sábado, 1 de julio de 2017

Mi crítica de "Sugar" (Teatro musical)

A ver, ayer fui a ver "Sugar", la exitosa obra basada en la película de Billy Wilder "Una Eva y Dos Adanes" (1959), protagonizada por Marilyn Monroe, Jack Lemmon y Tony Curtis. Lo que quedó de esa película es bien poco, y aquí se luce más el despliegue de baile y canciones a cargo de Griselda Siciliani, Nicolás Cabré y Federico D'Elía, bien secundados por la desaprovechada Gipsy Bonafina y el siempre exacto Roberto Catarineu. Se luce en la dirección Arturo Puig, ya que conducir un musical no es lo mismo que una obra de teatro normal, hay que saber mucho de música, de baile, de canto, coreografías, luces, cambio de escenografía. Claro que tiene un especialista en cada rubro, como el talentoso Gustavo Wons (el que representó a Bob Fosse en "El gran final"), a Renata Shussheim en el diseño de vestuario, a Alberto Negrin en la escenografía y a Gerardo Gardelín en todo lo que es orquestación, arreglos y dirección vocal. Todo eso se luce y felicito a Don Puig. Pero está muy lejos de ser el espectáculo teatral del año... Vamos a ver por qué.
La historia es bien conocida. Dos músicos son espectadores involuntarios de un asesinato mafioso en la década de los 20 en Chicago y son perseguidos por estos para matarlos. Por eso deben disfrazarse de mujeres y pasar a integrar parte de la orquesta de señoritas que acompaña a la exitosa, hermosa y un poco tonta cantante Sugar Kane (Siciliani). Los enredos están a la orden del día pues las hormonas masculinas hacen su trabajo y todo resulta "la mar de divertido". Hasta que al final, todo se devela y Sugar termina escapando con Joe (D'Elía), ya despojado de su Josephine, en tanto que Violeta/Jerry (Cabré) termina casándose con el anciano playboy Sir Osgood (Catarineu).
Lo que no comprendo en que en pleno siglo XXI siga causando gracia ver a dos muchachos travestidos, llevando su ropa con tan poca elegancia. El problema acá son las actuaciones de Nicolás Cabré y Federico D'Elía, que componen a Violeta y Josephine como al enfermero gay que viene a bañar a mi papá. Hay tan poco trabajo de elaboración creativa, tal desprecio por la mujer y ridiculización de lo femenino que no puedo dejar de asombrarme cómo es que la gente festeja cada uno de sus gags. Todo es muy descuidado, ni punto de comparación con las actuaciones de Curtis y Lemmon en el film. Los crossdresser de "Casa Valentina" tenían mucha más sutileza y composición que estos patanes, cien veces mejor. Todavía recuerdo el ejercicio actoral que hicimos con Fabián Vena en nuestros años del secundario cuando, en Bariloche, se presentó para la "fiesta del mariposón" en una discoteque y mientras yo le hacía el coauch actoral y una chica el de vestuario y maquillaje, lo convertimos en una perfecta y atractiva chica a quien sacaron a bailar trece incautos en una sola noche. De más está decir que ganó el primer premio, porque no subestimó lo que es ser mujer sino que se puso en la piel de una de ellas.
Las canciones están bien, no son muy ingeniosas pero se debe, su traducción, a la venerada China Zorrilla, así que eso no se toca. Lo que falla es el libreto. Muy alejado del fino libro del film, acá está lleno de guarangadas y golpes bajos. ¿Por qué? Porque se ha perdido el "doble sentido", que debe lucir el humor. Doble sentido no significa que se apele a lo escatológico o chabacano. Un simple ejemplo: "Cuando llueve los aviones no se mojan porque llevan piloto". Ahí está el doble sentido. Sencillito. Pero el problema es cuando el sentido se hace de una sola mano. Acá se dicen cosas como: Ella: "Pero lo que tiene ahí es una concha" (refiriéndose a la caparazón del molusco). Él: "Sí, en mi familia amamos mucho a las conchas. También mi padre y mi abuelo. Se la regalo". Ella: "Muchas gracias. Cuidaré esta concha como si fuera mía". O más tarde: Violeta: "Por fin se aclaró todo, ya tengo los huevos por el piso". Y la gente estalla en carcajadas. No los puedo entender. ¿Dónde quedó la comedia fina, la sutileza? ¿Es que la televisión nos ha acostumbrado a reírnos de lo más vulgar en vez de elevarnos? Reivindico a genios como Les Luthiers, Dolina o Landriscina, o en la pluma internacional a Oscar Wilde o a Bernard Shaw.
Algo ha quedado de la película, afortunadamente, la escena del asesinato gangsteril, la de los camarotes en el tren (también bastardeada), o el genial diálogo final en la lancha ente Violet/Jerry y Sir Osgood: "No nos podemos casar", "¿Por qué?", "Porque uso peluca" (se la quita), "Yo también", "Además soy un hombre", "Yo también. Bueno, no todo puede ser perfecto". Y ahí termina la obra.  Pero no todo es negativo en la pieza. Está la gran Griselda Siciliani que cumple bien con su papel de chica-rubia-tonta-y-ambiciosa, que, sin crear un personaje que será recordado por muchos años, logra salvar las papas del fuego. Está ese inmenso Catarineu en un papel a su medida, aunque demasiado pequeño, lo mismo que Gipsy Bonafina en su Pandora, que no la merece, aunque entona una canción. Y está el ensamble coreográfico, que, éste sí, es de primera, es asombrosa la exactitud y la precisión escénica que tienen tanto bailarinas como bailarines. Y está el cuarteto (gángster) de tap, que son verdaderamente un lujo.
Es extraño que no figure en letras grandes el autor de la música, como sí lo hace el del libro (Peter Stone). La música es de Jule Styne y las canciones de Bob Merrill. Lo que sucede es que tanto música como letra son importadas de otros musicales, como la que abre el show "Vení a bailar" lo es de "Cantando bajo la Lluvia"... y así. Se extraña la canción final que cantaba Marilyn en la película que es la misma con la que Goldie Hawn cierra "Todos dicen te quiero". Bueno, en definitiva un espectáculo grande (porque sí, lo tiene todo) pero que resulta pequeño. Cuando la apuesta de dinero no alcanza con el genio. Una lástima.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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