lunes, 8 de junio de 2020

Mi crítica de "Atrapado sin Salida" ("Alguien Voló sobre el Nido del Cucú") (Cine-1975)

El caso de Milos Forman confirma la regla de que nadie es profeta en su tierra. Nació en Checoslovaquia en 1932, y si bien dirigió allí algunas películas de éxito, fue recién en su traslado a Norteamérica donde tuvo sus logros más resonantes. Forman vivió 86 años, ya que murió en el 2018, lejos de su patria natal. Dirigió varias comedias en Checoslovaquia (entre ellas "Los amores de una rubia", vista en el curso), cuando la URSS y sus aliados del Pacto de Varsovia invadieron el país en 1968 para poner fin a lo que se dio en llamarse la "Primavera de Praga". En ese momento se encontraba en París negociando la producción de su primera película americana. El estudio checo para el que trabajaba lo despidió alegando que había salido del país ilegalmente. Se trasladó entonces a Nueva York en donde se convirtió en profesor de cine en la Universidad de Columbia. A pesar de las dificultades iniciales empezó a dirigir cine en su nuevo país y alcanzó notable éxito en 1975 justamente con "Atrapado sin Salida", la cual obtuvo cinco Oscars, entre ellos a la mejor dirección.
Sus otras películas relevantes en territorio americano fueron "Hair" (1979), "Ragtime" (1981), "Amadeus" (1984), "Valmont" (1989), "Larry Flynt" (1996) y "Los Fantasmas de Goya" (2006). También se lo pudo ver como actor en frecuentes oportunidades, entre ellas en la comedia dirigida por Edward Norton del 2000 "Divinas Tentaciones".
Pero la película que nos convoca es de por sí bastante dura, no sólo por contener escenas de impacto, sino por tratar un tema tan delicado y tan poco frecuentado dentro del cine norteamericano como es el de la locura o las enfermedades mentales y las instituciones que los cobijan. Estas instituciones actúan por un lado como una malla de contención pero por otra como un sistema represivo y severo en sus amonestaciones, como será el caso de Billy el joven que por enamorarse de una chica y ser castigado por pasar una noche con ella termina suicidándose (ya había sido internado por otro intento de suicidio por un amor frustrado). Pero Mac Murphy (Jack Nicholson, en una actuación magistral) es el eje de la historia, un preso que es internado para saber si es un desequilibrado mental o tan solo un desadaptado y un "vago" que no quiere trabajar en la granja de trabajos forzados. Tiene un frondoso prontuario, cinco arrestos por agresión y un abuso sexual de una menor de 15 años. No es un bebe de pecho, pero lo que salta a la vista enseguida es que tampoco se trata de un enajenado. Su conducta revolucionaria y transgresora vendrá a poner patas para arriba la severa disciplina del psiquiátrico, comandado por Miss Ratched (excelente Louis Fletcher) una jefa de enfermeras tan impasible como aparentemente dulce y conciliadora, a la que no le tiembla la mano ni la voz cuando debe administrar los más duros castigos.
McMurphy enseguida hará un buen rapport con sus compañeros de confinamiento, pero sobre todo con el "jefe" indio al que admira por su tamaño de peñón de Gibraltar y su empecinado silencio (todos creen que es sordomudo, aunque al final muestre la hilacha, justamente por su complicidad con MacMurphy). Es éste quien le dedica tiempo en hacerse entender, en explicarle las reglas del baseball y en hacerlo partícipe de este juego. Es él también quien pondrá fin a los tormentos de su amigo cuando al final, después de practicarle una lobotomía que lo deja prácticamente tarado, le ponga una almohada en la cabeza mandándolo para el otro mundo y dándole la tan ansiada "salida" a ese mundo de reglas y normas incomprensibles. Es notable cómo el director utiliza su cámara para darnos a entender cuán atrapados están los internos, al mostrarnos las rejas de la ¿prisión? siempre filmadas desde el lado de adentro, nunca desde fuera, como para hacernos cómplices del sentimiento de encierro que perciben los enfermos. Todo además tiene la forma de enrejado, no sólo las vallas, sino también las ventanas, los pasadizos y hasta la cesta donde se mete la pelota del juego, a la que se muestra en primer plano con su dibujo de red.
El único momento en que los internos experiencian la libertad es cuando MacMurphy roba el micro destinado a la recreación y los conduce al embarcadero, donde se subirán a una lancha en donde pueden respirar aire puro, conocer el afuera, y sobre todo, asumir pequeñas responsabilidades como la de conducir la embarcación o dirigir sus cañas de pescar. Entretanto, MacMurphy aprovecha la ocasión para bajar al camarote con su amiguita Candy. La otra circunstancia en que respiran libertad es cuando se produce la fiesta de navidad, inducida por el convicto y sus dos chicas, en complicidad con el guardia nocturno, provocando el descontrol total de toda la población de la sala de hospicio. Curiosamente, estos aires de libertad son muy parecidos al tratamiento visual que dio nuestro Eliseo Subiela en "Hombre Mirando al Sudeste" justamente en la "rebelión de los locos" cuando Rantés interpreta la 9° Sinfonía de Beethoven. Fuente de inspiración que le dicen.
Pero lo peor del encierro tiene dos caras antagónicas si se quiere, o tal vez no tanto. Una es la incertidumbre de no saber cuánto tiempo durará ese confinamiento, están allí internados los que según su diagnóstico no podrán salir nunca (sería el caso de MacMurphy), y están aquellos otros que, pudiendo salir, no lo hacen por miedo al afuera, a las cargas sociales o a las responsabilidades de los "adultos". Estos se han "institucionalizado", término tomado de la psicología o la sociología que diagnostica esa patología de quienes están dentro de una institución y se han mimetizado con ella de tal forma que ya les es imposible despegarse. Sería un caso de Síndrome de Estocolmo avant la lettre. Esto es muy frecuente de observar, no sólo en nuestros hospitales sino en todo el mundo, como lo deja bien en claro la película. "La música está demasiado alta, no deja escucharse", le increpa MacMurphy a Miss Ratched, ella afirma que es para que todos puedan disfrutar de ella, incluso los que tienen problemas de audición. Lo cierto es que lo que menos quieren los enfermos es escucharse los unos a los otros (prueba de ello son las reuniones terapéuticas en donde los otros deben hablar del problema de cada uno), tal vez les baste con oír sus propios fantasmas, sus propias pesadillas como para dedicarse a oír el afuera.
Una escena particularmente sensible es aquella del electroshock al que someten a MacMurphy, parece inconfesable que esta práctica siga existiendo en los psiquiátricos de hoy en día. Me recuerda al exitoso musical "Casi Normales" en donde someten a una mujer a incontables tratamientos, pastillas, antidepresivos, curas de sueño y... electroshocks, hasta hacerle perder completamente la memoria de su historia personal y de sus recuerdos y afectos. Un musical que tuvo muchas temporadas de éxito en nuestro país, que yo vi varias veces y que todas ellas me hizo sufrir como un perro... ¡así vale la pena gastar plata en teatro!
Para terminar, concluyo que este es un film que trasciende sus logros formales (que son muchos) y va más allá en cuanto a su contenido, de gran vigor dramático, conmovedor y que cala profundamente en todos aquellos que hemos estado cerca de las enfermedades mentales de una u otra manera. Impecable realización de Forman y su primer éxito a nivel mundial. ¡Enhorabuena!
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



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