viernes, 7 de julio de 2017

Mi crítica de "En Boca Cerrada" (Teatro)

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Hoy estrenó Teatrix su primera producción de julio, "En boca cerrada", del autor Juan Carlos Bardillo y dirigida por Jorge Azurmendi y presentada en el Teatro del Pueblo en este 2017. Ganadora de tres premios Florencio Sánchez y dos María Guerrero nos abisma ante la difícil "profesión" de ser hijo. Claro que esto se contrapone con la no menos complicada de ser padres. La obra plantea muchos interrogantes al respecto y no los soluciona, nos deja con las preguntas. Y con el amor. Todo se resuelve por amor. Hasta la muerte de ese padre despótico que se convirtió en un "viejito desconocido" para el hijo que se fue a Buenos Aires a los 22 años en busca de un futuro mejor que el del pueblo, o tal vez para salir de una situación familiar que lo asfixiaba. Todo se expresa con un lenguaje naturalista, común, diario, lo único que rompe el esquema son esas idas y vueltas en un tiempo que parece circular.
La época actual, en que arranca la acción, con la muerte del padre y el regreso del hijo pródigo al hogar, Víctor (Ulises Pafundi) se sitúa a fines del 75, con López Rega como referencia y un golpe militar que se avecina. También volvemos a los años de infancia, con un pantallazo de la muerte de Eva Perón y los teleteatros almibarados de la tarde. Pero todo sucede en esos tres días que le dio la oficina a Víctor para acudir al entierro de su padre, Vicente (Roberto Romano). Allá (en su pueblo) se reencuentra con su madre, Paula (Rita Terranova), su tía Celia (Cristina Dramisino) y su hermana, Batriz (Lucía di Carlo) embarazada y a punto de separarse.
El recuerdo de ese hombre que fue su padre siempre fue un recuerdo siniestro, asociado con los gritos, los insultos, los golpes en la mesa y el posible engaño a su madre con la tía. Pero nunca con las lágrimas que Vicente derramó en silencio cuando Víctor partió, para estudiar en Buenos Aires y luego dedicarse a la música. Relato que se guardó su madre y que soltará una vez enterrado el padre, lo que ayudará a Víctor a reconciliarse con la figura paterna. ¿Pero por qué se mostraba tan duro este hombre? Porque a su vez lo había aprendido de su padre, que la ternura se demostraba con rigor y con orden: no se permitía una risa en la mesa ni que su hermana volviese después de las 10, de haber salido con su noviecito de dos años, cuando ella tenía 17.
"En boca cerrada" hace referencia a todas las cosas no dichas, a las que quedaron por decirse, a las que conviene callar, a las que no está bien visto comentar. Así como Víctor es gay y esto se mantuvo como un secreto a voces, que sólo pudo ser reconocido por fuera de la familia porque para una madre no existe esa "debilidad" en los hijos, Beatriz va a separarse de su marido fingiendo que todo marcha sobre rieles. Así como la presunta infidelidad de Vicente con Celia fue soterrada, los malos tratos de Vicente hacia Paula eran visibles ante todos pero llorados a escondidas por ella. Vicente era un hombre patriarcal, que volvía a su casa todos los días después de las 2 de la mañana, de "jugar a las cartas en el club", excusa perfecta para que no se averiguase nada sobre su vida. Hay otro personaje importante en la obra: Fernando (Emanuel Biaggini) quien despertará los apetitos carnales de Víctor una tarde en que la casa estaba vacía y en que se acostaron juntos con el fondo de la voz lésbica de Chavela Vargas. Se volverán a encontrar a la muerte del padre, pero todo no pasa de las miradas y del deseo por parte de Víctor.
La decisión tomada sobre su sexualidad será confesada por Víctor a su madre una tarde cuando ha muerto el padre, y llorada por ésta, aunque después le diga, él a punto de partir, que nada podrá cambiar el amor que ella tiene por él. Lo cierto es que de chico fue el consentido (entre él y la hermana), el sobreprotegido, el más inteligente "de todos" y el "enfermucho que no hacía deportes". No estoy diciendo que todo esto haya proyectado su homosexualidad, pero sí que fue buen caldo de cultivo para ella. Sin embargo Víctor no es débil ni sentimental: en el velorio de su padre no se le vio derramar una lágrima. Recordamos sí los buenos tiempos de la infancia, sus complicidades con Beatriz, el quedarse a dormir con su mamá o pedirle que le pintara las uñas de los pies.
La obra está bien construída, entre esas idas y vueltas en el tiempo, que exigen a los actores cambios bruscos en su comportamiento y en sus sentimientos, lo único que puede reprochársele es la falta de humor, para un texto demasiado concentrado en la muerte y en la solemnidad.
La escenografía está toda diseminada sobre el espacio escénico durante todo el tiempo, y es muy importante tanto la mesa del comedor, donde transcurren los actos "visibles", como esa cama matrimonial en donde se refugia Paula para llorar su soledad, sus dolores e impotencias, en donde el padre derramará sus lágrimas por el hijo al que no se dejó sostener cuando era bebé, o en la que Víctor y Fernando mantendrán su encuentro amoroso y la fumada de un porro. Es también funcional una vieja máquina de coser que utiliza Celia o el espacio destinado a la radio, fuente de tantos placeres o sinsabores.
El nivel actoral está plenamente desarrollado en todo el elenco: Víctor, cariñoso y preocupado por su madre, Paula, con su carga de llanto a cada momento, el mal carácter intimidatorio de Vicente, la amabilidad y "buena onda" de Celia o la aparente fuerza de Beatriz que se convierte en desahucio, la seducción tácita de Fernando.
Todo esto confluye para que "En boca cerrada" se convierta en una buena opción para una tarde de lluvia o para quien quiera reflexionar sobre las virtudes de ser hijo o padre en una época que ya no es la nuestra.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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