domingo, 17 de mayo de 2020

Mi crítica de "Excalibur (Una Leyenda Musical)" (Teatro-Musical)


Seguimos pifiándola con Teatrix. Porque esta reedición del musical de Pepe Cibrián Campoy y Ángel Mahler del 2012 (el último que hicieron juntos) no le agrega nada a la historia del teatro musical. Hace tiempo que haríamos bien en desconfiar de los musicales de Pepito, pero por lo menos "Drácula" fue una innovación dentro del género, "El Jorobado de París" y "Dorian Grey, El Retrato" fueron buenos e ingeniosos aportes, pero ya hace mucho que vienen robando con los musicales y ya no le podemos ver ningún aporte a estos experimentos. Sobre todo porque "Excalibur" (que reflota el viejo mito de que Juan Rodó es un gran cantante) no tiene historia alguna, y hay que estirarla con diálogos y parrafadas innecesarias que no llevan música. Cuando está el acompañamiento de Mahler por lo menos algo bueno sacamos en limpio, pero encima, para oírlos a los personajes hablando pavadas... no gracias, paso. ¡Dos horas y media de una tortura sin fin! Y encima verlo a Rodó queriendo hacerse el gracioso en un Merlín que tiene poco de ingenioso... da vergüenza ajena, sus chistes causas menos gracia que un cuento en un velorio. Y hay que decirlo: Rodó no tiene simpatía ninguna. No importa que trate de parecerlo, debería haber seguido un curso con los grandes humoristas de nuestro teatro para lograr sonsacar alguna sonrisa... pero no, es inútil. Ya la historia sin historia la había contado Walt Disney en 1963 en su película de dibujos animados de una hora y veinte, era mucho más graciosa y efectiva y por lo menos entretenía. Pero la narración ya está contada, así que no nos molestes más Pepito contándonos cuentos que ya trataron otros.
Para colmo acá no hay mucha música coral (cantada por un ensamble), que eran los fuertes de Cibrián-Mahler, las partes cantadas (que no abundan) corresponden a arias de solistas ya sean masculinos o femeninos. Los hombres, -Rodó incluído- se esfuerzan demasiado en cantar sus partes y sólo a veces consiguen prolongar una nota en el tiempo, para las mujeres es más fácil y hay varias arias de soprano bien resueltas. Pero no hay un tema que uno se quede tarareando al final del espectáculo como sucedía en los nombrados, la música de Mahler ya no sorprende ni revela nada nuevo ni original. Y de la filosofía que destacaba a Cibrián y he hecho referencia en otras críticas, es poco y nada lo que quedó.
La historia es sencilla, el rey Algac se muere, y tiene un hijo, Arturo (Rodrigo Rivero), a quien le confía el trono y la mano de una bella esposa, la princesa Geneviere (Florencia Spinelli). Ellos no se conocen todavía y desconfían de si gustarán del otro. Pero son juntados por el gran Mago Merlín (Rodó) y la promesa se cumple, aunque todavía no es tiempo de que unan sus labios. Hay una hechicera mala, Morgana (Sol Montero), que hará todo lo posible para que Arturo no se junte con la famosa espada que sellará su arribo al trono. Pero todo sale mal para Morgana, habidas cuentas de que en un pasado fuera la pareja de Merlín y se hayan distanciado. Él todavía la recuerda con rencor y no le dejará que se apropie del destino de su protegido. A la vez, la madre de Golbar, hijo a su vez de Algac también, pero no madre de Arturo, le promete a su hijo bastardo que él es quien debe coronarse rey y hará todo lo imposible por conseguirlo, hasta incluso falsear el testimonio de una campesina (Morgana en realidad) quien debe testificar en contra de Arturo y su idoneidad. Resultado, cuando se presenta Golbar para sacar la espada clavada en la piedra, no lo logra hacer, pero Arturo sí puede, y se lo corona como rey. En tanto que Morgana mata a Geneviere de un cuchillazo en el pescuezo. Con su novia muerta, Arturo ya no quiere seguir adelante, pero Merlín le hace el favor sacrosanto e intercambia su vida por la de la hermosa doncella. Finalmente se unen en un beso de amor mientras todo el coro canta loas a Merlín.
Hay efectos de magia en el espectáculo, que no son tan deslumbrante como los que se nos prometían, sólo una espada volando sin rumbo fijo, cruzando la platea, un Merlín que desaparece en el aire y un truco de levitación, pero eso ya hace 35 años lo hacía el mago Charlie y le salía mejor. El cuerpo de baile, como siempre es desenvuelto y correcto y  los maquillajes expresionistas de Cibrián poco dejan ver de los rostros de los intérpretes. (Es patética la barba postiza del rey, que lo hace parecer al rey de Shrek y la espada en la piedra temblando antes de querer ser arrancada por Golbar). Como dije antes, el desempeño vocal es lo mejor de la puesta, pero dudo mucho de la afinación de los varones, es desempeño a favor por las mujeres. No hay voces que sobresalgan ni creen el impacto de "Drácula", Rodó sólo aprendió a modular después de "Jekyll &Hyde", y acá ofrece su voz monocorde y gritona.
No tuvo la suerte de público que lo acompañara antes, y el gasto empeñado por Cibrián fue un fracaso, pero, bueno, también se las busca... Acá les dejo la obra por si quieren verla.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



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