lunes, 15 de octubre de 2018

Mi crítica de "Heinsenberg. El Principio de Incertidumbre" (Teatro)

Fui ayer a ver esta excelente obra del prolífico Simon Stephens, autor inglés de 47 años con muchas más obras que yo... con la actuación de Catherine Fulop y Luis Agustoni, bajo la dirección de este último. El principio de Incertidumbre afirma que no se pueden determinar, en términos de física cuántica, simultáneamete y con precisión arbitraria, ciertos pares de variables físicas, como son, la posición y el movimiento lineal (cantidad de movimiento) de un objeto dado. En otras palabras, cuanta mayor certeza se busca en determinar la posición de una partícula, menos se conoce su momento lineal, y por tanto, su masa y velocidad. Este principio fue enunciado por Werner Heisenberg en 1925. Es complicado, ya sé, pero no se preocupen, tiene poco que ver con el argumento de la pieza. Se menciona, sí, durante la obra, pero con una enunciación mucho más simple y haciendo referencia al hijo de la protagonista, que se ha ido de su casa.
Lo que sucede es que toda la obra se puede caracterizar bajo el proceso de incertidumbre: nunca sabremos dónde estamos parados, por la dificultad de desentrañar los sentimientos y las intenciones de ella con respecto a él. Georgina y Alex, ella de 42 años y él de 75 se conocen en una estación de tren. Pero por el comienzo de la obra presumimos que vienen de vivir alguna relación íntima, ya que él viene acomodándose la ropa y ella acusa haberlo besado en la boca de sopetón. Nada más equivocado, y será el primero de los "actos fallidos" que se produzcan a lo largo de la función. Acto seguido viene la presentación formal y la historia de cada uno (o lo que cada quien deja ver de sí). Él, que es un solitario y medio agrio desesperanzado de la vida. Ella todo lo contrario, es un torbellino en el hablar y gesticular, y viene de una historia traumática: el haber estado casada con un hombre que murió joven, de un infarto en su casa mientras ella estaba trabajando y que sobrevivió 45 minutos buscando ayuda desesperadamente. Y la dejó sin un hijo que lo recuerde. Alex es carnicero, pero de un alma refinada, que gusta de largas caminatas por Londres (sin salir de él) y de consumir todo tipo de música (sabe escuchar con paciencia una suite de Bach y explicarla, así como de bailar el tango, su pasión favorita).
La obra está estructurada en seis escenas que tiene a ambos como protagonistas: la primera en la estación de trenes, la segunda en la carnicería de Alex, la tercera en un restaurante nocturno, la cuarta en la cama del dormitorio de Alex, la quinta en el trabajo de Georgi (como le gusta llamarse) y la sexta en un hotel en Estados Unidos. Pero en la segunda escena, la que se desarrolla en la carnicería de Alex, a quien Georgi googleó para encontrarlo, ella desmiente todo lo que dijo en la primer escena: nunca estuvo casada, su marido no murió, tiene un hijo de 19 años que se fue de su casa a Estados Unidos con una  novia sin dejar rastro ni dirección porque ya no aguantaba a su madre y su trabajo no es el que había dicho sino que trabaja de recepcionista en un colegio. Desde aquí en más la incertidumbre es permanente. ¿Es ella quien dice ser? ¿Qué cosas oculta de su pasado? ¿Está realmente fascinada con Alex u otro interés la empuja? ¿Por qué habla sin parar sin dejar intervenir al otro, qué tiene que ocultar? Y finalmente... ¿por qué es tan mal hablada y hace preguntas tan inconvenientes ("¿viven tus padres?")? Todo esto se irá deshilvanando a lo largo de la función, y quedarán hilos sueltos, cabos sin atar sobre su verdadero interés, que parece ser sólo el de formar una pareja (¿pero con un hombre al que no le queda mucho?).
El carácter de Álex es apagado, rutinario, previsible, se lo diría poco aventurero ni dado a correr riesgos, habla con voz cansina, parece sin fuerzas vitales. En cambio ella parece llevarse el mundo por delante y se esfuerza todo el tiempo en tener el culito salido y paradito, es un poco histérica, gritona, carismática y muy, pero muy guaranga. Álex en cambio le da por llorar. Sin motivo la mayoría de las veces. Cierto es que tuvo una hermana dos años mayor que él que murió cuando él tenía 8 años y con quien dialoga en sueños y recuerda todos los días de su vida. Nunca se casó, tuvo una novia, sí, a los veinte años con quién estaba a punto de casarse hasta que a ella se le ocurrió casarse... con otro. Y la recuerda a menudo también. Así expuestas las cosas, Georgi le pide que la invite a salir -ante lo que él es reacio porque sospecha algo de ese amor tan desparejo- y terminan yendo a un restaurante en el que lo pasan muy bien. Y finalmente ella le propone acostarse con él.
Lo llevan a cabo en la casa de Álex y tienen muy buena cama, aunque él reconoce que puede medir en años el tiempo en que no tenía sexo con otra persona, que él se arregla muy bien solo, para esos fines. Ella va a la cocina a buscar algo para comer y encuentra sólo... un chocolate. Y en ese interín es cuando se le ocurre pedirle 10.000 U$s para viajar a Estados Unidos a buscar a su hijo. Álex le pregunta si se le ocurrió en ese momento o lo tenía pensado desde antes. Incluso desde antes de conocerlo y él dio en el "fisic du rol" que estaba buscando. Ella reconoce que lo pensó en el momento en que lo vio por primera vez, pero tampoco podemos estar seguros de ello. Finalmente él accede y le da el dinero, pensando en no verla nunca más. Pero ella le propone que la acompañe a Norteamérica. Él duda, teme, tiembla, pero ella le insiste en que se vive sólo una vez y que los riesgos que no asuma ahora, no los podrá recuperar porque tal vez mañana esté muerto. Álex accede y vuelan juntos a un país que ella odia con todas sus fuerzas y que él enseguida aprende a amar. Allí por fin ella le propone ser novios.
Todo termina bien, para eso es necesario un recorrido de una hora cuarenta que por suerte se transita con una buena dosis de humor. Y otra de sentimiento. Pero lo que prevalece es el carácter lúdico de la relación, entre una mujer alocada decidida a embarcarse en los riesgos del vivir y un hombre temeroso de la vida. El saldo es positivo para ambos y muy gratificante para el público. La escena cuenta como escenografía unos cuantos hierros que bien pueden ser asientos, como transformarse en mesa o en cama, gracias a la ayuda de dos colaboradores en las sombras.
Las actuaciones son parejas. Agustoni, gran docente de teatro, autor y actor se desenvuelve sin riesgos, en tanto que estos los toma la Fulop, una actriz que, a pesar de haberse formado con su compatriota Amalia  Pérez Díaz y aquí con Julio Chávez y Augusto Fernández, se le nota ciertas flaquezas en lo actoral, cosa que defiende muy bien a fuerza de desparpajo y calidad venezolana. Salen airosos los dos. La dirección del mismo Agustoni es correcta, sin deparar grandes sorpresas en el despliegue pero sí en materia de composición de personajes. Altamente recomendable para todo el público, y apúrense porque ya baja de cartel.
Y gracias por haberme leído nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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