miércoles, 18 de enero de 2017

Mi crítica de "Wunderkinstz, el Encuentro" (Teatro musical)


Dado a que Teatrix está estrenando una tras otra sin parar, a veces se le filtran bodrios mayúsculos, como este, pergeñado por un autor muy joven (podría decir, casi adolescente), que es responsable del libro, la música y las letras de las canciones que cantan los niñitos. Se le perdona por su juventud, pero la propuesta peca de cierta inocencia... todo está dicho en un tono muy dulce (casi empalagoso) y acaramelado, su trato con los chicos, cuando se sienta al piano y cuando cuelga los presuntos mensajes de paz de los infantes.
El responsable de esto se llama Ezekiel Elhim y es políglota, no sólo habla muy bien el castellano y el inglés sino también chapurrea en portugués, idish o griego sin que se le mueva un pelo. Pero ¿es esto una obra de teatro o un simple recital de chicos de varias nacionalidades? ¿Cuál es el conflicto? Ah, sí, que hay un árbol de la paz en cierto bosque, el álamo de las virtudes, cuyo frasco, que era el corazón se ha roto, y sólo lo pueden salvar los buenos deseos de los niños... ¡¡¡Ayyyyy... qué lindo...!!! Todos los chicos que se presentan a cantar son buenos y dejan su mensaje esperanzador, no importa qué cultura, raza o religión tengan, todos hermanados.
Pero pensemos un poco lo que descubrió Freud, que no son buenos los niños por naturaleza, sino que más bien tienden hacia el egoísmo y la maldad y que sólo la socialización y la cultura los pueden encauzar. Se ve que todos estos impúberes fueron bien socializados porque son a cada uno más bueno que el anterior. Y si pensamos que el mundo actual no está diseñado para que los niños tengan una buena sobrevida, si pensamos que más de la mitad de los niños son pobres, y que más de la mitad de los pobres son niños, no estamos en el mejor de los mundos. Pero claro, todo se resuelve llenando el teatro Gran Rex con un musical para chicos, al que casualmente no concurren chicos sino los padres babosos de éstos, como dijimos antes, de todas las culturas, razas y religiones. Todos hermanados... ¡¡¡Ay, qué lindo...!!! Pero bueno, son los buenos deseos de un joven (inexperto) y eso es lo valioso. Ezekiel comparte constantemente escenario con sus chicuelos y hasta es amenazado por tres matones que le dicen que el mundo no es tan bello, que se una a ellos... pero después nos damos cuenta de que tampoco eran tan malos.
Por el escenario desfilan canciones de varios países y sus pequeños intérpretes, los que sí son una revelación y se comportan con soltura y "cancherismo" a la hora de cantar y actuar. Comienza con un número musical conjunto: "Con luz de niño", en el cual intervienen todos los chicos y hay un coro y un cuerpo de baile integrado por... niños. Enseguida arremete un tanguero, Juan José Greco, con "Che, vos... tango mío", que no debe tener más de 7 años y se comporta como todo un "arrabalero".
Mención aparte es para el dúo de payasos... ¿por qué tienen que ser tan estúpidos y hablar con sonidos guturales? Son malísimos, pero el público, conforme con todo, los aplaude. (Vayan mis respetos para los payasos del "Cirque du Soleil" que son los únicos que me hacen reír en el mundo de los clowns.
Después seguimos por Estados Unidos, con "Un ángel llamado mamá" (My mom, my angel), por Izzy Shiff que canta mitad en su idioma mitad en castellano, como todos los que la seguirán. Aparece en escena el ángel de la mamá, que parece que está pujando en labores de parto para tratar de infundir emoción a su personaje (Veanlá sino).
Sigue un representante de África, Ifemayi Obi, con "Piel de ébano" (Ika o do'gba) muy al tono para la ocasión. ¡Tiemblen, padres y chicos! Llegó "Viva la pizza, Viva Italia" (Tarantella della mozzarella), por Carla Giblisco, donde lo peor que se puede esperar... se hace verdad. Un horror, vean. Encima con reparto de pizza por los payasos...
Sigue Israel, con "Mi plegaria de Shabbat", por la niña Ofir Elbaz, quien no puede mantener su kipá sobre la cabeza (me parece que esta es del Once). Continuamos por Brasil, con "Samba, mi nombre" (Vozes de rua), por la niña Manú Paisce, que por su acento me parece que es más argentina que brasileña. Seguimos con "El siviaki de Ícaro" por el griego de Paternal Konstantinos Chrysostámou (To ovptaki tov' Ikapov). Sigue el chinito Chenle Zhong, que mientras dejó atendiendo el supermercado por sus padres, canta "El romance del dragón".
Es el turno ahora para una bella representante de la comunidad azteca, Janneth Becerra, con "Encanto azteca". Y para terminar el recorrido por el mundo, finalizamos en Australia con Chloe Marlow y "Un sueño de eucalipto" (Sautry of the woods), que se anima a hacer unos pasos de tap lo cual es aplaudido por todo el mundo como a la niña "mona" prodigio (hace tres pasitos). Termina cantando Ezekiel frente a los matones "Me miran raro", pero lo disculpan enseguida.
El final es con todos los niños de probeta (quise decir de promesa) cantando "Un mundo sin fronteras" y "Con amor se puede". Yo digo, todo muy lindo ¿no?, pero mientras haya chicos que empuñan armas para matar a otros chicos como sucede en tantas guerras nuestras, o un Brian que dispare en la cabeza de otro Brian, el futuro no está asegurado por nadie. Sigamos cantando y pensando que todos los niños son buenos y angelicales. Y así nos va...
Lamento decirlo, pero el futuro, por el momento, no es de nadie...
Y gracias por leerme hasta acá nuevamente.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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