miércoles, 21 de junio de 2017

Mi crítica de "Il Casanova, de Fellini" (Cine-Fellini-1976)

"Casanova-Fellini" tiene la rara virtud de ser la película más aburrida de este director magnífico, compartiendo el podio con la espantosa "La ciudad de las mujeres". Es de resaltar la siempre adecuada performance de Donald Sutherland (Fellini quería a Mastroianni para el personaje, pero por cuestiones de contrato, le exigieron que fuera un norteamericano, a quien maltrató durante todo el rodaje), la fotografía siempre cuidada y preciosista de Giuseppe Rotunno, el montaje de Ruggero Mastroianni y la desenfrenada música de Nino Rota. Además, la dirección, que, por momentos se nota cansada ante tanta repetición de situaciones vacías. Es de 1976 y es una adaptación libre (muy libre), de las "Storie della mia vita", de Giacomo Casanova.
Escribe Fellini que a Ennio Flaiano le gustaban mucho las "Memorias" de Casanova, hasta el punto de constituir uno de sus libros de cabecera. Él nunca compartió esa afición; se resistía a leerlas, no le procuraban ningún placer y le ahogaba su carácter de vetuscidad polvorienta y carente de vida y poesía. Cuenta que las leyó con atención por primera vez después de firmar el contrato de compromiso de la película. La experiencia le deprimió hasta el punto de que tuvo la sensación de haber dado un paso en falso al aceptar el encargo. Giacomo Casanova le resultaba un personaje fastidioso, sus conquistas le aburrían y el siglo XVIII le parecía agotado desde el punto de vista estético, no era adecuado para inspirar algo nuevo. Puede que esto sean exageraciones de Fellini, pero lo cierto es que su antipatía por el personaje es uno de los motores, conscientemente puesto en marcha -hay otros más oscuros y secretos-, del film. Se propuso, dice, contar las aventuras de "un zombie, una fúnebre marioneta sin ideas personales, sentimientos,  puntos de vista, un 'italiano' aprisionado en el vientre de la madre, sepultado allí dentro fantaseando sobre una vida que nunca ha vivido verdaderamente, de un mundo carente de emociones"
"Il Casanova" es para Fellini una obra abstracta e informal sobre la "no vida", un ballet mecánico y sin sentido, de museo de cera.Un mundo habitado sólo por formas que se componen y se descomponen, una fascinación de acuario, un desmemoriamiento de profundidad marina, donde todo está completamente aplanado y frío. Casanova es un Pinocho, un ojo vítreo que se deja correr sobre la realidad -y traspasarla, cancelarla-, sin intervenir con un juicio, sin interpretarla con sentimiento. Son palabras del propio realizador, que ponen fin a este texto extraordinario y lúcido comparando el mundo de su Casanova con el actual, en el que uno se deja vivir con "dramática y exuberante inercia". Los juicios de Fellini sobre sus películas son siempre de una gran agudeza. Tiene la rara virtud de ser muy gráfico cuando discurre verbalmente sobre sus propios recursos: "...la cara desencajada de Sutherland, de caballito de mar, su mirada estúpida y alarmada, su sonrisa leve y embrujada mientras gira enlazado con la muñeca mecánica en una eterna vuelta en círculo, con los calzones de lana y la capa de Drácula..." En sus textos es muy duro con Casanova como personaje. Sin embargo eso no quiere decir que no ame su obra -cuyo coguionista, por cierto no fue Flaiano sino Zapponi-. Vencidas las primeras resistencias, parece haberse enamorado de ella. A pesar de las malas críticas y el desconcierto del público ante esta película antipática y dura de ver,no duda en hacer una afirmación muy concluyente: "Casanova me parece mi película más bella, la más lúcida, la más rigurosa, la más lograda estilísticamente".
El carácter mecánico de Casanova, de títere o zombie atravesado por corrientes eléctricas que lo ponen en marcha, carente de verdadera vida, criatura trivial, en suma, se pone de manifiesto en todas las escenas del film, estructurado como un rosario de aventuras y episodios aparentemente independientes. Y no sólo eso, sino que contamina todo su universo haciendo que los demás lo sean. Lo es, literalmente, la muñeca, que tanta importancia tiene en la última parte de la película, lo son los diferentes pueblos y nacionalidades (franceses, españoles, ingleses, suizos, alemanes), lo son las mujeres y lo son los hombres: todo el film, todo el universo casanoviano es una gran farsa que se mueve al son de las notas que emite el pájaro autómata, evidente emblema del falo, cuya sombra en las paredes de las alcobas vemos danzar espasmódicamente mientras su dueño ejecuta proezas sexuales que le acarrean, no la fama de amante espiritual y atleta carnal que busca, sino la de asno semental, como le repiten una y otra vez los otros personajes.
"Il Casanova de Fellini" ha irritado a los estudiosos de Casanova, que no han comprendido que es justamente "de Fellini", y no una criatura de archivo y biblioteca. El Giacomo Casanova de Fellini no es un ilustrado, sino un "mascalzone". Quisiera serlo o al menos pasar por tal desde el principio de la película. Cuando hace el amor para deleite de los ojos del embajador francés, recita su curriculum de sabio que domina muchas ciencias y habilidades y que es capaz de aumentar las riquezas de los estados. Bonita declaración, después de lo que, a través de los ojos del pez en la pared, hemos visto. Tiene, eso sí, sentido común y capacidad retórica suficiente como para pasar por un caballero cultivado, pero nadie le toma en serio. El hecho de que su efigie aparezca mancillada en los retretes de Waldstein, al final de su vida, es significativo. Ante esta afrenta declara que el retrato es una página arrancada de su novela "Icosamerón", gracias a la cual, dice, se hablará de él durante muchísimos años. Se proclama célebre escritor y pronuncia su propio nombre mientras su sombra decrépita se superpone al retrato, que le representa joven y arrogante. Pero el pobre está preocupado sobre todo porque no le dan macarrones para cenar...
En definitiva, una película sólo para quien se dedique a exhumar los restos artísticos de Federico Fellini, el resto, puede dejarla pasar.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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