lunes, 16 de enero de 2017

Mi crítica de "La Tentación del Dr. Antonio", de "Bocaccio 70" (Cine-1962)

Sigo con mi revisión de films del gran Federico Fellini para el curso que espero poder llevar a cabo este año. Esta vez le toca a un mediometraje de 50 minutos, que pertenece al film en conjunto "Bocaccio 70" (los otros episodios serán dirigidos por Mario Monicelli ("Renzo e Luziana" -eliminado en el corte final del film), Lucchino Visconti ("El Trabajo") y Vittorio De Sica ("La rifa")), el film es de 1962 y sólo volvería a intentar otro mediometraje en el '68, "Tobby Dammit" en "Historias Prohibidas", un tributo a Edgar Allan Poe.
Acá Fellini se asoma por primera vez a trabajar con color y le sale muy bien, son especialmente bellos los planos nocturnos en el delirio del Dr. Antonio con Anita. Los intérpretes son Peppino De Filippo y Anita Ekberg, como el castrador censor Dr. Antonio y la chica del anuncio de leche. Su próximo film sería aún en blanco y negro ("8 y 1/2") y recién arribará definitivamente al color en "Giulietta de los Espíritus". Hay dos aspectos del uso del color que alcanzarán más madurez en "Giulietta..." pero que ya están presentes: la utilización expresionista y decorativa del color y el simbolismo de ciertos colores -sobre todo el blanco y el rojo- La apertura del film es un juego polícromo: dos monjas con blancas tocas se separan del centro del encuadre como la cortina de un telón de teatro, dejando ver un grupo de niñas vestidas de amarillo y blanco (el color papal). Por la derecha entran en cuadro una serie de curas vestidos con sotanas de rojo cerezo y desde la izquierda llueven pétalos encarnados. Estas indumentarias reaparecerán en todo su esplendor en el desfile de modelos eclesiásticos en "Roma".
El presente film es una sátira de la moral fascista residual en la época contemporánea, dirigida hacia una de las manifestaciones más hipócritas: la censura. La pone en boca de una criatura ambigua, al mismo tiempo demonio y Cupido que tiene el cuerpo de una niña traviesa. Recuerda la diablita pelirroja de "Tobby Dammit". Personaje juguetón, se introduce en el escenario de su propio relato y llega a tropezarse físicamente con Antonio Mazzuolo. Los ataque de la censura están representados en este signore, que hace la vida imposible a los enamorados que se apretujan en los coches del parque nocturno y se comporta frente al amor como un loco. Sufre la irrisión y la indignación generales, a las que opone los ideales antiguos, pero de una antigüedad fascista, que discrimina en la Roma imperial lo decente y lo indecente, lo virtuoso y lo bajo. En la música resuenan acordes militares o eclesiásticos comentando la acción o su sentido.
La vocecita nos presenta a Mazzuolo mediante un par de fotografías. "En esta se lo ve mejor" dice de una en que se lo ve besando un anillo eclesiástico, porque Mazzuolo es un beato. O las fotos para el documental cinematográfico. Se trata de una película en blanco y negro con la banda de sonido de las voces acelerada, aunque la música de piano que la acompaña se oye a velocidad normal. Cuando va a increpar a una mujer escotada a quien abofetea anuncia la diablita: "y es allí donde comienza nuestra historia".
Los primeros pasos de la historia es la colocación del cartelón de Anita Ekberg incitando al consumo de la leche italiana. Mazzuolo se escandaliza de tal forma que cae en el delirio. Mientras está con los boyscouts repartiendo ridículos premios su discurso es interrumpido por el ruido de unas grúas rojas que entran en campo como monstruos espaciales, como harán las cámaras y las grúas de rodaje en films posteriores. Parecen dedicarse a alguna obra en construcción pero son las que ayudan a la colocación del cartel, señalando la cara oculta del arte como trabajo, otra de las ideas constantes en el cine de Fellini.
Comienza el montaje del anuncio, se trata de la creación por el montaje de una gigantesca imagen de mujer, como lo hace el cine en su operación de fabricar un cuerpo inexistente, objeto de fantasía y deseo, a través de objetos parciales. Fellini utiliza una plataforma metálica como ya vimos en "El jeque blanco" y sobre todo en "8 y 1/2" y la va llenando con los distintos elementos que configuran una imagen y un sonido. Descompone estos elementos para jugar con ellos como con un rompecabezas y mostrar su verdadera esencia lúdica y placentera, como las fotografías de "El Jeque Blanco". Un micro de músicos negros se detiene e interpreta música de films anteriores de Fellini. A esta altura ya participan del jolgorio los scouts y los seminaristas. La música publicitaria comienza a sonar cuando se coloca el último fragmento que contiene la cara y el pecho de Anita. Más tarde serán los "bersaglieri" quienes toquen en su trompeta el leiv motiv de la banda sonora. Mazzuolo trata de tapar el escote como lo hizo antes con la señora del documental, pero no consigue nada. La censura, le dice el jefe de la cuadrilla, perjudica la belleza.
De la tentación del cine para Fellini a la tentación en pantalla grande y a todo color de la época del crecimiento, engrandecimiento e internalización del cine italiano y de la sociedad de consumo que amenazan el mundo tradicional de Mazzuolo. No estamos ante una reflexión sobre la publicidad, -como haría más tarde- sino sobre la imagen cinematográfica. En el cine de Fellini las referencias históricas siempre se expresan en término de imágenes, por lo que la crítica tradicional no las ve y le reprocha injustamente su subjetivismo arbitrario.
Al levantar el anuncio es como si se levantara el telón. El cartel queda frente a las ventanas de Mazzuolo como la pantalla de un autocine, del cine como proyección de los deseos y su reverso, el temor generado por la propia represión.
El calvario de Mazzuolo está narrado sin contemplaciones. Visita espacios eclesiásticos fríos y funcionales, no de la iglesia barroca donde está el desnudo de los ángeles y la exuberancia de las madonnas, sino la escuálida iglesia fascista burocrática, blanca, estéril.
La escena con el censor que se toca continuamente la nariz y las orejas y se tira gases mientras diserta sobre las distintas clases de "instituciones", la visita del arzobispo y la inspección de los secretarios que acuden al descampado en un Mercedes, dan la pista hasta qué punto Mazzuolo ha perdido la cabeza, ni los suyos le hacen caso. Fellini muestra con gran economía y mucha gracia, que el escándalo está en el censor y no en el anuncio.
La tentación comienza por indicios: la visión de Mazzuolo en el espejo del baño del brazo enguantado sosteniendo un vaso de leche o los cambios que ve en el cartel. Pero el peligro no está aquí, en que el protagonista, como le pasa a Wanda de "El Jeque...", atraviese el espejo y se meta en el mundo de fantasía, por el contrario, es la imagen obscena de la gigante que invade el espacio "real" la que se instala en Roma y más tarde cobra vida y sale de su cuadro en medio de un irónico fragor gótico de tormenta, relámpagos, rayos y truenos. La gigante se anuncia con un sonido turbador: el repentino silbido de redes de su traje de noche y sus velos. Es una Venus y una niña, como la "Sylvia" de "La Dolce Vita", maternal y al mismo tiempo inocente, juguetona. Trata a Mazzuolo como un bebé y él, sofocado por el perfume de sus senos, pierde ante ellos su diminuto paraguas.
Su voz dulce y acatarrada tiene resonancias huecas cuando es una gigante. Cuando se vuelve una mujer normal la voz también desciende de volumen. Él, loco de amor, se propone seducirla, guardarla para sí en una relación fraternal. Ella amenaza con desnudarse.  Del streep-tease final de "La Dolce Vita" se pasa al delirio, se maquilla con su polvera-relicario. Cuando cae el vestido y los velos se pone frenético y nos impide ver la maravilla a nosotros, -no miren, salgan del cine- tapando el ojo de la cámara con su saco y sus pantalones, con lo que irónicamente resulta ser él quien queda en paños menores.
Finalmente, Anita se desnuda, y Mazzuolo, con armadura, le clava una lanza en su pecho (del cartel), que muere y cierra sus ojos sin soltar el vaso de leche. Mazzuolo ve venir, entre lúgubres campanadas, un cortejo de familiares y amigos con un ataúd gigante. Al día siguiente, con una polea, cuyo chirrido animalesco expresa la locura de Mazzuolo, lo bajan del cartel. Esta escena es semejante a la bajada del tío de Tita del árbol en "Amarcord". Luego lo encierran en la ambulancia en donde ríe la niña-diablo, triunfante, sacando la lengua, pero no de manera impúdica de otros personajes de Fellini sino con gesto infantil.
En resumen, que asistimos al mediometraje más inspirado de toda la película, una fiesta de color, música y humor. Otra vez lo hizo, Fellini.
Y gracias por leerme hasta acá, nuevamente.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

No hay comentarios:

Publicar un comentario