jueves, 28 de mayo de 2020

Mi crítica de "Poderosa Afrodita" (Cine-Woody Allen-1995)

Woody Allen es un caso único por dónde se lo mire. Desde hace más de dos décadas (esto en el 95) estrena sin faltar una película por año. Alejado del mundo de Los Angeles, sus films cuestan una suma irrisoria comparados con las grandes producciones de Hollywood. De alguna manera, seguramente a favor de su prestigio, siempre consigue reunir a un gran elenco, logrando que muchos de sus actores trabajen por una suma inferior a la que cobran normalmente. Esta notable laboriosidad lo ha librado de la pesada carga de filmar "grandes películas". Nadie puede esperar que un director haga obras maestras, una tras otra, a lo largo de tanto tiempo; de esa forma, Woody se permite ejercicios ligeros, burbujeantes, como "Disparos sobre Broadway", "Un Misterioso Asesinato en Manhattan" o "Sombras y Niebla", que sofocantes estudios sobre la alta burguesía neoyorquina como "Maridos y Esposas", o más antiguamente, "Interiores" u "Otra Mujer".
Una que otra vez, un rayo de inspiración atraviesa alguna de sus obras dándole una profundidad inigualada. Combinadas con su peculiar ingenio, estos golpes de genio dan un resultado irresistible: la gracia de un judío contador de chistes en bares sumada a una delicada descripción de los terrores humanos más agobiantes. Los últimos ejemplos de este feliz acontecimiento han sido "Hannah y sus Hermanas" y "Crímenes y Pecados".
Aquella insólita continuidad, combinada con un espacio geográfico y una clase social de los cuales se va a alejar muy ocasionalmente, dan un aire de familiaridad a sus películas, aire que bien puede confundirse con agotamiento y repetición. Sin embargo, es ese contexto acostumbrado el que permite visualizar mejor las novedades, como siguiendo la evolución año a año de un amigo que vive en un país lejano. "Poderosa Afrodita", con sus virtudes y sus imperfecciones, se inscribe perfectamente en este marco. Divertida y chispeante, alegra de lo ligera que es. Llena de defectos y contradicciones, al mismo tiempo, permite visualizar los devaneos de Woody con otras clases sociales y sus idas y vueltas ante las instituciones familiares.
"Poderosa Afrodita" repite un par de veces el mismo chiste: el de la extrema literalidad. Es presentada como una tragedia griega pero nada menos que por un coro griego en el que intervienen, entre otros, Layo, Edipo, Yocasta y Tiresias. Más adelante, el coro describirá un giro del guión como un "deus en machina" y, efectivamente, un helicóptero averiado descenderá del cielo para resolver el conflicto. Lamentablemente el coro alterna momentos desopilantes con chistes basados en una serie de anacronismos de una pereza que deshonra al autor. Cuando el coro grita: "¡Oh Zeus! ¡Responde nuestro llamado!" Y se escucha la voz del dios griego desde un contestador automático, como cuando Cassandra vaticina: "Desastres, tragedias, abogados", parece que Woody hubiese puesto el piloto automático, como escribiendo bromas para un programa de televisión. Curiosamente, alejado de todo aquel énfasis, el momento que resulta graciosísimo es aquel en que el corifeo (F. Murray Abraham) acompaña a Lenny (Woody) a una oficina y, casi fuera de campo, le alcanza un lápiz y le sostiene el papel para que pueda escribir. El sutilísimo anacronismo de este gesto, casi ausente visualmente, es mucho más eficaz que los otros, dignos de programas cómicos argentinos.
Uno quisiera ver las películas de Woody Allen y no pensar en su vida privada, pero no puede. Tampoco es que el hombre no las relacione, con ese exhibicionismo disfrazado de pudor, tan típico de él. Al comienzo de la película, su mujer, Amanda (Helena Bonham Carter), le hace saber, en una cena de amigos, que quiere adoptar un hijo. "Lo que quieres es tener un hijo sin sentir náuseas", dice Lenny y uno no puede dejar de pensar en la manía adoptadora de Mia Farrow. La obsesión de Lenny va a llegar hasta la madre bilógica de su hijo, lo que lo conectará con un medio social (es actriz porno) bastante alejado del suyo y particularmente del de su mujer, que sueña con manejar una galería de arte.
El personaje de Amanda es típico de las películas de Woody, el de la mujer oficial, fría y poco interesante. En "Comedia Sexual de una Noche de Verano" lo interpretaba Mary Steenburgen, y la mujer que personificaba la pasión era nada menos que Mia Farrow. Cuando su relación con Mia fue avanzando ella misma pasó a representar la rutina matrimonial y un ejemplo es el de "Maridos y Esposas", donde el atractivo externo pasó a ser Juliette Lewis. "Poderosa Afrodita" pinta brillantemente en una escena pequeña -un relato que Lenny le hace a un amigo sobre una cena y el retorno a casa- el hastío del matrimonio. Uno de los momentos más desconcertantes de "Poderosa Afrodita" es la reconciliación entre Lenny y su esposa, un personaje que, sin ser ridiculizado, tampoco es mostrado con ningún tipo de calidez. Uno podría especular que Woody es demasiado conservador como para que al final se quede con la joven actriz porno -con la cual todo ser humano se quedaría, tal como está pintado en la película- pero no debe ser tan así quien en la vida real deja a su mujer por la hija adoptiva de ésta. Allen es un artista conservador con una vida privada desprejuiciada.
Quizá por primera vez en su carrera el personaje que encarna Allen se preocupa por su hijo, que aquí es, en cierta forma, el eje de la trama. Lo quiere, lo mima, lo cuida y lo adula una y otra vez en forma muy simpática y cálida. Pero el personaje del niño no existe. Tiene letra un par de veces, una para hacer un chiste que lleva la marca de Woody y otra para darle pie a uno de sus comentarios ("¿Quién manda entre mamá y tú?" "Yo mando, mamá es sólo quien toma las decisiones"), pero el pequeño no forma parte de la película salvo en forma indirecta. Esta primera aproximación a la paternidad en su filmografía es algo sesgado, muestra a un padre preocupadísimo pero no sabe bien por quién.
El conservadurismo tiene que ver no sólo con el respeto a las instituciones familiares sino a la inmovilidad de las clases sociales. Una de las novedades de la película es que Lenny es un cronista deportivo y que las conversaciones de la "intelligentzia" neoyorquina lo aburren a muerte. Pero esto queda en algo formal ya que sus gustos personales (recitados cuando buscan el nombre para su hijo) son los del personaje de siempre, un neoyorquino culto y sofisticado, sólo que se trata con boxeadores y entrenadores de fútbol en vez de con arquitectos. El final del film, deja a aquellos personajes de escasa instrucción en su lugar, pero, con un progreso "moral": la actriz porno se casa con un buen hombre y trabaja de peluquera, el boxeador se hace granjero y consigue una mujer de su estilo. Allen, como en muchas otras películas, retrata a su clase social como una cárcel de la cual él mismo no puede salir. El final de la película es un falso final feliz.
Dejamos para el final la frutilla del postre, el motivo por el cual esta película tiene un resto de brillo que supera sus deficiencias. Mira Sorvino. La hija de Paul Sorvino tiene el mismo tamaño que su padre pero muchas mejores medidas. Con su cara de niña y sus espectaculares curvas, su voz chillona y su simpatía arrolladora, compone un personaje fascinante, Linda, actriz porno, perdida en la vida, de gustos vulgares y escasa instrucción, al mismo tiempo inteligente y bondadosa, Linda ilustra la fascinación que tiene Allen por un mundo externo al de los intelectuales de Nueva York y es un gran paso adelante con respecto a un personaje que chirriaba en "Maridos y Esposas", una entusiasta del aerobic y los horóscopos. Igualmente, el director la condena a su destino de peluquera de barrio. Desbordante de energía, Sorvino lleva en su piel un cartel que grita "¡Soy la vida!". Es verdad, dice Woody, pero es una vida sin Groucho, sin Gershwin y sin Mahler, no es vida.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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