sábado, 16 de marzo de 2019

Mi crítica de "Coronado de Gloria" (Teatro)


La idea sonaba interesante: la colaboración de Blas Parera en componer la música de nuestro himno y todas las tribulaciones por las que debió pasar. Teatrix tomó la posta y la editó para completar el mes de marzo. El resultado de la obra escrita por Mariano Cossa (¿será hijo de Roberto?) y con dirección y puesta en escena de Daniel Marcove podría haber sido por lo menos decoroso... pero no, nos encontramos con una pieza que si bien está correctamente escrita, su puesta resulta altisonante, demasiado gritada, demasiado enfatizada, en fin, demasiado sobreactuada. Todo en ella resulta antipático por el desafuero puesto en las acciones y en los diálogos, choca al oído, para retratar precisamente la vida de un músico, que debió de ser algo armónico, biensonante, atiplado. Blay Perera y Morat (tal el nombre original del transformado por la historia en Blas Parera) era español de origen, y por lo que resta inferir de la obra, nunca dio su consentimiento para poner la música de los sones del Himno Nacional Argentino, era música escrita para una obra de teatro que protagonizaba el actor criollo Luis Ambrosio Morante (Juan Manuel Correa), que tuvo gran éxito (la música) y fue tomada poro Vicente López y Planes (Miguel Sorrentino) para que concordara con sus grandilocuentes versos. López y Planes quería a toda costa obtener el beneplácito de Parera para que le aprobase la música, pero éste, sintiéndose español de nacimiento, no quería transar con la causa rioplatense. Además estaba convencido que él iba a ser un músico de sinfonías, conciertos, óperas y que sería representado en Europa y no quería pasar a la historia como simple ilustrador de una "propaganda" política advenediza con la nueva Junta de Gobierno.
Así las cosas tenemos a Blas Parera cuando llega al puerto de Cádiz el 2 de agosto de 1818 para ser trasladado a su pueblo de Barcelona en calidad de traidor por no aceptar entregar su música a acompañar los versos de López y Planes. Parera, encarnado por Marcelo Serre es interrogado por el Comendador (Marcove, en su calidad de actor) y devenido reo político. Nos retrotraemos a los años de la Revolución de Mayo y a la obra que prepara Morante para agasajarla, una obra por demás afectada y con todos los tópicos comunes aduladores de una revolución recién ganada y que asombraba a América toda. El actor que hace de actor Morante podría haber sido un buen actor cómico si no fuera porque estamos en terrenos de lo solemne (transfigurado), ducho en el arte de la pantomima, de la payasada, lo recurrente y lo desmesurado (esto de acuerdo a la puesta de la obra), que rompe con los paradigmas del actor patriótico de época consustanciado con la causa de la revolución de mayo. Vicente López y Planes aparece primero como el censor enviado por el Triunvirato para constatar la obra que Morante está por poner en escena, que lleva el acompañamiento musical de Blay Perera y Morat, y pronto se enamora de la potente música del compositor y le propone componer un tándem para elaborar una marcha patriótica. Luego tomará los acordes de la música que acompañaban la obra del actor y le pondrá la letra. Parera está convencido que el arte debe estar al servicio de la belleza y no de las causas de la política y por eso renuncia a su dúo con Vicente López. Éste lo amenaza de que si al día siguiente no lo encuentra componiendo será arrestado por la guardia bajo el cargo de conspiración a la revolución, sentando precedentes en su carta de ciudadanía española, a pesar de que hace quince años que vive en el país, está casado con una criolla, Facunda, y tiene un hijo de un año. 
Suenan muchos nombres de patriotas insignes, algunos maltrechos, como Mariano Moreno y otros con mejor fortuna, los datos son muchos y muy surtidos y apabullan por momentos al espectador. La escenografía se sitúa en un espacio no convencional, a pesar de que fue representada en el Teatro de la Comedia, puertas, paredes, partituras diagramadas en el piso y toda la apariencia de encontrarnos en una vieja casona. Hay un clave en escena, que Parera (o Perera) toca y un piano ejecutado por el músico de la obra: Christian de Miguel. Como dije al comienzo todo es grandilocuente, exagerado, altisonante, desmesurado, habría sido en favor de la obra un poco más de calma para describir las acciones y diálogos y se hubiese disfrutado mejor. Nos relatan los últimos años de la vida de Parera: confinado en su pueblito catalán, no pudo ejercer por veinte años (hasta su muerte) el arte de la música, ni la composición ni la enseñanza ni siquiera la ejecución de instrumento alguno. No pasó a la historia más que por su controvertida colaboración en el Himno Nacional Argentino y no brilló en los escenarios de Europa como era su deseo. Vivió de la caridad pública y no se le conoció ningún trabajo. Murió pobre y olvidado.
Otra historia de olvido y fracaso, como la de tantos próceres argentinos, éste buscando su propio destierro a conciencia y llevado por una altanería y una soberbia que le impidió compartir su arte con el pueblo, convencido de que estaba llamado a un destino superior. La obra nos sirve para conocer los entretelones (todo lo que se cuenta es verídico, según reza un anuncio) de quien fuera gestor de la máxima canción patria y de un himno que está ubicado en segundo lugar en el mundo, después de "La Marsellesa", por su calidad artística y la belleza de su composición. Vaya como recuerdo a Blas Parera.
Y pueden ver la obra pulsando con un click en el link que antecede al artículo.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



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