martes, 2 de julio de 2019

Mi crítica de "Los 39 Escalones" (Cine-Alfred Hitchcock-1935)

Los cineastas tienen mucha suerte: les alcanza con un éxito para borrar un fracaso. En ese año de 1935 Hitchcock se encontraba fortalecido: el triunfo obtenido por la primera versión de "El Hombre que Sabía Demasiado" había hecho olvidar el fiasco que había sido "Valses de Viena. Una vez más los dirigentes de la Gaumont British confiaban plenamente en él.
Su elección iba a recaer sobre la novela de John Buchan "Los 39 Escalones". Una decisión un tanto sorprendente: si bien siempre admiró a ese escritor por su trayectoria excepcional, a tal punto que no dudaba en reivindicar su influencia  para la primera versión de "El Hombre que Sabía Demasiado", ¡consideraba que "Los 39 Escalones" era uno de sus libros menores! "La novela de Buchan no valía un céntimo. Hitchcock era del mismo parecer", comentará de manera lapidaria el guionista Charles Bennet unos años después. Ellos no eran los únicos en deplorar los deslices de la novela: ¡incluso su autor iba a estar de acuerdo! "La película es superior", admitirá después de haber asistido a la primera proyección. Jorge Luis Borges, en ese entonces también crítico de cine, dirá lo mismo en sus columnas de la revista "Sur": " (...)de una novela de aventuras del todo lánguida -'Los treinta y nueve escalones' de John Buchan- Hitchock ha sacado un buen film. Ha inventado episodios. Ha puesto felicidades y travesuras donde el original sólo contenía heroísmo. Ha intercalado un buen erotic relief nada sentimental. Ha inventado un personaje agradabilísimo -Mr. Memory-, hombre infinitamente ajeno de las otras dos potencias del alma, hombre que revela un grave secreto, simplemente porque alguien se lo pregunta y porque contestar es, en ese momento, su rol".
En esas condiciones uno se pregunta, ¿por qué Hitchcock optó por esa novela de John Buchan? La respuesta es simple, por las posibilidades que contenía. Le gustaba en especial el punto de partida, un hombre inculpado injustamente obligado a llevar a cabo su propia investigación para demostrar su inocencia. En cuanto al resto, Hitchcock no tuvo inconvenientes en modificar el libro. Ni siquiera el título tiene el mismo significado: en la novela, los treinta y nueve escalones conducen a la guarida de los espías, en la película, se trata simplemente de un nombre en clave. No haremos el inventario de las diferencias porque serían muchas.
No obstante, señalaremos que el fascinante personaje de Mr. Memory, que aparece al principio y al final del film, salió completamente de la imaginación de HItchcock. "Se me ocurrió la idea por un artista que había visto en un music hall. Se llamaba Datas. La gente en la sala le hacía  preguntas respecto a acontecimientos y él daba la fecha exacta. Al final de su número, un compañero entremezclado en la sala le preguntó: '¿Cuándo el Viernes Santo cayó un martes?' Respondió entonces que un caballo llamado Viernes Santo se había caído en el derby de Wolverhampton el martes 12 de junio de 1984". En la película es él quien guarda el secreto por el cual pelean los personajes. De alguna manera, muere víctima de su conciencia profesional: cuando Robert Donat le pregunta "¿Qué son los 39 escalones?", no puede evitar responder lo que sabe, justo antes de ser asesinado a sangre fría.
En Saint-Moritz, Hitchcock y Bennet escribieron el guión. A veces, Alma, la mujer del director, ponía su grano de arena antes de su trabajo; pero, si bien ella aparece acreditada en los títulos como coguionista, no es por su aporte en calidad de autora. ¡Hitchcock veía en ello una manera de llegar a fin de mes! Que importa su estratagema, el guión es una pura obra maestra. Primero, Hitchcock concebía sus films sonoros como films mudos: un mínimo de diálogos para un máximo de acción. La escena en la cual Richard Hannay cena con la pareja de granjeros en quienes ha encontrado refugio es ejemplar: mientras que el marido dice la oración, el fugitivo observa que su foto fue reproducida en el diario que está tirado en la mesa. Levanta la cabeza hacia la granjera quien, de golpe, echa un vistazo sobre el diario. Sus miradas se cruzan. Ella se pone seria, él, suplicante. Cuando el marido sorprende este intercambio cree que hay un juego amoroso. Sale de la habitación para vigilarlos desde la ventana.
Además, hay que ubicarse en el contexto de la época para comprobar hasta qué punto el guión puede ser profundamente innovador. Por primera vez, Hitchcock revela uno de los aspectos más interesantes de su talento: al arte de la elipsis. "Lo que me gusta de 'Los 39 Escalones' es lo repentino y la rapidez de las transiciones -aclara Hitchcock a Peter Bogdanovich-. Vemos a Donat que lleva esposas saltando a través de la ventana de la comisaría. Un instante después se cruza con un grupo de músicos del Ejército de Salvación y se mezcla con ellos. Luego, se dirige hacia un callejón que conduce a una sala. 'Dios sea loado, el Señor Fulano ha llegado', dicen. Y lo llevan al estrado. Una joven surge con unos tipos para llevarlo en un auto a la comisaría pero, de hecho, son falsos policías".
Se objetará que al precipitarse las peripecias, Hitchcock olvida la preocupación mayor de muchos cineastas: la credibilidad. Es cierto, pero es una opción que reivindica totalmente. En sus entrevistas con Francois Truffaut es tajante: "La verosimilitud no me interesa. Es lo más fácil de hacer." En ese momento toma como ejemplo la escena de "Los Pájaros" en la cual una ornitóloga revela su ciencia de los pájaros en una discusión en un bar. "Ella está allí por coincidencia. Naturalmente, yo hubiera podido filmar tres escenas para hacerla llegar de manera verosímil, pero no hubiera tenido ningún  interés".
En forma más general, Hitchcock considera que el papel de un cineasta es, justamente, saber burlarse de la plausibilidad. "Hay una diferencia entre la creación de una película y de un documental. En un documental, es Dios el director, es quien creó el material de base. En una película de ficción, el director es Dios: debe crear la vida". Nunca se lo dirá bastante: todo el arte de HItchcock está resumido en su famosa humorada: "No filmo trozos de vida, sino trozos de torta". Como una fórmula poco provocadora, puede ser una profesión de fe.
En cuanto al reparto, Hitchcock se decidió rápidamente por el principal papel masculino, por Robert Donat, a quien deseaba contratar desde hacía varios años. Para el personaje de Pamela, primero pensó en Jane Baxter, luego en Anna Lee, pero ambas estaban ocupadas. Pensó entonces en Madeleine Carroll, que acababa de firmar un contrato con Hollywood. Al principio, la actriz se negó, sin duda porque consideraba que el papel, en la primera versión del guión, no era lo bastante importante, pero luego terminó aceptando. "Sus films anteriores la habían mostrado en papeles fríos, insensibles, sin humor", explicó HItchcock en el estreno de la película. "Entonces le dije: '¿por qué no mostrarla en la pantalla tal cual como usted es, poniendo su propia personalidad? Es brillante, seductora. En ese momento, usted sufre, como muchas actrices inglesas, de timidez frente a la cámara. Quítesela de encima y sea natural".
El primer día de filmación, Robert Donat y Madeleine Carroll debían interpretar la escena en la cual, unidos el uno al otro por un par de esposas, escapan de los falsos policías que los habían arrestado. Ambos actores descubrían entonces, al sufrir sus circunstancias, el humor sádico del cineasta. Hitchcock tomó los recaudos para colocarles personalmente las esposas. Después de algunas tomas, se escabulló diciéndoles que había perdido la llave. No volvió a liberarlos sino... al final de la tarde. "Como técnico, HItchcock no tenía igual en el oficio -destaca John Witehead, el responsable del segundo equipo, a Donald Spoto-. Pero en el plano de las relaciones humanas, podemos decir que tenía una fuerte propensión al sadismo". El resto de la filmación se efectuó sin problemas, salvo que fue necesario acortar los ensayos de  la escena de las ovejas: preferían comer el decorado que ocuparse de las indicaciones del director.
Durante el estreno, el 6 de junio de 1935, la película fue recibida triunfalmente. Hitchcock se contentó  con inclinar la cabeza a modo de agradecimiento: comenzaba componiendo su personaje de eterno gruñón. "Hubiéramos preferido  que nos dijera algunas palabras -escribió un periodista-. Pero podía permitirse su papel de 'Buda del cine inglés' y dejar que su obra hablara por sí misma". De hecho, "Los 39 Escalones" constituye el film más acabado de su período inglés. Las peripecias que se encadenan implacablemente dan origen a algunas secuencias de antología. En efecto, encontramos todos los matices de la paleta del cineasta.
Por supuesto, el suspenso llega a su apoteosis en la escena en la cual Robert Donat que está buscando a una banda de espías, cuyo jefe es identificable gracias a que le falta una falange en la mano izquierda. "¿No será en la derecha?", le contesta éste. La comedia con la reunión electoral improvisada y la escena en la que Robert Donat se inventa un pasado de asesino ("Comencé robando centavos a un compañero de la escuela. Luego pasé a los ataques a mano armada. Finalmente, mi tío abuelo, que está en la casa de la señora Tussand, me enseñó a matar"). El erotismo discreto, con la increíble noche que los dos personajes principales están obligados a pasar unidos uno al otro por un par de esposas. Finalmente la ironía mordaz con algunos picos acerados contra la Iglesia (Robert Donat salva su vida gracias a una Biblia abandonada en el bolsillo de su sobretodo) y contra los policías, que prefieren acosar a los inocentes más que perseguir a los verdaderos culpables.
La película tendrá un éxito tal que Hitchcock no dudará, unos años más tarde en filmar dos remakes más o menos disfrazadas: "Saboteadores", en 1942, e "Intriga Internacional", en 1959. En cada oportunidad, el personaje huye a través de toda una región para hacer estallar la verdad. Además, el film dará lugar a dos remakes plenamente confesadas. La primera, realizada en 1958 por Ralph Thomas, con Kenneth Moore en el papel creado por Robert Donat y Taina Elg en el de Madeleine Carroll. A pesar del aporte del color que valoriza los paisajes escoceses, la película carece de brillo. Más interesante es la versión propuesta en 1979 por Don Sharp, ex director de la Hammer, especializado hasta ese momento en lo fantástico y en la ciencia ficción. Filmada con un lujo de medios impresionantes (la reconstrucción de Londres anterior a la Primera Guerra Mundial es perfecta), se aleja considerablemente del film de Hitchcock. Mr. Memory, por ejemplo,, fue reemplazado por una común libreta de notas. En cuanto al final, se ofrecía no ya en un teatro londinense, sino en el corazón mismo del BIg Ben. Esta secuencia recuerda la persecución en el seno de la estatua de la Libertad que cierra "Saboteadores". En materia de film de espionaje, la sombra de Hitchcock nunca está lejos...
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



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