jueves, 7 de marzo de 2019

Mi crítica de "Mi Amiga del Parque" (Cine-2015)

Vi "Mi Amiga del Parque" después de un día signado por la fiebre, y la verdad es que este excelente film me hizo subir la fiebre de nuevo. No llega a las alturas paroxísticas de "El Inquilino", de Polanski, pero instala un sentido de paranoia que no tiene nada que envidiarle a esa película. El tema puede ser el resultado de los vínculos ocasionales ("uno no sabe con quién se mete"), el instinto maternal y las relaciones invasivas. Sí, porque todo comienza con la madre primeriza Liz (excelente Julieta Zylberberg) y su hijo Nicanor de apenas meses (un gran actor en ciernes: Andrés Milicich), quien es recomendada por su pediatra que frecuente el parque para que su bebé establezca vínculos con otros chicos de su edad. Y aunque estamos en pleno invierno, allí van Liz y NIca a enfrentarse con el mundo desconocido. Y el primer contacto que hacen lo realiza con Rosa (Ana Katz, también directora de la película, que se reserva el papel de villana) y su (aparente) hija Clarissa, coetánea con Nicanor. En unas hamacas, inocente juego que simboliza el hamacarse en la vida de Rosa, para pasar luego al sube y baja, otro símbolo del devenir Rosáceo. Enseguida se hacen amigas y lo primero que pregunta Rosa es si Liz tiene marido. Ella le contesta que sí pero que está en Chile filmando un documental sobre un volcán. Gustavo (Daniel Hendler, marido de Katz en la vida real) es el marido de Liz y se contacta con ella vía skype. Liz acaba de contratar una niñera/empleada, Yasmina (Mirella Pascual) que la ayudará con su hijo. Tiene mucho prurito en darle la mamadera ella pues no tuvo leche para amamantarlo y eso quedó como un déficit, así que quiere estar presente cada vez que su hijo tome la bendita mamadera. Justo acababa de ver nuevamente por Teatrix "Somos Childfree" (Casados sin hijos) y comparto verdaderamente la posición del personaje de Augusto (Gabriel Goity) ante el suplicio que significa tener bebés: significa no dormir nunca más en la vida, cambiar cantidades de pañales y no tener un hijo, sino un "chabón", eso que tenés ahí se va a convertir en un tipo... Algo por el estilo es lo que le pasa a Liz, madre "cuasi-soltera" que se tiene que arreglar sola para bañarlo, cambiarlo, darle de comer, llevarlo al parque y... pasarse toda la noche haciéndole upa.
Pero volvamos a la extraña amiga. Ya de entrada percibimos algo funesto en ese vínculo: cuando le pregunta si tiene auto, porque les puede hacer un gran favor a ella y a su hermana, llevándola a conocer a Saladillo a un novio que encontró por chat. Como cuando la invita a la pizzería y acepta la plata que le deja Liz pero se van sin pagar, y no le devuelve el dinero. Como cuando decide intercambiar el impecable saco que ostenta Liz por su campera gastada, con la promesa de devolverlos en una semana. Como cuando le dice que su hermana Renata tiene ciertos "problemas"... Todo eso hacen parar las antenas de Liz y depararnos a nosotros el peor de los finales. Rosa en invasiva, se invita a casa de Liz y hace pis con la puerta abierta, se mete a charlar con el marido de ella por la computadora o insiste para que hable por teléfono con su cuñado Lucho acerca de prestarle una sillita para la nena para el viaje a Saladillo.
Hablando con otras madres de la plaza, se entera Liz que tanto Rosa como Renata robaron el auto a uno de los padres para hacer un viaje a Mar del Plata, y que cuando este las denunció a la policía, a los dos días se lo devolvieron con disculpas. Renata logra meterse en la casa de Liz con la excusa de ayudarla con la limpieza Y ésta extrae un arma de la cartera de Renata (Maricel Álvarez), que resulta ser de juguete, pero con gran parecido con las verdaderas. Cuando Renata insiste para volver otro día a continuar con la limpieza, Liz le dice que no la precisa, que ya tiene quien la ayude, y ella le propina una contestación que es un verdadero desplante. Liz empieza a temer por su vida y la de su hijo, aparte de un robo del auto o de su casa, ya que ambas hermanas han invadido todo (en un momento alguien le pregunta a Rosa por su prima). Así nos enteramos que Rosa no es verdaderamente la madre de Clarissa, sino Renata, quien no tiene el más mínimo instinto ni amor maternal, eso queda implícito en la pelea que tienen a la bajada del taxi, al hecho de que a la niña la tenga siempre Rosa y al resultado de que Renata se quede a vivir en Saladillo junto a su amor pasajero dejando a su hija en manos de su hermana. Por supuesto que Rosa en ningún momento había desmentido su maternidad, es más, lo aseguraba como algo implícito y patológico. Cuando Liz vaya a echarle en cara varias cosas, lo primero que le enrostra Rosa es su falta de instinto de madre, a lo que ella contesta qué sabe ella que ni siquiera es madre. Eso pone una distancia fatal entre ambas, barrera que romperá finalmente Liz al ir a buscar a Rosa a la fábrica en donde trabaja para llorar acerca de lo que le dijo de su instinto materno.
Lo que hay que decir para completar la biografía de Liz es que trabaja en una editorial y además escribe, tiene una novela completada para la que un familiar le consigue una propuesta de un editor. Cuando sucede esa reunión es cuando se produce la mayor tensión del film. Liz ha dejado a su bebé con Rosa en el jardincito donde transcurre la reunión y en un momento estos desaparecen, otorgándole a Liz el mayor momento de desesperación de su vida...
La dirección de Ana Katz ha sido impecable, dando el tono exacto de paranoia a toda la película, y tiene la costumbre de filmar a los personajes caminando de espaldas (tal vez heredada de los hermanos Dardenne), para establecer un abismo emocional con ellos, muy efectivo. Las actuaciones son de primer nivel, tanto Julieta Zylberberg, siempre impecable y muy distinta a sus trabajos anteriores, acá convertida en una madraza amorosa y emotiva, como la propia Ana Katz, que, como dije al comienzo se dejó el papel más desagradable para ella. Todo en su concepción ayuda a vestir al personaje, desde sus mínimos gestos hasta la ropa que lleva puesta hablan de esta mujer con doble vida y nada confiable destinada al fracaso. Son los dos papeles protagónicos, pero también está muy bien Maricel Álvarez como esa Renata impulsiva, fea y desgreñada que se cree con ínfulas de mujer superada. Una película para disfrutar y estremecerse y (por qué no), pensar, del principio al fin.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



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