jueves, 25 de junio de 2020

Mi crítica de "¡Chist!" (Teatro-musical-Les Luthiers)

Vi nuevamente este espectáculo en la plataforma de You toube, y realmente pasé uno de esos momentos que se dan muy pocas veces en la vida. Una enorme alegría que ya no va a volver a repetirse sobre un escenario. Porque para este show todavía estaba el quinteto original, imbatibles ellos: Carlos López Puccio, Jorge Maronna, Marcos Mundstock, Carlos Núñez Cortés y Daniel Rabinovich. De ese grupo sólo perduran López Puccio y Maronna, los demás se han muerto o en el caso de Núñez, se ha retirado. A mí, ir a ver a Les Luthiers al teatro era la cosa que más me gustaba en el mundo, lo que me daba la mayor felicidad en mi vida, aún más que tener un buen momento de sexo con una chica hermosa. Así que ahora estoy desamparado (me tengo que conformar con el sexo) porque me faltan mis ídolos y referentes. Era sobre todo un gran placer a nivel intelectual comprobar que se hacía un tipo de humor con tanta calidad, que apelaba a la inteligencia y a la complicidad del espectador, sin golpes bajos, ni groserías, ni subestimar al oyente. Todo era un viaje alucinante por el mundo del conocimiento y la alegría, el buen gusto musical y el puro talento. ¿Qué vamos a decir a esta altura? ¿Que eran grandes músicos, cantantes, actores, mimos, humoristas? Ya es harto conocido todo eso. Lo que es intransferible es ese sentimiento de felicidad que producían, de sentir que a pesar de vivir en un mundo terrible, sin Dios, sin esperanzas de vida después de la muerte, de saber que vamos a perder a nuestros seres queridos y que nos vamos a quedar solos en la vida, es posible un momento de plena felicidad al saber que todavía hay alguien que sabe cómo hacernos reír. Todo eso se ha perdido, ahora sólo nos queda ir a ver sus espectáculos con reemplazantes que, si bien son cómicos y graciosos, y repiten hasta el hartazgo sus scketchs, no son los objetos de nuestro cariño.
Este espectáculo era otro rejunte de números pasados, articulado en torno de "La Comisión" (himnovaciones), un encuentro entre dos políticos corruptos del partido Frente Lista Azul (inventado, pero que coincide mucho -desgraciadamente- con gente que nos gobierna desde siempre) y un compositor, el bailantero Mangiacparini, un músico tan inepto como ellos, para que reforme el himno nacional a gusto del presidente Pedro Garcete quien quiere llevar agua para su molino. Todo es puro ingenio verbal y una música de canción patria que lo inunda todo. Cuando el político Murena (Mundstock) dice "nos sentimos muy honrados", Ramírez (Rabinovich) exclama: "¿honrados, nosotros? ¡qué sensación más rara! Debe ser una metáfora..." Y sí, reímos a carcajadas, pero con un puñal clavado en el corazón de saber que lo que estamos viendo es la pura verdad y la realidad más cruda. En ningún momento se hace referencia a partido político alguno, pero cada uno sabe a quién adjudicárselo según su experiencia y afinidades.
El show comienza con "Manuel Darío" (canciones descartables) un homenaje en el mejor estilo documental, con reportajes, música y canciones, a un afamado cantante popular como hay muchos por nuestro planeta, que tiene más de imbécil que de talentoso y que se llena la boca con el nombre de "cantautor". Rabinovich está en la piel de ese Manuel Darío, que se puso así "por el poeta": "ese de las rimas de Backett. Y yo que la llevé al río creyendo que era mozuela. Ser o no ser. Platero y él, y tantas otras". Nuevamente la venganza contra todos los que nos hacen padecer su estupidez se renueva, y podemos sufrirlos y reírnos a pesar de ellos. Luego viene un madrigal de vieja data: "La bella y graciosa moza marchose a lavar la ropa", un ingenioso tema en donde Mundstock lleva la voz del solista, con su letra en diversos papeles, que al caérsele se le mezclan y así invierte el sentido de lo que está cantando, creando una canción muy "zafada". La sigue un dúo de cantantes de los años 60, los vanguardistas y "flower power" López Puccio y Maronna, que van a interpretar una canción con tintes ecológicos y de gran efecto cómico, también debido a los ingeniosos equívocos.
El recital sigue con un fragmento de ópera: "La hija de Escipión", en donde Mundstock demostraba su calidad como cantante lírico en el registro de bajo, y Rabinovich no se le quedaba atrás, aunque quien lograba los mayores aplausos era Marcos. Nuevamente el ingenio al servicio del humor y la referencia a una ópera mozartiana, con sus momentos destinados al "recitativo" y de gran musicalidad (y calidad). Seguimos la marcha con el "Bolero de los celos" (trío pecaminoso) un buen ejemplo de lo que hacían en cuanto a parodia musical al cargarse con géneros diversos, esta vez con buena fortuna de la mano del bolero. Sigue un canto gregoriano de la más pura cepa: "Educación Sexual Moderna" (cántico enclaustrado) un pasaje destinado a adoctrinar a los jóvenes (de 30 años) sobre los peligros del sexo, pero cantado por un cuarteto de monjes. Risas a granel y el célebre "dubi dubi du", con el que van a terminar el espectáculo refiriéndose a lo que el presidente Garcete pretende hacerle a su pueblo. Un verdadero trabajo coral guiado por López Puccio como el director de coros que es.
Seguimos con "La redención del vampiro" (hematopeya), una cumbia con aires transilvánicos en la que se nos explica que para hacer el mal no basta con ser vampiro, también se puede ser criminal, ministro o presidente. "Encuentro en el restaurante" (rapsodia gastronómica) es la reunión idealizada por un amante con su prometida, que se ve interrumpida constantemente por el violín de lata (latín) de López Puccio y el piano de Núñez Cortés que no le dejan decir a un apasionado Rabinovich todo lo que va a ofrecerle a Felisa, su novia, quien en realidad todavía no ha llegado a la cita. "Los Jóvenes de Hoy en Día" (r.i.p. al rap) es un enérgico rap en donde dos veteranos Maronna y López Puccio añoran todo lo que en materia de sexo los jóvenes realizan y que ellos ya no pueden, con gran desplazamiento acrobático de ellos y el ritmo de rap que no deja de parecer incómodo.
El final a toda orquesta con la conclusión de "La Comisión" y la presencia de Garcete sobre el escenario que aclara que todo es por "el futuro que les negamos -que les legamos- y la conciencia tranquila de haber hecho siempre lo corrupto -lo correcto". Y de "fuera de programa" llega ese gran momento que es la "Rapsodia in Balls", donde se trastoca la "Rapsodia in blues" para dejar lugar al excelente piano de Núñez Cortés enfrentado con el "bolarmonio" (un armonio hecho con pelotas) manejado con toda la destreza del caso por Maronna. Cada pelota tiene una afinación acorde a las notas del piano y entre los dos hacen un magnífico contrapunto.
Ahhhh... felicidad pura. Les recomiendo a todos que lo vean por Youtoube porque hay varios recitales completos del conjunto cunado estaba su formación intacta. Para no perdérselo y pasar un momento de esos inolvidables en la vida.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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