nenita, diría yo) y es convencido por su amigo Tommy de juntarse con el otro amigo NIck y formar un trío musical para amenizar cenas y fiestas. Así lo hacen, y si bien en los primeros años son rechazados de todas partes, Frankie consigue conquistar una chica, Mary, y casarse con ella. Los otros atorrantes se la pasan de festichola en festichola. Con el tiempo y la extraordinaria performance de Frankie son aceptados por más público, hasta que se les acopla al trío un cantante, músico y letrista, que lanza un hit tras otro, Bob Gaudio y el trío deviene en cuarteto. Allí empiezan a conocer la fama pero también la tiranía de Tommy por dirigir el grupo y designar quien es admitido y quien no. Tommy es un violento, vicioso y gastador compulsivo que será finalmente quien provoque la ruptura del grupo. Pero para eso faltará. Empiezan a grabar discos que se venden como el pan caliente y a estrenar un hit detrás de otro. Son admirados por miles de jovencitas que llenan estudios de televisión y deliran por ellos, de una forma similar a la que sufrieron los Beatles. Todo esto empezó en el pueblito de Belville, Nueva Jersey, en 1951. Pero es muy difícil de controlar la fama, todo lo que se toca puede convertirse en oro o bien en barro. Las relaciones familiares dejan de existir porque los esposos se ven distanciados por las constantes giras, y cuando se vuelve, todo es reproches, gritos e insultos. A veces nos preguntamos si no somos más felices llevando una vida anónima que una de lujos y reconocimiento masivo...
No obstante el matrimonio de Frankie y Mary logra tener una hija, Francine, que más tarde se suicidará, quebrando el corazón de su padre y toda la supuesta estabilidad familiar. Es el golpe más duro que recibe Frankie, pero nada lo detiene a estrenar su próximo éxito. La banda -acosada por deudas que contrajo el truhán de Tommy- terminará por escindirse y sólo quedarán Frankie y Bob como grupo solitario. Claro, los éxitos que tienen son las pegadizas canciones tontas norteamericanas, no les exijamos una letra profunda, en la cultura inglesa no existe un Serrat, ni un Sabina, ni un Cortéz, ni un Víctor Heredia, ni un Víctor Manuel ni un Ismael Serrano. No, son lo más simplón que puede haber (vaya mi crítica para el último Premio Nobel de literatura otorgado a un letrista mediocre como es Bob Dylan, vergüenza total de los Premios Nobel), incluso las letras de los Beatles estaban llenas de yha yha yha, yeha yeha, etc.
Bueno, pero lo cierto es que Eastwood lo hizo nuevamente, y transforma un material que en otras manos podría haber sido una zoncera en una película con agallas, polémica y sumamente entretenida, como todo lo que filma él, aún pasados los 80 para el 2014. Las canciones, sí, tienen ritmo y son pegadizas, tal vez eso enfervoriza tanto a la juventud y la elección vocal que hizo en el casting es excelente, ya que son los cuatro actores los que cantan. Por suerte, con el correr de los años sus voces se van afiatando y van tomando coloraturas más masculinas y más melódicas. Pero Frankie, con su potente don, se cree el dios de la creación, y deja que todas sus relaciones sean llevadas por la tormenta, alzándose en un patriarca de la música que puede elegir qué tomar y qué dejar. Otro tanto sucede con Bob, de sus tiempos en que escribía cuatro hits en dos horas a unos momentos más tranquilos, en que la cordura le gana al entusiasmo.
Por fin vuelven a reunirse los cuatro amigos en el Salón de la Fama del Rock, en 1990, y ya maduros, vuelven a ensamblar sus voces para lograr el efecto tan esperado: que vuelvan a sonar como jóvenes, y así lo pinta Eastwood en la última escena del film, donde del escenario de 1990 vuelven a surgir esos cuatro adolescentes de antaño con sus voces juveniles. Y terminan cantando en la calle, bajo la luz de un farol para... nadie.
Como bonus track tenemos la presencia de uno de esos actores que levantan cualquier película, Christopher Walken, ya avejentado pero siempre efectivo, es un placer ser espectador de las escenas donde interviene ese Gyp De Carlo, especie de protector mafioso del grupo. Bueno, no sé si respondí a las preguntas que me hice, pero seguro que dejé otras planteadas para ustedes. Es una gran película, aunque no esté entre lo mejorcito del viejo Clint.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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