jueves, 30 de julio de 2020

Mi crítica de "Las Pequeñas Patriotas" (Teatro)

Esta semana me di un empacho de la mejor Norma Aleandro, acá acompañada por otro talento: Adriana Aisenberg, en otra labor consagratoria. Y junto a ellas Juan José Hermida, la "Señorita" de música, aquellas maestras que eran de verdad "señoritas", capaces de aporrear el piano y de enjugar sus lágrimas ante "Aurora" o la "Marcha de San Lorenzo". La dirección corre por cuenta de Helena Tritek, quien supo imprimir toda la veracidad y locuacidad en estas dos pequeñas "estudiantas". Los actos escolares dan mucha tela para cortar, y este, que nos retrotrae a los años 50, plena época peronista en donde se hacía un culto militarista de los héroes nacionales de bronce, nunca tan alejados de la realidad como en aquella época, sumado a cuanto motivo folklórico o bucólico hubiese por ahí.
Son dos niñas de 10 ó 12 años, una cumplidora y atenta, quien lleva la voz cantante (Aisenberg) y la otra medio tarambana, distraída o directamente díscola (Aleandro) quienes desglosan canciones escolares de manual o pequeñas poesías eglógicas. Cuánto ha cambiado la educación (para bien) al no hacer repetir a los niños esas pacaterías que les ahuecaban el cerebro, creyendo que los hacía más "sensibles" y "receptivos". En mi época, por ejemplo, teníamos una maestra de música a la que se le había dado por enseñarnos tangos, y así cantábamos "Sur" o "Chiquilín de Bachín" mientras las madres abrían los ojos grandes ante eso de "y a su madre mira, yira que te yira..." pero bueno, éramos pibes "progres", apoyados por mi maestro al que le gustaban mucho los tangos.
Pero volvamos a la obra. Los números musicales o recitativos se suceden sin solución de continuidad y ahí pueden verse las artes escénicas de Normita y Adrianita, dos niñas que nacieron para el escenario. Así desfilan "El abanico negro", "El mendigo", recitado de Rosalinda Pérez o "Don Secundino", poesía campestre de Hilario Roldán. Y la gracia está en el decir, marcando las ll de "lliuvia"o "ieso" por yeso, todo según marcaba la maestra de declamación, algo muy común en la época en que las niñas recitaban para conmover a sus tías y abuelas e invitados a las reuniones. El andar de ambas niñas también es emblemático, moviendo esos piecitos con una gracia... rayana en la zoncera. Como así las manos con sus ademanes cadenciosos o las efusiones de sentimentalismo que provocaba cada poesía eran remarcadas a fuego y sangre en esas niñas que apenas podían pronunciar sus nombres. Pero viera lo lindo que recitaban... y que cantaban las canciones patrias. No hay espíritu de burla por parte de la directora ni de ambas actrices, sí de una gracia desmañada que es innata de aquellos años de la niñez en donde se pretendía que los chicos fueran un ejemplo de nobleza y rectitud, así como de moral cristiana.
Le siguen "La espigadora", otra declamación y "La japonesita" una canción pretendidamente pícara que no alcanza tal altura. La niña Adrianita es la que lleva el compás y Normita se pierde en los meandros de tan difíciles composiciones, y en su propia niñez, que estaba más para juegos infantiles que para declamaciones ante el público, si bien se tentaba por momentos en saludar a algún familiar entre el auditorio. Adrianita era más consecuente con la formalización de la maestra y de la profesora de música, llevaba las medias altas mientras que Normita ostentaba zoquetes que la hacían más chambona. Normita nunca entra a tiempo, dice su parte como un trabalenguas rápido que hay que cumplir como una obligación y a otra cosa. Sufre horrores cuando la "señorita" se lo obligue a repetir y allí va ella, embalada como una saeta a cumplir nuevamente con su cometido patrio. Siguen los "Consejos morales", impartidos por las dos niñas, algo que estaba muy de moda en estas épocas del General: la moral y la rectitud en la escuela y en la casa (pero no en la Nación, no vayan a confundir) y sabiamente impartidos desde la más tierna infancia, para que se les inculque bien a esos energúmenos cómo tienen que proceder en la vida. (Haz lo que yo digo mas no lo que yo hago). Además había que fomentar el amor por todo lo que fuera nacional, por eso se enseñaba folklore en los recreos, para que los niños no se distrajesen de lo "importante": amar el suelo argentino como así también amar al General Perón y a su esposa Evita. Sigue otro recitado didáctico: "La papa" así como la poesía acumulativa "Peces del Paraná". Sigue luego un número gracioso (pretendidamente) "La magia del Lejano Oriente", manejado a solas por la niña Normita, que termina en desastre por su mala capacidad para la magia así como un truco impensado que termina por asustarla de sus propios dones.
A continuación un "Consejo maternal", poesía lacrimógena del tan vapuleado Olegario Víctor Andrade y tan frecuentado por las maestras de aquella época (y de la mía también, para qué engañarnos). Acá se vuelven a lucir las dos en un papel a la medida para cualquier gran actor (o actriz, en este caso). Sigue un compilado de "Canciones infantiles" donde se sienten más cómodas aunque "con el pico cortaba la rama, con la rama cortaba la flor", les da un poco de vergüenza. No importa que la Señorita de música interprete la Marcha triunfal de "Aída", "Para Elisa" o la "Polonesa", e incluso el tan vapulado "Danubio Azul", siempre será un deleite escucharlos de la mano de ese gran intérprete que es Hemrida, incluso fallando, como en la ejecución de la "Polonesa" (inconclusa). Llega luego el número "Honor de la juventud", en donde se hace alarde de las virtudes gimnásticas y acrobáticas de miles y miles de jóvenes adoctrinados para fortalecer el cuerpo (y el espíritu) como en los desfiles mussolinianos, en donde abrevó el General para llevar adelante su doctrina, sin duda. Luego Normita, con un pequeño violín de reducido arco acompañará a su maestra al piano para sacar sonidos coherentes. Un acierto de la talentosa Aleandro. Adrianita recitará "El negrito zulú", poesía negra americana de autor anónimo, con toda la gracia y la potencia que esta actriz sabe infligir a sus composiciones. Normita recitará versos sobre la marcha "Aurora" (de la ópera del mismo nombre), calzando un gran gorro frigio y apurada porque se está haciendo pis encima. Sólo le importa terminar de una vez, y recita todo con extrema rapidez y como sacado por un tirabuzón mientras se trabuca de lo grande. Luego viene una Oda a Colón, con ambas niñas portando carabelas y que finaliza en un solo de castañuelas por parte de la Aizenberg. Se siguen sin solución de continuidad los temas folklóricos "Anahí", "El Humahuaqueño", "Pala, Pala" y un Malambo con bombo y boleadoras que termina en espanto. Y finaliza el gran acto conmemorativo, como no podía ser de otra manera, con las niñas bailando el "Pericón Nacional" (danza aburrida si las hay), pero con todos los pasos dictados a voz en cuello por la Señorita.
Conclusión, un manantial de recuerdos para quienes vivieron aquellas épocas, y la evocación de lo que pudo haber sido para quienes no las vivimos, una catarata de humor y de buen gusto, todo aderezado por la buena mano musical y marcial del piano de Juan José Hermida. Y un gran logro para Norma Aleandro y Adriana Aizenberg que calzan justas en esos papeles de niñas (que parecen tan fáciles) pero tan difíciles de interpretar sin caer en el grotesco o en la machietta.
Lo pueden encontrar en el canal del maipo en youtube. ¡Que lo disfruten!
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



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