martes, 7 de julio de 2020

Mi crítica de "El Niño Argentino" (Teatro)

De la plataforma del TGSM pude bajar esta obra escrita y dirigida por Mauricio Kartun, con Mike Amigorena y  Oski Guzmán, secundados por María Inés Sancerni y Gonzalo Domínguez. Siempre le desconfié a la producción de Kartun por una declaración que le escuché, donde decía: "Mis obras son mejores que las de los demás porque yo mmmmmilité..." Uggg, que feo. ¿Así que el hecho de haber sido montonero lo convierte en un autor de excelencia? Ya empezamos mal. De todas formas, "El Niño Argentino" me gustó, a grandes rasgos, si bien como enuncia la gestalt, no hay que confundir la figura con el fondo. La figura es la de una obra enteramente en verso, muy bien construida y con una forma de decir bastante audaz. La puesta en escena también es impecable (la bodega de un barco de primera clase) en la que se dan cita el Muchacho (Oski Guzmán) y el Niño Argentino (un papel a la medida de Mike Amigorena), junto a la vaca Aurora (sí, no es un chiste, se llama así), una vaca de ubres prodigiosas (Sancerni), como todo lo que derrama este país, y un hombre orquesta (Gonzalo Domínguez) que es capaz de ponerle música al espectáculo todo. La acción dramática es poca y nula, por lo cual se me hace difícil el comentario, se basa casi toda en el decir versificado de los dos personajes, que se trenzan en duelos verbales casi imposibles y muy sustanciosos, en donde los pinta de cuerpo entero a cada uno de ellos. El Muchacho, es un peón rural, tosco en el hablar y en el vestir, que poco a poco se irá refinando con su contacto con el Niño. Éste es un típico personaje de clase pudiente, malacostumbrado, poderoso y antojadizo, con un decir bastante ambiguo, que lo acerca al afeminamiento, y un andar ampuloso, todo lo contrario de su apocado antagonista. Van rumbo a Europa, venidos de una tierra prodigiosa llamada Achalay, con gran parecido a nuestra patria, cuyos cuatro confines derraman delicias. El Niño procede a aquella clase que podemos llamar oligarquía. Ya Aristóteles nos enseñó que la oligarquía era la forma impura de la forma de gobierno llamada aristocracia, por definición, "el gobierno de unos pocos". Aunque viendo como van las cosas actualmente en el país no sé si no sería conveniente volver a ese gobierno de pocos, sabios e ilustrados que comandaban los rumbos de la nación.
Pero ahí vamos a lo del fondo (como contrario de la forma). Parece ser que Kartun identifica a esa oligarquía jugadora y borracha y dada a los malos hábitos, con algunos próceres que hayan pasado por esta tierra. Y yo les puedo asegurar que ni los MItre, ni los Roca, ni los Alvear (lo que él identifica con "oligarquía", dada su cualidad de montonero), se opusieron nunca al rumbo del campo, más bien lo impulsaron, sabiendo que en él estaba el futuro de un país agrícola ganadero como el nuestro. El Niño se burla del peón, lo toma a mofa para su diversión al principio, aunque después irán haciendo buenas migas y se convertirán en compinches. El Muchacho cuida celosamente de su vaca, y hasta se puede interpretar que es su amante, pero su fidelidad se verá traicionada cuando el Niño, en un arranque de capricho se decida a violarla. Allí se instala "la traición", como fuerza nacional que dividirá al campo y la ciudad acomodada. El Niño exige leche de esa vaca, que luego será mezclada con agua para pagar sus deudas de juego y alimentar a toda la parentela que descansa sin remedio en la cubierta del buque. Allí están Papá y Mamá, dos ricachones que no ven más allá de sus narices, su hermana, la de "vulva fácil", que se pierde por los uniformes y no duda en acudir al camarote de cuanto capitán, soldado o bombero encuentre; junto a su otra hermana, la que salió gorda y que "esa va para monja". Así se compone la familia (no sin alegorías ciudadanas) de este Niño que asola las pampas argentinas (o de Achalay) sin dejar ubre en pie. El problema empieza cuando a la vaca ya no es posible explotarla más porque se han resentido sus ubres, pero el Niño insiste en sacar leche de ella, ya que las deudas lo acogotan (una metáfora que no deja de ser nacional) (Y que pintan de cuerpo entero al Ser Nacional). Luego vendrá el sacrificio de la vaca, tornándola asado para los comensales, máxima traición que el paisano no soporta y que el Niño va a acabar pagando con su vida. 
Hay dos escenas significativas. Una es cuando ambos camaradas vuelven de la juerga en cubierta, invertidos sus ropajes (uno de rastra y bombachas y el otro de impecable capa y chaleco blanco, blanco todo él), quienes los han intercambiado para cambiar sus personalidades y permitirse chanzas que de otra forma no serían posibles, una de ellas es haber rociado con el ron de los panqueques a un hombre y prendiéndolo fuego, acción llevada a cabo por el Muchacho y achacada al señorito, dado el intercambio de vestuario. La otra, de más violencia física y hasta asfixiante, es cuando el Niño comete acceso carnal a la vaca y se pone un collar de ahorque, del que lo zarandea el peón hasta casi asfixiarlo, se convierten por un rato los papeles de amo y esclavo en noble inversión (en ambos sucesos). 
Mike Amigorena demuestra todo su talento no sólo en los movimientos físicos y en su inflexión de voz sino que hasta improvisa un monólogo de ventrílocuo que le sale muy bien y hasta es diestro con las cartas en un juego de prestidigitación. Todo en su cuerpo incita a la ambigüedad (ningún otro actor se presta a ese juego tan bien como Amigorena), todo, su andar, sus modos, su inflexión de la voz indican un gesto inconducente del personaje. Oski Guzmán no se le queda atrás y es diestro con el malambo y el florear del pañuelo, de gran expresividad y ambos actores trabajan con todo su cuerpo en esta brillante dirección por parte de Kartun.
Y decimos que el Niño paga la traición con su vida, porque cuando se desviste para que el peón lo bañe en la batea, éste lo acuchilla y lo mata, no olvidando que ha sido desagraviado con su hembra, la vaca a la que se vio obligado a comer. Un duelo actoral donde no se permite ni un titubeo, ya que toda la obra está pautada y metrada en verso, sin que sea posible saltearse ni una coma. Impecable versión, registrada en el 2006 en el San Martín, de esta obra para la polémica de un polémico autor, que sin embargo se cuenta entre lo más granado de la dramaturgia nacional.
Para no perderlo... y opinar.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



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