lunes, 15 de mayo de 2017

Mi crítica de "No te Bebas el Agua" (Cine-TV-Woody Allen1994)

Encontré una joyita para pasar la noche que realmente me la alegró. Se trata de la comedia de Woody Allen "No te bebas el agua", filmada para televisión en 1994 y basada en su exitosa obra de teatro. Había habido otra versión anterior pero que no hizo historia, ahora esta está protagonizada por el propio Woody junto a Julie Kavner (el matrimonio Hollander), Charles J. Fox (como el despistado embajador Magee) Y DomDeLouise (como el Padre Drobny). Es la mejor marca de su comicidad innata y que por estos días se extraña, habiendo sido un fracaso su serie televisiva "Crisis en Seis Escenas". En 1994 estaba saliendo del atolladero con Mia Farrow y disfrutando de las mieles de Soon-Yi, cuando parecía que todo su mundo se venía abajo él hizo esta comedia brutal, la más reidera en años (acababa de hacer otra obra maestra del humor "Un Misterioso Asesinato en Manhattan" y se preparaba con la inteligente "Disparos sobre Broadway").
Estamos en plena Guerra Fría, allá por los años 60, y el director de fotografía Carlo Di Palma optó por utilizar una película que recordaba a la textura de las de aquella época. Toda la película está filmada así y se agradece, sumada a algunos documentales de la época. "Todos los norteamericanos tendrían que ser tan buenos como John Wayne", dice en un comienzo la película, y el chiste es eficaz si recordamos que el vaquero denunció a sus amigos y compañeros en plena era del macarthysmo. La película tiene un ritmo arrollador, no para nunca, filmada con una steadycam (cámara en mano) que sigue constantemente a sus personajes que corren de un lado para el otro soltando los mejores chistes de la cosecha de Allen por años. El ritmo sólo es comparable al de aquella primera película que lo lanzó a la fama "¿Qué hay de Nuevo, Pussycat?", tan maltratada por su director Clive Donner que estropeara el trabajo de Woody por aquel entonces (1965). Pero si acá el ritmo es el mismo, no da respiro para las risas y los mejores gags. Filmada con gran cantidad de planos-secuencia, como le gusta a Woody la cámara apenas corta de plano en plano y vuelve una locura total lo que sucede.
Los Hollander (Walter, su esposa y su hija) se encuentran de vacaciones en Moscú y son sorprendidos sacando fotos, por lo cual son perseguidos y cobijados en la Embajada norteamericana en la Unión Soviética. El embajador se ha ido en viaje a los Estados Unidos y ha dejado al tarambana de su hijo a cargo, quien no puede hacer nada bien. El presagio es temible, el Padre Drobny hace seis años que está exiliado allí y por lo que parece, lo de ellos va para largo. Les colocan unos catres de campaña en la biblioteca y así, entre torpezas diplomáticas y agentes soviéticos dispuestos a matarlos transcurren sus días. Susan, su hija, tiene un novio con el que piensa casarse, Donald, dermatólogo de éxito, pero no bien conocer a Magee desecha su casamiento para enamorarse del atolondrado nuevo embajador, con quien terminará casándose. Entretanto llega una comitiva de un Emir árabe con su traductor y sus 14 esposas (cuando estos entran en la embajada se escucha una música muy felliniana, parece compuesta por el mismo Nino Rota para la escena de las esposas árabes en "Amarcord") y la música toda acompaña la película con una melodía en flauta de pan muy jocosa y que le hace bien al film. Hay un cambio de la libertad de los Hollander a expensas de un preso ruso, pero en el momento de la liberación éste se suicida estropeando la fuga. Deben esperar nuevas oportunidades. Mientras tanto la Sra Hollander no deja de planchar en la sala principal de la Embajada, ni de encerar los pisos ni de lavar la ropa, acostumbrada a su rol de ama de casa.
Walter se encarga de organizar cáterings para fiestas y se pelea constantemente con el cocinero de la Embajada por los platos exóticos que le prepara, mientras él quiere sólo "un pollo hervido". Las llamadas que hacen a Estados Unidos son incontables y permanece siempre el teléfono ocupado a mano del matrimonio. A esto se les suma el cura, que ha dedicado los últimos seis años de su vida a aprender trucos de magia, saliéndole todos mal. Es gracioso ver a un dador de fe recluido en las ciencias de lo mágico. Todo esto se conserva de la pieza teatral, pero hay mucho más agregado en esta nueva reescritura de Woody para los tiempos que corren.
Cuando se les ofrece una vía de escape se les hace aprender otras identidades y un largo periplo a transitar hasta cruzar la cortina de hierro, y hasta se lo carga con un revólver, que él, inexperto, dispara dos veces hiriendo al traductor del jeque y al embajador padre en sendos episodios cómicos. Finalmente se presenta una fiesta de gala, de la que deberán salir como otros invitados más rumbo a su liberación, pero esta salida se ve también frustrada. Al fin, el hijo del embajador tiene la ocurrencia de disfrazarlos con los velos de las esposas del Emir y así pueden volver a la libertad.
La película se ve con mucho placer y parece corta su hora y media. Trabajan todos los colaboradores habituales de Woody Allen como el diseñador de producción Santo Loquasto, su ayudante de casting Juliet Taylor y sus productores Joan Doumanian (quien luego lo estafaría por cinco millones de dólares) y su hermana Letty Aaronson, sumado a Carlo Di Palma, iluminador en incontables películas de Woody. Acá todo lo viejo de la obra luce nuevo y se estrenan muchas humoradas que no estaban en la original, sumado un elenco de primerísimas figuras. Pueden bajarla de algunas de las páginas de películas y véanla, me lo van a agradecer. Altamente recomendable para toda la familia a la hora de pasar un excelente rato de la mano de uno de los más grandes humoristas que dio la historia del cine.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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