lunes, 23 de enero de 2017

Mi crítica de "Buried Child" ("Chico Enterrado") (Teatro-Broadway)


Por Teatrix y su estreno de obras de Broadway pude ver esta producción del 2016, de la autoría del prestigioso Sam Shepard y dirección de Scott Eliot. La protagoniza un grande de la pantalla, Ed Harris (que para mí no es tan grande, ya que no le vi hacer papeles relevantes). La obra, dividida en tres actos no arranca verdadero interés hasta entrado el tercer acto.
Lo primero que salta  a la vista es que el espectador de teatro norteamericano es un verdadero imbécil. No sé, se ríen de estupideces o sino en los momentos más dramáticos siempre se escuchan desde las primeras filas sonoras carcajadas. Habría que hacer una tesis sobre el sentido del humor del norteamericano promedio ya que daría para mucho, algo que excede los límites de esta simple crítica. Otra cosa es la seriedad con que los autores abordan sus obras. No hay ni un soplo de humor en la mayoría de las obras norteamericanas, que, admirablemente, cuando llegan a nuestras tierras, y con nuestros adaptadores, se convierten en piezas de relojería de la comicidad. De más está hablar de nuestras obras vernáculas, todas tienen al menos chispazos de comedia, hasta los dramas más acabados, sin hablar de nuestras múltiples comedias y comedias dramáticas que suelen atestar la Avenida Corrientes. A la familia disfuncional de esta obra le daría mucha envidia una propuesta como, por ejemplo, "La Omisión de la Familia Coleman", de gran éxito en más de una veintena de países de las etnias más diversas.
Pero vayamos a "Chico enterrado" del eximio Sam Shepard. La escena más contundente sería esa en que se ve a una chica joven de pie con una pierna ortopédica en la mano, a un viejo paralítico tirado en el suelo, una mujer con un cura tomados de la mano y con un gran ramo de rosas amarillas, y un muchacho de mediana edad sin su prótesis quejándose en el sillón, envuelto en una manta. Pero para llegar a eso hay que atravesar largas capas de sopor. Es decididamente una obra aburrida. En este tipo de obras se suele definir como "un estadounidense auténtico" a aquel que juega al baseball, que gana medallas deportivas y ostenta chaquetas del mismo tenor. Por lo tanto en la cabeza de Dodge (Ed Harris) el viejo enfermo, fumador, bebedor y paralítico se luce permanentemente una gorra de baseball, que pasará, como legado significativo a la cabeza de su nieto cuando este muera. Uno de los hijos de la pareja que conforman Dodge y  Halie, Ansel, prematuramente muerto, es recordado por su destreza para el básquet y su rifle siempre colgado del hombro para matar enemigos en la guerra, de tal modo que se le está preparando una escultura de bronce con una pelota en una mano y una escopeta en la otra. Es por estas dos funciones por donde pasa el sentido patriótico norteamericano y no hay conversación que no incluya el baseball, hasta en sus momentos más íntimos o simples. De estos elementos podemos sacar una configuración de lo que es el espíritu del pueblo norteamericano y lo superficiales que pueden llegar a ser.
Pero bueno, a grandes rasgos, "Chico enterrado" es una obra que se basa en haber guardado un secreto terrible por muchos años, hasta que llega el nieto (¿?) de Dodge y su novia Shelly y el abuelo vomita todo el pasado. No lo vamos a revelar aquí, por supuesto. Lo que es cierto es que Dodge está muy enfermo, que vive postrado en un sillón con su botellita, sus cigarrillos, su televisor y su cantidad de frascos de pastillas. Su esposa, Halie, se mofa de él y desaparece por un día en la iglesia (es una acendrada chupacirios) y aparece muy contenta de la mano del cura del lugar, con quien parece muy "compinche". Los otros hijos de la pareja son Tilden y Bradley. Tilden es quien más comparte escenas, y es un muchacho al que le faltan varios jugadores para llenar la cancha, no se explica como puede haber sido el padre de Vince, a quien, cuando este vuelve después de años de no verlos, no reconoce. Tampoco lo reconocen su abuelo ni su abuela, llega prácticamente de la nada junto a su novia para patear el hormiguero de un drama que estaba latente. El otro hijo de Dodge es Bradley, quien siempre que su padre está dormido aprovecha para cortarle el pelo a ras. Y tiene una pierna ortopédica ya que se la aserró con la motosierra. Shelly es una chica flaquita, linda sin pretensiones, que llegada a ese mundo de hombres parece venir a remover cimientos, y logra metérselos a todos en el bolsillo, menos a Bradley, quien la humilla.
Lo que sucede a lo largo de la obra es muy poco interesante, y sólo cobra vida en los últimos 30 minutos de la pieza y que no voy a revelar. Así que el que quiera verla, sólo tiene que apretar el "Ver obra" de mi blog y enterarse los entretelones de esta familia como la suya (¡!) y entrar en la modorra eterna. Podemos pasar sin ella y su patrioterismo inútil.
Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

No hay comentarios:

Publicar un comentario