viernes, 28 de julio de 2017

Mi crítica de "Shelter" ("Refugio") (Cine-2014)

Atención: Se revela el final de la película.

Esta vez sí tuve suerte y encontré una donde trabaja mi gran amor que es Jennifer Connelly, dirigida acá por su marido (¡uggg!) Paul Bettany (todos lo recordarán por el monje albino de "El Código DaVinci"). Es en principio una película dura que no da tregua al espectador y no es para almas sensibles. Digo esto porque los protagonistas son Tahir (un negro nigeriano, Anthony Mackie) y Hannah (Jennifer), dos marginales, apartados del sistema y que (sobre)viven en la calle, comiendo residuos, soportando las inclemencias del tiempo y vistiendo lo que les ha quedado de tiempos mejores. Al principio no se conocen, pero al estar unos días él detenido por la policía, la chica le ha robado una campera que dejaba en su refugio. Es por eso que cuando él la ve la empieza a seguir. Claro, están sucios, con el pelo mugriento, la piel con escaras, pero ella no puede ocultar sus bellos rasgos y sus ojos verdosos claros impactantes. Mientras que Tahir es súbdito de Alá, Hannah es adicta al tabaco y a la heroína (son especialmente impactantes sus escenas de inyectarse, sobre todo para mí que soy fóbico a las agujas).
Pero un buen día Tahir la rescata de un posible suicidio tirándose bajo el tren, de ella quien para pedir monedas y tabaco pone un cartel que reza: "Yo solía ser alguien". Toda una declaración de principios, tuvo una vida normal, vistió bien, se escolarizó, fue amada y amó, pero un buen día quedó fuera del sistema (ojo que esto nos puede pasar a cualquiera de nosotros, no importa las reservas económicas y morales que tengamos: basta que quiebre un Banco, que falle nuestra cabeza o que perdamos a nuestra familia y... ¡a la calle con nosotros!). Así se conocen y empiezan a compartir el mismo callejón para dormir, proclamándose ante el público marido y mujer. Él se defiende tocando unos tachos de pintura a la manera de tambores con gran ductilidad, lo que le hace recaudar no poco dinero, ahora con la ayuda de ella, quien pasa el alcancía. Pronto empieza a acercarse ella a él durante las horas del sueño y a abrazarlo. Por fin terminan de la mano y besándose. El sello que han formado ahora será indestructible e inapelable.
Un día entran a una casa de gente rica que se ha ido de vacaciones y deciden instalarse allí. Se bañan, visten las prendas de la familia, comen sentados a una mesa y comparten cama. Pero el síndrome de abstinencia de ella será fatal (llega a inyectarse incluso en el pubis, en una escena muy fuerte) y comienza a vomitar y a desesperarse. Allí le larga toda su historia a él: que estuvo casada con un oficial de la policía al que un día le informaron que lo habían matado, que tuvo un hijo del que nada sabe y que su historia es muy penosa. Tahir le responde con otra peor: que en Nigeria eran unos bárbaros, que tuvo que soportar escondido ver cómo violaban y asesinaban a su esposa, que huyó con su pequeño hijo al que una bala alcanzó, a partir de allí se adhirió a una congregación musulmana que mataba mujeres y niños, que incendiaba iglesias, escuelas y hogares, que vio a gente prendida fuego y luego huyó a América. Ella descarga todo su odio e impotencia castigándolo muy duramente. Llegan incluso a tener una discusión teológica, en donde él se afirma creyente de Dios y ella en cambio totalmente atea y creyente del Big Bang. La sabiduría del director no se queda en la disertación religiosa sino que la acompaña por momentos de compartir mesa felices (volverá a superponer imágenes más tarde).
Pero no todo dura toda la vida y la llegada de la empleada de la casa los hace huir del hogar. Pero ya han avanzado. Ahora comparten un cuarto, están limpios y visten ropa decente, pudiendo comer todos los días (cómo se ha producido ese milagro que me lo explique Durán Barba porque yo no lo entendí). Ella empieza a frecuentar un lugar para adictos en recuperación con muy buen pronóstico. Pero él cae enfermo de asma y debe ser internado (otra cosa que no me explico, porque en Estados Unidos todos los servicios de salud cuestan una fortuna, no son gratuitos como acá...). En medio de una nevada colosal a él le dan de alta y ella debe buscarle un hogar ya que han sido expulsados del hogar que compartían por ser uno sólo el que lo habitaba y no dos... Buscan un refugio para personas en situación de calle pero todos están ocupados en pleno invierno, además deben presentar documentos para que los tomen como pareja. Ella logra pasar la noche en una caldera, beneficiada por un oficial de guardia que le pide a cambio sus favores sexuales, a lo que ella, con todo asco, accede.
Pero pronto él se queda sin medicación, y si bien ella consigue hablar con su padre y pedirle dinero para su novio, el padre se lo niega suponiendo que es para sus adicciones. Debe pagar la medicación con más favores sexuales, y cuando Tahir encuentra al oficial sodomizándola en un baño, va y lo mata. Entonces se ponen en plan de fuga para no ir a la cárcel. Terminan durmiendo bajo un plástico al rigor del frío una vez más (la nevada es cada vez más fuerte), y por rezarle a Alá con el torso desnudo en plena tormenta, él termina muriendo. Justo que Hannah había prometido llevarlo con ella de vuelta a casa de sus padres y a criar a su hijo. Realiza una balsa improvisada con maderas y plástico con lo cual deja que se lo lleve la corriente del río.
Hannah, después de llorarlo, se toma el tren para volver a casa de sus padres y reincorporarse a la vida normal ya curada de su adicción a la heroína. Así termina esta película amarga que sin embargo está muy bien dirigida por Bettany, quien ensaya cada escena como si fuera algo nuevo bajo el sol. Es de destacar que en una escena ella está mirando por televisión la película "Breve encuentro", dirigida por David Lean, película que marcó toda una época dentro del cine en blanco y negro y en los comienzos de este gran cineasta inglés. Ahora, no es porque sea mi favorita, pero la actuación de la Connelly estaba para un Oscar (cada actuación que ella hace es una clase de cine), con cien matices diferentes, puede pasar de la lumpen desarrapada a una chica de clase media normal sin ningún empacho, y las lágrimas que llora son verdaderas, y su síndrome de abstinencia una clase magistral.
Lo que lamentamos quienes amamos a Jennifer es lo delgada que está, habiendo perdido mucho busto, que en otras películas supo lucir tan bien y ahora lo que le queda es el resto lastimoso de dos pasitas de uva. ¡¡¡Dios Garantice Larga Vida a Jennifer!!!
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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