martes, 23 de octubre de 2018

Mi crítica de "Las Canciones que Nunca Volví a Cantar" (N. Guevara- Musical)


Ayer vi, gracias a Teatrix este espectáculo musical que me dejó un regusto amargo en la boca (del estómago). El motivo que empuja este espectáculo parece ser la nostalgia por un maravilloso tiempo ido, pero en realidad lo que se ve es el resentimiento, este gran encono que le provocó a la rencorosa cantante-actriz no haber sido reconocida en su época. Y para eso nos retrotrae a los maravillosos años 60 del Di Tella. Y con un buen pianista, José Tambutti, recrea algunos de sus "éxitos" de aquel tiempo. Eran años locos, como ella bien lo aclara, en que un puñado de jóvenes que eran "libres" porque soñaban con la "libertad" (lo machaca una y otra vez a lo largo del recital) se atrevían a delirar en medio de ese espacio. Y se asomaban a la puerta a ver si la gente entraba. Ella cuenta que una vez llegó a tener 19 personas de público... Claro, con ser "libre" no alcanzaba, había que cantar bien también. Y Nacha, con esa voz de falsete aguda que se asemeja a las de las viejas cancionistas, hay que decirlo, desentona. Cuando se le presenta algún tema más exigente como acá es el caso de "Te quiero", de Benedetti-Favero o "No llores por mí, Argentina", de Lloyd Webber, desafina bastante. Claro, ella empezó con cancioncitas más modestas, especie de monólogos cantados, que si bien eran "de protesta" (porque yo canto y la gente protesta, habría dicho el querido Facundo Cabral), no eran tan exigentes en el canto. Un célebre crítico llegó a decir de ella: "Si fuera una piedra, sería una esmeralda. Si fuera una flor, sería una orquídea. Y si fuera cantante... sería maravilloso", que ella misma recuerda en escena. Como no puede olvidar el desagravio que le hizo el talentoso crítico Ernesto Schóo, quien tiempo después le escribiera una canción para que ella interprete: "La doble cero", de ánimos más bien protestona.
Ella toma todo desde el pasado que fue y no volverá, cuando un militar la llamó para decirle: "Señorita Nacha, conocemos muy bien su repertorio y nos parece muy bien que lo cante. Pero con la condición de que sea siempre en cafés-concert, sótanos, arrabales, piringundines, que nunca llegue a los grandes teatros ni al público masivo. Queda prohibido su acceso a la TV ni a los grandes shows". Añorando porque esos tiempos no vuelvan nunca más. Claro, ella no habla de su condición de montonera y estando en la lucha armada peronista. Y deja ver la hilacha cuando canta "Lamento indio", en donde se pregunta por qué Colón tuvo que venir a descubrirnos, y acota como para matizar: "por eso está muy bien la estatua de Colón donde está, tirada detrás de la Casa Rosada, entre los yuyos, la porquería y las ratas", dejando ver un tufo kirchnerista revanchista que a estas alturas ya creíamos superado en la sociedad. Pero no. "La Cámpora" y Cristina siguen existiendo y destilando odio. Es obvio, el público que la va a ver es el que la sigue de siempre, el que comulga con ella y su pensamiento, el mismo que la aplaude de pie ante cada arrebato colérico como ese o ante cada canción "comunoide".
Pero vamos a lo que nos interesa. El repertorio. Nacha llega vestida muy a la moda hippie (peinado explosivo, tacos con plataforma, pantalones "patas de elefante", blusa con grandes mangas, muchos collares) y con una delgadez que raya en la anorexia y no en el vegetarianismo que profesa y que no le sienta para nada. El pianista abre con los sones mágicos de "El Golpe", de Scott Joplin, para dar paso a la primera canción de la noche: "Que una sea diferente". Claro, con eso nos va a martillar todo el tiempo, no sólo que eran "libres" sino también que eran "diferentes", como si eso constituyera una virtud en sí mismo. Diferente es un esquimal de un africano, un chihuahua de un gran danés o un elefante de una hormiga, sin que eso los haga mejor ni peor. Pero ella dale con que eran todos "diferentes". Como lo consigna un texto de un grande en serio: Federico Peralta Ramos, con la lectura de su breve obra "¿Qué es el arte?". Le sigue "Cómo preparar los huevos Kimbo" en la cual habla de bombas, dinamita y explosivos, como cóctel para preparar unos buenos huevos de esta especie, lo que habla a las claras ("no, se baten las claras", hubiera dicho Daniel Rabinovich) de su afecto por la lucha armada. Cada nueva obra es recibida por un aplauso cada vez más gigante, como si estuviéramosdelante de una pre clara. Que Nacha Guevara es o fue una pacifista, eso es "pa' la gilada". Siempre fue una tirabombas.
Luego habla de su primer "Nacha de Noche" y su relación con Jorge de la Vega, el cual escribió varias canciones para ella, aquí canta dos: "Proximidad", un bolero hecho con un diccionario de sinónimos y "Diamantes en almíbar", dedicada a Amalita Lacroze de Fortabat. Después vendrán las ya mencionadas "La doble cero" y "Lamento indio" y seguirá con una canción satírica: "La mucamita", que deja muy mal parado al mundo de la burguesía. Sigue "La Cosa", una canción "bien erótica", en donde la palabra del título se usaba como metáfora del acto sexual. A continuación canta otra "provocativa": "Los boludos" en donde se usa este término a diestra y siniestra para enrostrar a varias generaciones variopintas de seres con esta cualidad (lo que enojó mucho a los militares de turno). Empieza la etapa más constructiva de canciones y las que le requieren mayor esfuerzo interpretativo, con otra canción de "protesta" como fue "Mazúrquica Modérnica", bien interpretada, con gracia y con potencia. De su relación con la dupla Benedetti-Favero llegan enganchadas "Enciende esta candela" y "Te quiero", en donde la pifia con la afinación (es una canción aparentemente simple pero en el fondo muy compleja de cantar). Continuará con "Yo te nombro: Libertad", de Giannfranco Pagliaro, con la que confirma una vez más su condición de "artistas libres" (sí, porque no estaban presos)... La canción es muy hermosa y sentida, así como difícil de ejecutar.
Una vez más "Los patitos feos", para dejar en claro su condición de "diferentes" que de feos al final se tornan cisnes. Va finalizando el recital con "Y estoy aquí", con la que reivindica lo mal que la pasó en la vida por censuras y dictadores pero que conserva su vigencia (agradecele a la lechuguita vegetariana y al público que te banca). Y da por terminado su recital con el clásico "Mi ciudad".
Nacha dijo que si se quedaban hasta el final tendrían una sorpresa. Y llega con un "bis" (en realidad esta palabra se utiliza para designar la repetición de una pieza ya interpretada), la gran "No llores por mí, Argentina", de la mano del genial Andrew Lloyd Webber, que contrasta con el cartel de "Eva, un musical argentino", que luce en escena. La interpreta a media voz y con lágrimas en los ojos, como corresponde. El viaje musical que nos propuso Nacha fue creativo en cuanto a la composición, pero no deparó sorpresas en lo tocante a su modo de ver la vida, que, ahora sí, quedó al descubierto, como si la hubiésemos espiado entre bambalinas o hubiera descendido un mágico telón.
Es lo que hay. Pasen y vean. Pueden acceder al espectáculo haciendo click en "Ver obra".
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente, sí, cada vez más...).

No hay comentarios:

Publicar un comentario