martes, 25 de diciembre de 2018

Mi crítica de "La Dama del Perrito" (Cine-1960)

Vi esta hermosa película del director ruso Iosif Kheifits, basada en el célebre cuento de Anton Chéjov que ha dado nombre a tantas antologías y quedé admirado por la sencillez y sobriedad con que trata el tema. Debo recordar que ya lo había visto reflejado en el cine, de una manera más graciosa, en el film de Nikita Mijalkov de 1987 "Ojos Negros", que unía tres cuentos del célebre dramaturgo ruso. Y quiero detenerme en el perrito. Por la película de Mijalkov me enteré que "perrito" en ruso se dice "sabatchka", y ese fue el nombre que precisamente elegí para mi primera y única mascota, una perrita siberiana que enseguida adquirió ese título. Por eso escuchar la palabra en el film de 1960 trae a mi cabeza infinidad de recuerdos de ese animalito tan querido y que tengo enterrado en el fondo de mi casa.
Pero vamos al film en sí. Como en toda la dramaturgia de Chéjov, parece no ocurrir nada importante en el texto, y por el subtexto pasan miles de cosas. En esta historia sucede algo similar. Es una historia de amor simple y bella, que se desarrolla en los tiempos de Chéjov, es decir en pleno siglo XIX, cuando se usaban vestidos largos (las mujeres) y levita y galera aún en verano (los hombres, claro está) y los niños y niñas besaban en la mano reverencialmente a su madre antes de irse a dormir. Por eso que esta historia de amor supone todo un escándalo... Veamos.
En Yalta, un lugar veraniego de Rusia se encuentra descansando Dimitri Dimitriovich Guírov (Alexei Batalov),  hombre casado y con tres hijos, quien sin embargo veranea con un grupo de colegas y amigos. Allí conoce a una extraña dama joven (22 años), hermosa (la actriz Lya Sábina), rubia, de increíbles ojos claros, que pasea sola por la costa paseando a su perrito pomerania blanco (¿cómo no enamorarse de ella en la vida real, si realmente es hermosa?). Enseguida surge el contacto, muy circunspecto, como era habitual en la época, pero ella se demuestra como una mujer casada que está esperando el viaje de su marido. Comienzan a frecuentarse e ir tomando confianza hasta que, pasada una semana de conocerse, él no puede más y la besa. Ella apura el tranco y se dirigen a su hotel, donde se acuestan... (¿Cómo, en aquellos tiempos? Sí, o creen que los chicos nacían de un repollo...). Pasado el acto en cuestión ella llora y se arrepiente porque cree que él no la va a respetar más y pensará que es una mujer fácil y mala. Mientras él come sandía, la famosa sandía que aparecía en la película de Mijalkov y en el cuento de Chéjov. Él se demuestra enamorado, a lo que ella responde con igual condición. Le dice que está casada con un funcionario, un hombre inferior, un lacayo, y que siempre soñó con otra vida. Dimitri vive en Moscú, ella en San Petrsburgo. El nombre de ella es Ana Serguéirovna y promete recordarlo toda la vida. Luego de una carta de su esposo, decide volver a su lugar de origen y se separan con la intención de no volver a verse nunca más y quedar sólo como un buen recuerdo.
Pero el diablo metió la cola, y aunque Dimitri vuelva con su esposa y sus hijos, no deja de pensar en ella. Hasta cree reconocer al perrito en la calle, por lo que se baja del ómnibus y lo sigue, hasta dar con un truhán que quiere vender al perro para comprar café y él reconoce que se equivocó de can. Un amigo le confiesa que no ama a su mujer y que ella se casó con él sólo por su dinero, y le pregunta si él no tiene secretos. "Todos tenemos una vida privada", le responde Dimitri haciendo mutis por el foro. Las actuaciones están un poco sobreactuadas, como si estos actores no conocieran que existió Stanislavski y todo su método. Pero bueno, la película está bien en normas generales y no vamos a hacerle asco por tan poca cosa (la chica sigue siendo la "más hermosa"). Entonces Dimitri decide viajar al pueblo en San Petrsburgo donde vive ella junto a su marido. Como conoce el nombre del quía enseguida le ubican la casa. Allí se queda largas horas, entre la nieve, esperando que Ana salga, pero sólo sale Rolf (el perrito) a pasear. A la noche ve salir a la pareja de esposos para la ópera y allí se encamina él. La ubica enseguida con los prismáticos, y en el intervalo decide acercarse. Ella, loca de amor, sale con él detrás, del teatro y van hacia las sombras sonde puedan besarse y le pide que desaparezca de su vida, que ya nunca volverá a ser feliz y le jura que irá a verlo en Moscú en el verano.
Se vuelven a separar. Llega el estío y mientras la nieve se derrite ella anuncia su llegada. Él va a verla al hotel en que se hospeda y dichosos vuelven a besarse y a encamarse, diciéndose por qué no se conocieron antes para no tener que vivir cada uno con la persona equivocada. Dimitri le reconoce que tuvo muchas aventuras durante su vida de casado pero que nunca se había enamorado, hasta ahora. Llega la hora de la separación, y al igual que al final de "Tío Vanya" discurren con frases como "ya algo se nos va a ocurrir" "ya haremos algo", etc. Cuando él baja a la calle, Ana todavía lo mira por la ventana y, entre lágrimas, le hace con la cabeza un gesto afirmativo. Fin.
Qué se puede agregar al mundo de Chéjov si ya ha corrido tanta tinta. Sólo que es muy complejo, que detrás de lo aparente se esconde todo lo que no se dice ni se hace (los encuentros íntimos, en la película, están magníficamente sugeridos por un cigarrillo encendido y nada más), que es un creador de universos riquísimos e intrincados, que, como dijera Woody Allen en una de sus obras: "Esas obras rusas donde no pasa nada... por la misma plata podemos ver un musical". Y agradecerle al autor ruso toda su compleja maquinaria de sentimientos y sensaciones puestos a la orden de los actores que interpretan sus obras: se dice que el que puede hacer un buen Chéjov en el teatro, puede hacer cualquier cosa.
Y agradecerle también al director Iosif Kheifits por habernos regalado un momento de placer tan elegante y exquisito, así como sobrio y remarcado por una banda de sonido más que interesante, que recuerda a los grandes compositores rusos, sobre todo a Rachmaninov. Una película regalo para ver en el día de Navidad, como hoy y que disfruté con toda el alma, recordando a mi Sabatchka querida y metiéndome de lleno en el mundo de Chéjov. Si pueden conseguirla, se las recomiendo, es un gran exponente del cine contemporáneo más antiguo.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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