miércoles, 13 de marzo de 2019

Mi crítica de "L'Atelier" (Cine)

Laurent Cantent ("Recursos Humanos", "El Empleo del Tiempo") es un realizador de fuste y controvertido, más inquieto en el ámbito de plantear interrogantes que en el de aliviar con respuestas, y en "L'Atelier" realiza un trabajo soberbio. Digamos para empezar que un atelier no siempre se refiere a un taller de pintura, sino que puede hacer alusión, como en el del caso que nos convoca, a un taller literario. Pareciera desde el comienzo de la película (sin música de títulos, muy hablada) que se trata de examinar el proceso creativo que conlleva el acto de la escritura. Bien, indaga sobres esto y lo hace a fondo, con toda la lucidez de que Cantet es capaz (co-autor también del guión), pero en definitiva lo que se pregunta el director es qué lleva a un hombre a matar. Y se da sus respuestas y sus preguntas también.
El atelier en cuestión es un taller literario que trabaja con adolescentes y jóvenes conflictivos en su misión por acercarlos a la cultura y movilizarlos hacia una actividad socialmente aceptada (lo que se denomina "sublimación"), y está conducido por una exitosa escritora de novelas policiales, Olivia Dejazet (Marina Foïs) y se centra sobre todo en la relación de esta con su alumno de lujo, Antoine (Matthieu Lucci). El conjunto de aspirantes a escritores es heterogéneo está Ettiene (Florian Beaujean) el más comprometido con la escritura; Benjamin (Julien Souve), un chico díscolo que fue enviado allí por obligación, su opción era ser albañil; Malika (Warda Rammach), una descendiente de musulmanes, Boubur (Mamadou Doumbia), un negro presuntamente argelino, Lola, una jovencita romántica (Melissa Guilbert, sí, como la "Laura" de la Familia Ingalls) y un joven árabe Fadi (Issam Talbi). Primero surge la idea de escribir una novela policial y poco a poco se van armando las piezas, utilizando el sistema del "brainstorming" o "tormenta de ideas", muy usado en grupos de trabajo como así en corporaciones o empresas. Aparece el muerto, y se le van sumando y restando características, luego el lugar, al que sitúan en los viejos astilleros en los que en otros tiempos trabajaron más de 10.000 personas y que hoy son de uso exclusivo, el tiempo, si es en el pasado o en el presente, el móvil y por último el asesino. Todo esto se lleva a cabo tirando y desechando ideas en las que todos colaboran. Para solidificar más la investigación Olivia acompaña a sus alumnos a visitar los astilleros y hacer una visita guiada, en donde terminan a bordo de un yate de lujo, de los que se construyen hoy día y que les proporciona la idea de que el asesino pueda ser un nuevo millonario.
Mientras tanto la vida de Antoine continúa sin mayores contratiempos: le gusta nadar en el mar y hacer clavados desde los acantilados, concurrir a fiestas, estar solo en su habitación escuchando música o bien investigando sobre los temas propuestos para el libro, o hasta leer uno de los libros de su profesora. Y es allí donde aparece el primer conflicto. Que él le recrimina a ella que utiliza frases muy elaboradas para describir sus crímenes, pero que le quitan verosimilitud al hecho, que se nota que por su cabeza no pasó nunca la idea de matar a otro ser humano. Esto hace enojar a Olivia y le dice que no está allí para ser criticada, que por favor se retire de su clase. Luego aparecerán las explicaciones académicas: que en el arte se puede escribir sobre un tema con el que no se está de acuerdo y se lo hace para poder criticarlo, o que no es preciso identificarse con el personaje que se está escribiendo.
Aparecerán peleas de Antoine con Fadi sobre sus coetáneos y su accionar en el famoso "Bataclán", que habría que ver qué les pasó por la cabeza a la hora de matar, pero que hasta en ellos es justificable -no el hecho en sí- pero sí su modo de pensar la realidad, que sentían tanta bronca que pensaban que matando algunas decenas de personas esa ira se disiparía. Boubur también es motivo de ataques de parte de Antoine por su condición de negro y una posible comprensión del crimen. Lo cierto es que el que escribe las páginas más lúcidas y más cruentas es Antoine, que poco a poco se va consustanciando con la idea del asesinato y su justificación. El hecho más concreto es que una noche sale con su primo y unos amigos, todos de ideología de la ultra derecha, casi neo nazis, y salen armados y se pintarrajean las caras y se filman apuntando a cámara (¿a la profesora?) y diciendo que la van a matar. Luego suben esos videos al facebook de uno de ellos, el cual llega a manos y ojos de Olivia quien se horroriza de ver esas armas apuntando directamente a la cámara. Por eso es que le pedirá a Antoine su autorización para entrevistarlo para darle consistencia a personajes del nuevo libro que está escribiendo. Luego de repensarlo, Antoine accede y se siente estafado por su profesora que lo entrevistó para sacarle confesiones acerca de aquella noche de pistolas.
Cantet es un director que le presta mucha atención al lenguaje corporal y al de las miradas, y así como notamos mirada de soberbia en el rostro de Olivia vamos viendo cada vez más las de odio en la cara de Antoine. Finalmente el libro va cobrando dimensión y todos están abocados a la tarea de escribir -por separado, luego unirán sus trabajos- y si bien no aspira a ser un "best-seller" sí un ejemplo de cómo se puede fabricar una novela con varias firmas. Pero lo que es más importante es el desarrollo de la idea del asesinato en la mente de Antoine y de llevarlo a cabo en la realidad. El final con su profesora será muy demostrativo de esto y no conviene revelarlo acá porque le imprime buena carga de suspenso y de inquietud al relato. Sólo digamos que Antoine se excusa de seguir con la escritura del libro para enrolarse en las filas del ejército (un ámbito donde matar está auspiciado y bien visto), estamos en el contexto de la guerra en Siria.
Los diálogos de construcción del libro son todo un ejemplo del proceso de creatividad y del trabajo en grupo, ambas chicas le reprochan a Antoine la crueldad ejercida en sus textos, diciéndole que se pasó de la delgada línea roja del buen gusto y él responde que sólo trató de dar verosimilitud a su relato. Hay muchas disensiones políticas y religiosas debido a las distintas etnias que se presentan en el taller literario, algunas llevadas casi hasta el enfrentamiento con las manos.
Estamos en un curso de verano y todos se reúnen en un lugar cómodo al aire libre, en donde pueden trabajar bajo sombrillas o bien al sol, pero el clima de trabajo en principio es bastante productivo, a no ser por las pequeñas rencillas o corto circuitos que se van produciendo entre los integrantes. La película, ya lo dije antes, como todas las de Cantet deja más interrogantes que certezas, si bien se le da un cierre redondo a la historia, y puede servir de disparadora de muchas discusiones a la hora de comentarla. Es un film altamente recomendable que sin embargo produce una visión placentera y un verdadero goce para el intelecto. Véanla, por favor.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



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