jueves, 13 de diciembre de 2018

Mi crítica de "Una Mujer de otro Mundo" (Teatro)


En esta ocasión nos convoca Teatrix para ver esta obra de Noel Coward según una puesta brasileña, adaptada y dirigida por un tal Alexandre Reinecke. Ya empezamos mal, lo de "adaptada", mmmm... Y sí, la adaptación no es del todo afortunada, debo decir que me decepcionó bastante, llena de gritos merecidos (e inmerecidos) por las situaciones, de corridas y de un desequilibrio interno que es difícil de ocultar. No es un auténtico Coward aunque se tomen martinis y cognacs cada dos por tres, le falta el espíritu del audaz comediógrafo norteamericano. El título hace alusión a un matrimonio casado en segundas nupcias por parte de él, Charles y Ruth Condomine, después de siete años de haber enviudado de Elvira, su joven y hermosa primera esposa. Pero la visita de una medium a la casa lo pone en contacto con su esposa muerta, a la que sólo él puede ver y oír y creando un sinfín de desencuentros desde lo verbal y lo corpóreo con su actual mujer. La comedia parece una de los Tres Chiflados en un mal día, y los desatinos por parte del presunto "bígamo" in fraganti se hacen reiterativos y pesados. Apenas alguna frase dicha al pasar puede despertar alguna sonrisa, sino todo lo demás es cansino y previsible. Además, no plantea muchos interrogantes sobre la condición humana (ni pocos) dignos de destacar y la obra no va más allá del enredo y el desconcierto. Desconcierto aplicado en la forma de cuando se produce un desperfecto en un concierto, cuando cada instrumento suena por separado de los demás, no obstante que haya química en el elenco y estén bien diseñadas las situaciones.
El resumen de la anécdota es este. La pareja establecida, invita una noche al médico de la familia, un escéptico para lo sobrenatural, llamado Dradman y una parapsicóloga de poca monta (una chanta) que pretenden vendernos por graciosa debido a sus trances e invocaciones,  Mme. Arcati, para inspirar a Charles la escritura de un nuevo libro basándose en tomar el pelo a la médium. Luego de la cena, bien servida por la mucama Edith, se distribuyen en la sala y, en torno a una mesa invocan a los muertos. La mesa se eleva, responde a los "sí" y "no" que le exige Mme Arcati, y por último se abren las ventanas y aparece una bella y joven rubia  con un ceñido vestido transparente que deja ver su figura, a saber, la difunta esposa del Sr. Charles. Desde aquí todo es un desquicio, él le habla y ella le contesta, pero al ser el único que la puede ver, sus diálogos caen en el aire, y lo que le dice a ella es tomado por Ruth, su actual y bella mujer. Cuesta mucho hacerle entender a Ruth que no está viendo visiones ni que ha enfermado de la cabeza, hasta que por fin ella también se convence de la presencia de la muerta. Allí reside la gracia de toda la obra, en las previsibles corridas y caídas para entenderse con su extinta mujer y no desentenderse con la actual. Pero el amor de Elvira por Charles es inmenso y mezquino, lo quiere todo para él, si bien reconoce que fue promiscua e inmoral, adepta a la diversión y superficial, y que lo engañó la misma noche de bodas con el capitán de un barco. Digo mezquino porque lo que se propone Elvira, en definitiva, es llevarse al bueno de Charles para el otro mundo. Y así corta los frenos del auto, que terminarán matando a la celosa Ruth. Entretanto Charles ha hecho volver a Mme. Arcati para que deshaga la aparición, pero esta en vez de hacer desaparecer a la muerta hace comparecer a la nueva y flamante finada: Ruth. Ahora son dos las que se disputan el amor de Charles y lo molestan sentadas encima del piano. Finalmente la paranormalista puede deshacerse de las dos fantasmas y todo vuelve a su cauce. Pero la hora y media que hemos pasado bostezando nosotros no la justifica.
En fin, una obra que no da para mucho, en todo caso es un Noel Coward menor, que deja deslizar la frase: "nos iremos a Brasil, tú siempre quisiste convivir con la pobreza", lo que destapa irónicas risotadas entre los concurrentes al espectáculo, quizá la más afortunada de las frases puesta en boca de los personajes. Toman mucho, visten bien y variado y se deja ver el lujo de toda la producción de Coward, ya recurrente en estas páginas... pero como vemos, eso no basta. Una obra más para llenar el catálogo de Teatrix, que no obstante cuenta con la mayoría de aciertos. Para ver en una tarde de lluvia como la de hoy.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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