jueves, 11 de octubre de 2018

Mi crítica de "La Ratonera" (Teatro)

Ayer pude ver por fin esta esperada obra de la reina del misterio, Ágatha Christie, que, después de 67 años de éxito ininterrumpido en cartel en Londres, llega a Buenos Aires. Estamos ante un verdadero who'd unit, como le gustaba decir a Alfred Hitchcock, en el que -según él- no existía el suspenso, sólo la intriga por conocer el nombre del asesino. Pero más allá de las opiniones, yo, como verdadero seguidor de la "gata Christie", disfruté como loco de la función. Ya desde la entrada al teatro nos vemos acosados por todo ese clima sombrío y de misterio que se refleja en la música y en las llamas de la estufa encendida, todo lo contrario a las divertidas y chistosas exposiciones de la obra de la Christie, ya sean en sus diáfanas transposiciones para cine o en las diversas series que filmó la BBC. Pero bueno, la cosa es así. Y como en toda obra de esta mujer talentosa, hay muchas oportunidades para crear personajes, ya sea desde la actuación, ya desde la psicología, así que acá nos damos una verdadera panzada de creaciones, todos con personajes muy elaborados y alejados de lo que antes hayan compuesto esos actores. El elenco está formado (miren qué lujo) por Valentina Bassi (Srta. Casewell), Gloria Carrá (Mollie Ralston), Fabián Mazzei (Giles Ralston), Guillermo Pfening (Sgto. Trotter), Walter Quiroz (Christopher Wren), Daniel Miglioranza (Comandante Metclaff) con la participación de Hugo Arana (Sr. Paravicini) y María Rosa Fugazzot (Sra. Boyle). Se sacan chispas todos, pero especialmente estos dos últimos, los más veteranos, en papeles a su medida: Arana como un viejo chistoso y escabroso que rompe con la cuarta pared en más de una oportunidad para comentar la acción y lo que está por venir, así como la Fugazzot en una dama que es jueza y con un carácter agrio y criticón que la llevará a ser la más odiada por todos (y amada por el público), así como el primer fiambre de la noche. Si bien todos están muy bien se destacan también Valentina Bassi en su poco femenina dama y excéntrica, Gloria Carrá en su dulce anfitriona y Walter Quiroz en el arquitecto afeminado e hiperquinético y aniñado.
El lugar de reunión es la hostería Monkswell Manor, recién inaugurada por los Ralston, que recibe en esa primera noche a cinco huéspedes y un sargento de policía que viene a investigar el crimen. Hay una tormenta de nieve espantosa y todos quedan varados en la hostería sin posibilidades de comunicación con el mundo exterior (el teléfono, por supuesto, ha sido cortado, como en todas las variantes del género). El clima de la obra se mantiene entre la comedia, el misterio y el suspenso (a pesar del sabio HItch). Las últimas noticias que llegan del exterior es que se ha cometido un crimen de una mujer en Culver Street, en Londres, pergeñado por un individuo de sobretodo oscuro, bufanda clara y sombrero gris (que coincide con tres de los recién llegados) y que ha dejado una nota firmada con la canción de "Tres Ratones Ciegos" y un ratón tachado en la hoja de papel. Con lo que el policía sospecha que los otros dos ratones están por morir y esa es la dirección que ha dejado el asesino en el papel. Inmediatamente los cinco inquilinos y los dos propietarios se convierten en sospechosos del asesinato. Como siempre en Ágatha Christie hay una historia que se remonta al pasado, y que aquí es la de una pareja que habitaba una granja colindante con la hostería que hubo recibido tres chicos en adopción (dos varones y una nena) y que fueron castigados hasta la muerte de uno de los chicos. Se supone que el asesino es el otro chico que busca venganza. Se trata de un joven de aproximadamente 30 años, lo que todo lleva a Chritopher  Wren como principal sospechoso. Claro, los que estamos avezados en "la gata triste", sabemos que el criminal será el menos sospechoso y ya nos largamos a realizar hipótesis (que en mi caso fueron correctas) y hay una develación de último momento que se veía venir. También la jueza fue quien dio a los tres chicos en adopción, por lo que resulta altamente sospechosa, pero de forma contraria, es el segundo ratón ciego en morir.
Llegado un momento, todos desconfían de todos y ni los esposos se salvan, ya que ambos ocultan mentiras, y recelan el uno del otro, no queriendo quedarse a solas ni un momento. Claro, la mayoría de ellos está representando un papel que no coincide con su verdadera identidad, por lo que se hace más complejo el embrollo. Cuando al fin sabemos quien es el asesino (o asesina), y después de los aplausos finales, Hugo Arana, nos confía en que desde ahora pertenecemos todos a la Sociedad del Crimen, y que sabemos el nombre del criminal, así que el que revele el secreto a sus conocidos o amigos, aquellos que no se puedan contener o sean lengua larga, están siendo vigilados... Más allá de la broma es lícito pedir que no se revele el enigma ya que eso significaría el fracaso de la obra. Y en todas las obras de Ágatha Christie, el nombre del responsable está sigilosamente guardado por sus lectores o espectadores.
La dirección de Jorge Azurmendi resulta funcional a la puesta y es una caterva de explotación de talentos, así como del clima de tensión y de misterio que impera a todo lo largo de la obra. Sólo un pequeño defecto en la puesta de luces que dio un molesto parpadeo, por momentos, pudo embarrar la función, pero confiamos en que ya ha sido arreglado (quiero pensar que no se trataba de un artificio más de la puesta). La escenografía de Daniel Feijoo, el vestuario de Pablo Battaglia y la música de Martín Bianchedi también son altos puntales que encaraman el edificio que es "La Ratonera", una obra tan bien presentada y aceitada que es un lujo para el espectador. Fue vista por 61 millones de espectadores en los 92 países en que fue estrenada, con lo cual le auguro desde acá mucho éxito y años de funciones a sala llena (el nivel de la sala en el día de ayer llegaba hasta la fila 7, claro que era miércoles, pero...). Es una obra bien pensada y escrita, con una adaptación brillante que hará trepidar a más de uno en su butaca. Y celebramos la nueva inauguración del Multiteatro Tabarís Comafi. ¡Éxitos, amigos!
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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