viernes, 21 de diciembre de 2018

Mi crítica de "Mi Obra Maestra" (Cine)

Es ciertamente despareja esta película, primera en solitario de Gastón Duprat, aquí con su colega director y guionista Mariano Cohn sólo en el rol de productor. Han logrado juntos obras memorables, desde "El Artista", pasando por "El Hombre de enfrente" y "El Ciudadano Ilustre", todas ellas dedicadas a inmiscuirse en el mundo de la creación artística. No digo despareja en cuanto a que falten ideas o materiales que desplegar, sino en la falta de un cierre que en las otras daba vuelta todo el sentido de la película y que en esta no sale de la medianía, no sorprende.
Estamos como siempre, metidos en la cocina del arte, acá a través de un pintor, Renzo Nervi (Brandoni) que supo tener su época de esplendor y que ahora ha caído en el olvido. Y su amigo y marchand, Arturo Silva (Francella), quien desde la primera escena se reconoce como un asesino (¿de quién? ¿en qué circunstancias? ¿ha llevado a cabo su "obra maestra"?).
Desde el comienzo una guía de arte nos dice en inglés que nos detengamos a observar la pintura, que le dediquemos tiempo, que a una obra artística no debemos "entenderla", sólo nos emociona o no. Para dar luego paso a la introducción de la azarosa vida de Renzo Nervi. Tal vez este consejo nos sirva para la película en sí, no debemos tratar de pedirle respuestas, sino ver tan sólo si nos conmueve el mensaje o no.
Y la verdad es que le falta convicción para conmover, más allá de ese pintor bohemio y anarquista que se rebela ante el poder establecido (y no sólo de pensamiento, como ejemplo la obra que hace para el empresario Larsen, que cuando la descubren en pleno acto de inauguración de la empresa, contiene su nombre junto con una pintada obscena) y no transa con los mercaderes de los precios y las demandas. Un hombre que así como es de rebelde es poseedor de una infinita ternura ante su galerista y su familia de mascotas. El personaje de Francella, si bien ocupa más metraje en la obra está más torpemente trazado, un poco desdibujado, con trazo grueso, haciendo metáfora con el tema del dibujo y la pintura.
Cuando Nervi es desalojado de la casa que alquila, se instala en la vereda con su pobre mobiliario y sus perros y gatos. Decide irse un rato a comer, y luego de un almuerzo opíparo y de degustar una caña italiana, llama al mozo para decirle que no va a pagar la cuenta, a cambio de todo lo que la sociedad le debe a él y el favor que ha hecho de prestigiarle el local con su presencia. El maitre acepta su explicación y lo deja ir. Pero mientras cruza la calle un camión lo atropella y va a parar a un hospital en coma.
Cuando despierta, en la habitación de un sanatorio pagado por su amigo y marchand, ha perdido la memoria amén de unos cuantos huesos rotos. Le agradece a Arturo con lágrimas de emoción y poco a poco va recuperando el sentido y la memoria. Es visitado por su ex-novia veinteañera (él está por cumplir 80), que le reprocha al oído su pobre desempeño sexual y que ahora está acompañada por quien le corresponde. Pero él no se amilana. En una de sus crisis le dice a Arturo que ya no quiere vivir más y a pasos de que le estén por dar de alta intenta suicidarse. Allí es cuando le dice a su amigo que ya sabe lo que tiene que hacer con él. Y cuando Arturo le pide al enfermero algún remedio que pueda matar sin dejar rastro.
Es importante aclarar que Renzo ha conocido a Alex, un aspirante a alumno español al que él le dio una gran lección, que haga cosas para ayudar a los demás en lugar de querer pintar, que para eso hay que ser egoísta y egocéntrico. Este Alex reaparecerá en la clínica, ya activo en una ONG y agradeciéndole por el consejo. Y de ahí en más se convertirá en un inspector Gerard o Javert de los pasos de los dos amigos, y será un pilar indispensable en el desarrollo de la historia.
Conectemos nuevamente a una aparición de Nervi, hablando desde un video, ya muerto, y es ahí cuando su obra empieza a cotizar en valores siderales, obra que en vida había donado a Arturo en compensación por sus gastos de internación. Con Dedé (Andrea Frigerio), Arturo empieza a organizar exposiciones en los lugares más excelsos del mundo, y hasta un jeque árabe quiere comprar toda la producción de Nervi a un alto valor. Dedé se niega, pero Arturo le dice que ha encontrado casi una centena más de cuadros de su protegido. La venta se lleva a cabo.
Pero volvamos al comienzo, ya que nada es como parece ser o como Duprat quiere engañarnos (los hilos se le ven desde muy lejos). Francella se ha declarado un asesino. Pero, ¿mató él a Renzo? ¿Se suicidó? ¿Murió por causas naturales? Y llegado el caso, ¿cuál es la obra maestra del título? ¿El crimen? ¿La obra de Nervi? ¿Lo que falta por hacer? Hay muchas preguntas que se irán develando con el correr del metraje y que no debo anticipar acá. Y otras que francamente quedarán a cargo del público desentrañar.
Lo cierto es que con un pintor muerto los precios parecen llevarlo a la gloria que no le dio en vida, ¿es ese el misterio del arte? ¿Es que acaso necesita uno estar muerto para adquirir el reconocimiento que se le negó en vida? ¿La llave de la eternidad es la que funde el bronce? Son preguntas que una cabeza inquieta como la de Duprat, que siempre visualizó al arte como su motivo de trascendencia, desgrana con total franqueza e impiedad.
Hay más sorpresas en la película, no se termina allí, pero no conviene revelarlas, para aquel espectador distraído que todavía no se haya dado cuenta de qué va la cosa. Sólo agreguemos que hay cameos de un irreconocible Alejandro Paker y de un conocible Roberto Peloni, como el "payamédico". Y que las obras que pinta y expone Nervi son o han sido pergeñadas por Carlos Gorriarena.
Como dije al principio, es un film al que, sin embargo le falta algo, en comparación con sus predecesores, tal vez sea muy liso y esquemático, tal vez falte esa vuelta de tuerca que engrandecía, por ejemplo, a "El Ciudadano Ilustre". De todos modos es de lo mejor que se estrenó nacional en el año y, a la sazón, un verdadero "tanque". Las actuaciones son entrañables, desde ese Brandoni lúcido y coherente, rebelde y contestatario, hasta un Francella que se nota buen amigo, afable y sin embargo con una gran ambición de dinero, más distanciado en su interpretación, pero correcto. Ya se puede bajar de Internet. Véanla.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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