sábado, 13 de julio de 2019

Mi crítica de "A Happy End" ("Un Final Feliz") (Teatro-Broadway)


Teatrix acaba de estrenar esta producción del 2015 de los escenarios de Broadway con una temática de por sí interesante. Estamos en Berlín,, en noviembre de 1932, enfrentándonos a lo que podría ser otro "huevo de la serpiente", como en la película de Bergman, en donde por los experimentos practicados sobre seres humanos se podía prever la asunción del nazismo en el poder y su catastrófica serie de eventos para la humanidad entera, que estaban por venir. Acá nos centramos en una dupla de científicos del ramo de la física que están haciendo grandes descubrimientos sobre partículas subatómicas: el Profesor Mark Erdmann (judío) y el Dr. Dieter Kraft (alemán ario). La esposa del primero, un hombre mayor casado con una joven promesa que intentó ser cantante y se vio opacada por su esposo, tiene amoríos con el segundo, y se juran abandonar a Mark y huir para vivir felices juntos. Pero estamos en tiempos duros. Como en un huevo traslúcido en donde se puede ver el desarrollo de la futura serpiente, Dieter, preanuncia las atrocidades del nazismo y su odio indiscriminado frente al pueblo judío. La pieza fue escrita por  Iddo Netenyahu, un médico y dramaturgo israelí, y toca en la llaga de todo su problema de odio y exterminio hacia sus congéneres. La situación es compleja, tanto Dieter como Mark y su esposa, junto a su secretaria Anna se reúnen en el Café Peter a tomar su desayuno y a comentar las noticias del día. Por un lado tenemos la doble faz que presenta Dieter ante su jefe por el ocultamiento de acostarse con su mujer, y por otro tenemos la advertencia que hace este mismo a la pareja protagónica de que abandonen Alemania lo antes posible por la maroma que se viene. Incluso llega a ausentarse de una conferencia en donde tiene que exponer el trabajo de Erdmann, en Gotinga, porque será que será abucheado o algo más por referirse a los descubrimientos de un judío. Mientras, Leah, la infiel esposa de Mark, se refugia en sus clases de psicología y el creciente auge del psicoanálisis como la panacea que podrá cambiar al mundo. Es ella, en principio, quien se rehúsa a abandonar Alemania, ya que no puede vivir si sus teatros y su vida cultural que frecuenta muy conspicuamente, en donde es capaz de apreciar un Strindberg y su "Señorita Julia", la música atonal de Schöenberg o el "Lohengrin" de Wagner, con sus ideas antisemitas incluidas. Casi siempre, el teatro, al que va sola, es una pantalla para ocultar sus encuentros furtivos en casa de Dieter. A la vez , el hijo adolescente del matrimonio, Hans, ha sido elegido mejor poeta del colegio secundario al que concurre y está postulado para un premio nacional del certamen de poesía. Allí radican sus sueños de gloria y trascendencia, casi tanto como en su noviazgo con la joven Martha, una no-judía que le hace leer sus poemas en una fiesta a la que concurren con sus compañeros de secundaria y de donde saldrá burlado e insultado.
Leah se resiste a dejar Berlín porque no quiere separarse de su amado Dieter, tabla de salvamento de su matrimonio con un hombre entrado en años y que vive para y por la física y en verdad le expresa poca atención a ella. Pero las imágenes de ese Berlín que vemos en la pantalla instalada en el centro del proscenio, son escalofriantes, con todos los soldados de la SS marchando y alterando el orden de las calles. Claro, con los meses las cosas se pondrán más violentas. Todavía no está Hitler en el poder, pero se le acerca muy peligrosamente, hasta es recibido y apoyado por el presidente del país. Hans ha sido reprobado en el examen de física por su profesor Winter, quien niega la teoría de la simultaneidad expresada por Einstein, que Hans desarrolla como nadie, viniendo de un padre físico, y por su propio odio hacia los semitas Winter reniega de todo adelanto en el campo de las ciencias físicas. Loah pide a su marido que hable con el profesor, pero este se niega, finalmente será Dieter  quien lo encare.
Estamos ahora en enero de 1933 y la situación no es tan cómoda. Han clausurado el laboratorio de Erdmann y lo han dejado sin trabajo, apenas puede mandar a su secretaria a buscar sus papeles, favor que se le hace porque ella ahora pasa a trabajar con el nuevo científico que han nombrado para tan eximio puesto: un alemán de pura raza. Dieter le aconseja a Erdmann que busque trabajo en otras universidades de países que no estén inmiscuidos en el conflicto, como la de Princeton, en Nueva Jersey. Mark duda de salir de Alemania y se enfrenta con su esposa quien minimiza la acción nazi y no puede subsistir en otros parajes que no sean los de su niñez.
En la casa de Dieter asistimos a la ruptura entre los dos amantes, impulsada por él, quien quiere alejar a Leah para que busque nuevos horizontes junto a su marido. Esta llora, le dice que lo ama, pero al decirle él que han despedido a Mark, ella decide volver a su casa, aunque en la calle haya una concentración nazi que está destrozando negocios de propietarios judíos y apaleando a todo el que se le cruza. Leah sale igual y vuelve a su casa. Allí se enfrenta con su marido, diciéndole que venía de esa zona y se había armado una batahola. Pero Erdmann le asegura que esa no es la región de los teatros, y pronto cae en la cuenta del engaño de su esposa, y dice que lo supo siempre, que no era tan ingenuo. Ella no quiere revelar el nombre de su amante, si bien le advierte que ya todo acabó entre ellos, pero le dice que su amigo le comunicó que lo habían despedido... Entonces Mark cae en la cuenta de quien era el misterioso amante y se siente defraudado y estafado. Le muestra a Leah el telegrama de que ha sido aceptado en Princeton, y ella admite que lo mejor será partir de inmediato, ahora que ha podido comprobar la brutalidad del partido nazi en carne propia. Pero un vuelco de las conciencias hará que Erdmann le proponga quedarse en Alemania, a esperar que pase el chubasco. Ella acepta de buen grado, aduciendo que en el exterior Hans no podrá aspirar a ser el mejor "poeta alemán". Rompen el telegrama y se quedan a esperar los acontecimientos.
La familia Erdmann morirá completa en 1936.
Este "final feliz" del título que es una paradoja sobre la suerte que corrieron millones de judíos y otros seres humanos a manos de los nazis, llega justo en un momento de coyuntura histórica para nuestro país que nos hace replantear todo el espectro político. Estamos a puertas de una elección presidencial. Nos jugamos nuestro destino como argentinos, yo creo que esta historia nos tiene que servir para abrirnos los ojos. ¿A quiénes vamos a votar? ¿Queremos volver a un pasado reciente donde la corrupción, las mafias y el populismo se hizo dueño de la Argentina o queremos seguir por el camino del progreso a largo plazo y con vistas a un futuro mejor? Sin querer parangonar el gobierno pasado con el de los nazis, no es esa mi intención, Dios no me lo permita, pero con un pasado que nos iba a emparentar demasiado con el gobierno de Venezuela o de Cuba, estamos nuevamente parados al borde del abismo. Espero que la conciencia ciudadana y la buena cabeza de las mayorías no nos permitan volver a la "década ganada", con dirigentes tan nefastos como los de la Cámpora, con una anulación de la Constitución y la (¡¡¡!!!) redacción de otra nueva, y un replanteo de la función independiente del poder Judicial, entre otras maravillas que se nos proponen. Repito, estamos frente a un momento crucial para nuestro país. Es cierto que la economía no anduvo bien, pero no se puede signar un gobierno por el bolsillo y la heladera. ¿Las obras no cuentan? ¿Los emprendimientos no significan nada? Pensemos, por favor, qué país es el que queremos y el que queremos dejarle a nuestros hijos y nietos. Está en juego la República, no caigamos nuevamente en las redes de la corrupción y en el saqueo al pueblo. Que la fábula de "A Happy End" nos pueda iluminar y sembrar en vez de destruir el país que todos los argentinos nos merecemos.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

No hay comentarios:

Publicar un comentario