domingo, 3 de febrero de 2019

Mi crítica de "Cold War" (Cine)

Probablemente la mejor película del pasado año, una historia deslumbrante que figuró primera en los top ten de casi todos los críticos y que por fin pude ver. Lo que se cuenta no es más ni menos que una historia de amor con un final ortodoxo: casamiento, pero lo que importa es el contexto. Estamos en Polonia, en 1949, apenas unos años han pasado desde que terminó el tremendo Holocausto nazi y ahora bajo el régimen comunista de Stalin. La vida no es fácil para el pueblo polaco. Pero hay un grupo de personas que se encarga de ir recolectando cantos y músicas populares por poblados y comarcas con intenciones de crear un nuevo movimiento artístico.
Se convoca a una multitud de jóvenes que sepan cantar o bailar para ingresar a una escuela de arte en la misma Polonia a la que se presentan miles de muchachas y muchachos en busca de nuevos horizontes para sus vidas. Hasta bien entrados los primeros veinte minutos de película no sabemos todavía sobre quienes tenemos que apuntar nuestra vista, quiénes serán los protagonistas. Se prueban muchos cantores y bailarines para quedarse con los mejores de los mejores (como toda selección que hacía el régimen autoritario soviético, así se formó el Bolshoi, entre otros grupos de excelencia). Sólo algunos pocos pasarán la prueba y entrarán a formar el cuerpo estable de la escuela.
Ahora sí, ya lo sabemos, nuestra estrella será Zula, así llamada a Zuzana Lichon (Joanna Kulig), una bellísima rubia con una importante voz, destreza para el baile y un delicado físico. Ella pasará enseguida a engrosar las filas de canto y baile para la academia. Y no va y se enamora de su profesor y pianista, Wiktor Wreski (Tomasz Kot) y él de ella. Vivirán un tórrido romance (sí, con sexo incluido) que los llevará al delirio amoroso, entre bailes y canciones. Toda la película está surcada por muy buenas expresiones musicales del pueblo polaco y luego internacionales. Se forma el grupo "Mazurka" y se presenta con gran éxito por todo el país, deslumbrando con sus estrellas fulgurantes salidas del campesinado más popular. Un pequeño detalle es que Zula ha matado a su padre, quien se había propasado con ella y ésta acabó acuchillándolo... En 1951 visitarán Varsovia y enseguida serán las autoridades advertidas que sería muy "útil" incluir en el repertorio cantos de alabanza al camarada Stalin e incluir su retrato en el escenario. Por supuesto los directores se oponen a esto porque va contra el espíritu libertario de la escuela, pero siempre hay un advenedizo que dice que sí, y todos terminan cantando loas al gran camarada.
En 1952 viajarán a Berlín Oriental con su grupo, y Wiktor y Zula preparan la huida a una París libre, que se les antoja el mejor medio para su amor desbocado y su anhelo por expresar su arte. Wiktor cruza la frontera con su valija y espera infructuosamente a Zula, quien se ha quedado en una fiesta auspiciada por el gobierno ruso en honor del cuerpo de canto y baile. Wiktor debe hacerse a la idea que ha perdido a su gran amor, y se lo ve desprolijo, sin afeitar, tocando el piano en una orquesta de jazz en París, donde transcurren sus días. Los rumbos de Zula y Wiktor se han distanciado por primera y no única vez y deberán aprender a vivir el uno sin el otro. Pero en la Yugoslavia de 1955, Wiktor viaja a ver el ballet y ve a Zula desde la platea, quien a su vez lo advierte y todo su encanto y su perfección técnica se derrumban y tiene un momento de trastabilleo en el cuadro danzante.
En París en 1957 Wiktor está tomando la última copa en un bar a punto de cerrar, de donde lo despiden diciéndole que su chica no vendrá. Pero se produce el milagro: Zula aparece enfundada en su traje de terciopelo negro y se arroja a sus brazos. De allí, por supuesto, se van a hacer el amor. Ella le relata que ahora es ciudadana libre porque se ha casado con un italiano, a quien no ama, ya que lo hizo por él, para poder encontrarse. Comienzan a vivir juntos en París y empieza el lanzamiento de su carrera internacional como cantante. Wiktor ya es un talento de la música, faltaba su musa inspiradora para terminar de construir la perfección. Perfección que no es tal porque empiezan a llevarse como perro y gato. Ella, tironeada por una fama que no busca añora su Polonia natal y ocupada por el enemigo, y él trata de convencerla para que conozca gente. Así le presenta a Michel, un productor de discos, que hace una fiesta en su casa para una multitud de gente. Van los  dos, a disgusto ella, y ahí mismo se topa con la antigua amante de Wiktor, una poetisa francesa algo mayor que ella, pedante y dueña de sí con quien se enfrenta. Zula aprovecha para beber de todas las copas que se le ofrecen y así va emborrachándose, hasta terminar tirada en el baño tomando del pico de una botella. Sin embargo es rescatada por Wiktor quien la lleva en brazos hasta su apartamento. Ella graba un disco a desgano, Wiktor tiene que pedirle que se concentre ya que lo está echando todo a perder. Cuando el disco por fin aparece a las ventas, ella lo arroja a la calle. Aunque Wiktor sigue enamorado profundamente de Zula, ella ya no siente lo mismo por él y le dice que se ha acostado con Michel quien lo hace mucho mejor que él. Desaparece. Wiktor corre a casa de Michel para reencontrarla y éste le dice que ha partido a su tierra natal. Vemos volver a Wiktor después de un tiempo a Polonia en el año 1959, donde termina como preso en un campo de concentración comunista. Los años son largos, pero allí va a visitarlo Zula, arrepentida de su conducta y dispuesta a sacarlo deahí. Por fin, en 1964 son ambos libres nuevamente y deciden casarse en secreto, en una destartalada y abandonada iglesia y con un rito muy pagano se juran amor. ¡¡¡Se ha formado una pareja!!! Finalmente, luego del casamiento se sientan a observar el paisaje y deciden que es mejor verlo desde el lado de enfrente, con lo que sospechamos que van a volver a París. Así termina esta relativamente corta y encantadora película sobre amores y desamores, encuentros y despedidas, todo signado bajo la dura mirada del régimen comunista en su peor época.
Filmada en un hermoso blanco y negro y dirigida por la mano maestra de Pawel Pawlikowski, este film es un canto a la belleza, desde sus cuidadas imágenes, la calidad de su banda sonora que incluye las más bonitas canciones, la buena traza de sus intérpretes, la belleza de Joanna Kulig para los hombres y la de Tomasz Kot para regocijo de las féminas, todo parece hecho para el deleite en este film memorable que pasó por nuestras pantallas allá por septiembre del 2018. De visión imprescindible para cualquier amante del buen cine y para los entendidos en belleza y estética en general.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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