sábado, 3 de junio de 2017

Mi crítica de "Invencible" (Teatro)

El jueves me arriesgué a ir a ver esta obra, sin haber leído ninguna crítica previa ni tener referencias concretas más que el nombre de los actores y el director, lo que le daba cierto prestigio. Hoy salió la crítica en "La Nación" y dice el autor de la pieza Torben Betts que "lo que motivó su escritura: la crisis de las hipotecas, el salvataje a los bancos, la invasión a Irak y todo ese frenético desbarajuste vivido en el mundo en las últimas décadas; desbarajuste de el que él y su familia fueron víctimas directas". (sic "La Nación"-Federico Irazábal) Pero no se preocupen que de todo eso no hay nada en la obra. Lo único que se le acerca es que el hijo de Pablo y Laura (Carlos Portaluppi y Guillermina Valdés) está enrolado como soldado de paz en la ONU. Pero nada más.
Pablo y Laura son los vecinos huecos y ordinarios de Julio y Emilia (Héctor Díaz y Valeria Lois), estos últimos, una pareja de clase media en la que ella es una tenaz defensora del marxismo y que está en contra de la propiedad privada, de la acumulación de capitales y de mandar a sus hijos a una escuela privada (aunque lo hacen). Todo esto está tomado en solfa, como crítica al comunismo ya que nos instalamos más en la mirada de su pareja (no están casados, por voluntad de ella), un pequeño burgués de clase media que le sigue el ritmo a ella si bien sostiene sus puntos de vista, que son muy disímiles, y está empeñado en deshacerse del gato de los vecinos, "Invencible", el que le da título a la obra y sobre el cual girará toda la propuesta, ya que hace la vida imposible de su mujer, meándole las plantas y asustando a sus hámsters. Ella, en sus ratos libres (no sabemos de qué trabajan, si lo hacen o no) es pintora no figurativa, con nombres socialistas para sus cuadros, lo que despierta la instantánea carcajada.
Quien piense encontrar en esta obra otra cosa que no sea un fugaz entretenimiento, está muy equivocado, que rumbée para otro lado, ya que la pieza, si bien no la puedo considerar de incosistente, es pasatista y de rápido consumo y olvido.
Una noche invitan a sus vecinos para presentarse, Laura llega primero porque su esposo se ha quedando mirando el partido de fútbol. Ahí descubrimos que es la clásica rubia tonta, bien puta, vacía, sin nada que opinar y bastante ordinaria, papel que le calza como un guante a Guillermina Valdés y por lo que la debe haber elegido Veronese para su elenco, ya que no es una actriz de primera línea (lo dejó establecido en "Sexo con extraños", que si no fuera porque es la pareja de Tinelli no conseguiría esos trabajos). Le tira lances a Julio y este se hace el desentendido si bien calan hondo ante una presencia de mujer tan escultural. Ella reclama bebidas alcohólicas si bien en esa casa sólo hay jugos y bebidas light ya que parece que tuvieron problemas con el alcohol en el pasado, que desencadenó la muerte de un hijo (no queda nada muy en claro al respecto, sólo que tuvo que ver con la venta de un cuadro de ella).
A los momentos llega Pablo (como siempre efectivo Portaluppi), de oficio cartero y que tiene la virtud (o defecto, según se mire) de, al igual que Julio, hablar velozmente para expresarse, a veces para no decir nada y otras para decir mucho. Es un apasionado del fútbol, cosa que su mujer detesta y no consigue entender cómo su esposa pudo fijarse en él, gordo y sin ninguna gracia, que fue la mejor bendición del cielo que le ha tocado y por la cual está infinitamente agradecido. Hasta le hace afirmar a Julio lo "buena" que está su esposa, algo que él hace reticentemente. Cuando descubre el libro de Marx "El Capital" sobre la mesa se alegra y le dice a Emilia que comparten gustos, lo cual alegra a ella y se estrechan en un fuerte abrazo, para decir después que no hay nada tan grande como los Hermanos Marx y ser "Sopa de Ganso" su mejor película (lo mismo opino yo, ya que la considero la mejor comedia que se haya filmado jamás). Enseguida se refiere a que admira a "Los tres chiflados" y hasta se anima con una imitación perfecta de Curly, algo que repetirá obsesivamente a lo largo de esta primera parte.
Pablo trae consigo latas de cerveza y baila con su mujer al son de una cancioncilla que los pinta de cuerpo entero "Cómo me gusta la lata". Él se reconoce también como pintor y se atreve a traerle un par de cuadros a Emilia para que los evalúe. Son cuadros del gato, pero dice que sus mejores obras son los desnudos que tiene de Laura. Emilia, después de dar rodeos le dice que no tiene ningún talento para la pintura.
Hasta acá todo bien, pero la cosa cambia cuando Julio mata de un piedrazo a "Invencible" y Emilia, amante de la verdad, le dice que se lo tiene que confesar a sus vecinos, quienes lo buscan denodadamente hace cinco días. Julio se rehúsa a decirles lo que hizo, pero es Emilia quien va a su busca. Los hace pasar y les dice que Julio tiene algo que decirles y vuelve afuera. Allí confiesa Laura a su marido que la cruel verdad es que ha tenido sexo con Julio, algo que él se niega a aceptar al principio pero después accede. Por supuesto que él no les dice nada de lo del gato. A partir de aquí es cuando se enreda la comedia y sale lo mejor de las situaciones, sobre todo los malos entendidos entre Pablo y Emilia creyendo de que hablan de una cosa cuando hablan de la otra. Pablo se siente profundamente herido y traicionado por su amorcito y ya ha desturído sus 154 cuadros por la evaluación de Emilia.
Contar más sobre la obra sería una traición a quien piense verla, pero hago mías las palabras del director, Daniel Veronese, que sugiere que no hay nadie que sea "Invencible", así como murió el gato puede morir la confianza entre las personas y la ficticia amistad que los alimentaba. Es más, agrego yo, ¿sabemos quiénes son nuestros vecinos y hasta dónde son capaces de actuar? ¿Podemos confiar en nuestro cónyuge de manera ciega descontando como va a proceder? ¿Se pierde el amor por cuestiones que atañen a lo físico y al aburrimiento en la pareja? Todas estas son las preguntas sobre las que juega la obra, si queremos pensarlas, como motivos disparadores de situaciones. Debo sumar que tanto Héctor Díaz como Valeria Lois conocen el oficio y saben jugarlo muy bien, y que Veronese es un gran creador de climas, tanto de hilaridad como de tensión y suspenso.
Como dije antes, sólo recomendable para quienes quieran ir al teatro a pasar un buen rato y nada más. Sin grandes pretensiones. Y ver una comedia muy bien jugada y aceitada que ofrece no pocos momentos reideros.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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