sábado, 16 de mayo de 2020

Mi crítica de "Manhattan" (Cine-Woody Allen-1979)

"Manhattan" es otro opus de inflexión en la obra de Woody Allen. Filmada en 1979 hubiera sido imposible de concretar sin esas dos obras gigantescas que fueron "Annie Hall" e "Interiores", comedia una, drama la otra. "Manhattan" hace así su presentación como la verdadera comedia dramática. Rumbo que no volverá a perder la filmografía de Allen.
Con "Interiores" (1978) Woody tocó fondo. No obstante, su siguiente film constituye algo más que un retorno al género habitual. "Manhattan" puede constituirse -junto a dos o tres más- como las obras maestras de Allen. Jamás alcanzó a la popularidad de "Annie Hall" pero posee un esteticismo mucho más amplio.
"Manhattan" es la prueba fehaciente de que los lauros obtenidos por "Annie Hall" no lo marearon, y que supo entender a la crítica, a la que a pesar de sus aclamaciones unánimes, él supo encontrar los defectos de su película y se esforzó por enderezarlos, a lo largo del film se nota, en la combinación de comedia y de drama, como asimismo en la concepción de ese tono constante, imposible de despegar, de ser controlado hasta el detalle por un artista exigente. "Creo que con 'Manhattan'", dijo en una entrevista, " he conseguido integrar mejor todos los elementos (...) es una especie de mezcla entre lo que quería hacer en 'Annie Hall' e 'Interiores'". "Manhattan" es un film que nos involucra emocionalmente a través de personajes reconocibles y bien pintados al mismo tiempo en que nos envuelve en su desarrollo intelectual, en lo que acontece en un nivel más hondo. Si bien han menguado las carcajadas, en reemplazo tenemos un producto mejor, una sofisticada y estilizada sensibilidad cómica, sutil y perspicaz.
Efectivamente, cuando Woody escribió sus objetivos a Natalis Gittelson, dijo que había intentado comunicar "mi punto de vista subjetivo y romántico de la vida actual de Manhattan. Me gusta pensar que, dentro de cien años, si alguien ve este largometraje, aprenderá algunas cosas sobre la vida en esta ciudad en los años '70". En "Time", Frank Richard la calificó de "retrato prismático de un lugar y una época, que podría estudiarse dentro de algunas décadas para averiguar qué tipo de gente éramos. Es ésto, precisamente, lo que hizo Jean Renoir con ciertas elites europeas en sus obras maestras "La Gran Ilusión" (1937) y "La Regla del Juego" (1939). Por lo tanto es comprensible que "La Gran Ilusión" salga a colación varias veces en el transcurso de "Manhattan", como película favorita de su protagonista Isaac Davies.
Filmada en un bellísimo blanco y negro por Gordon Willis, un director de fotografía que gusta de los encuadres geométricos, y que utiliza el blanco y negro porque es así como Woody siente a su ciudad: en blanco y negro y con la música de Gershwin vibrando a cada paso de la Gran Manzana.
Es una obra operística: la película abre con las locaciones más hermosas de la ciudad, con una pantalla en cinemascope y ese prólogo funciona a manera de una obertura de ópera, explicando en apretados seis o siete minutos todo lo que sucederá luego, bien podría ser la obertura de "La Traviata" o de cualquier ópera de Verdi o de Puccini. Este prólogo lleva la "Rapsodia en Blue" de Gershwin y la voz inconfundible de Woody, quien está ensayando el primer capítulo de su libro. Si hay algo en común en esta obra es que todos están escribiendo un libro. Isaac, tal el personaje que toma Woody, se describe como un tigre sexual, con la potencia y la rigidez de ese animal, pero también con un intelecto que repasa la vida cultural y social de su ciudad, como una basurero infestado de drogas, amores pasajeros y desperdicios. Todo esto, con admirable maestría es la que ocuparía luego esta comedia donde hay mucho para reír y también mucho para reflexionar.
De hecho, los planos del Estadio o de la Sexta Avenida no habían sido nunca tan maravillosamente fotografiados. No obstante, las palabras de Allen no poseen sólo interés iconográfico. Cuentan, de alguna forma el desarrollo del tiempo. Isaac repite una y mil veces que el mejor cómico  que existió fue W. C. Fields, incluso Tracey le deja un mensaje en el teléfono, una vez separados, para avisarle que esa noche pasarán una película suya por televisión. Ya que, de manera que los tiempos se aggiornen -nuevas gentes, nuevas costumbres-, Isaac no quiere huir de su tiempo, inclaudicable como si no pasar nada, actualizando su pasado del cual no quiere desprenderse. Se lo hace ver a Tracey, confiando en la estabilidad de las parejas, aunque él venga de dos malos matrimonios. Reprocha la modernidad de Tracey y le refriega que nació con la marihuana, la píldora y la televisión, para concluir con el epíteto de que él estuvo en las trincheras. Este es un chiste pero ya conocemos el humor de Allen. Esto, allá a lo lejos, responde a un romanticismo alcoholizado, que se deja llevar como un papel por todo el film.
Luego de la obertura, nos situamos en el restaurante "Elaine's", lugar obligado para la cena de Allen. Allí comparte mesa con su amigo Yale (Michael Murphy), la esposa de éste, Emily (Anne Byrne), su novia Tracey (Mariel Hemingway) y por último, él mismo, Isaac Davis (Woody). Aquí nos encontramos con una característica del cine de Woody, el último personaje en aparecer en cámara es él. Recordemos la primera película en donde tardaba en aparecer en pantalla: "Toma el Dinero y Corre", se ve primero la casa paterna y un violoncello que sale disparando por una de las ventanas, entrevistas a los padres y maestros, y finalmente, él, tocando el cello en una banda callejera. En "Bananas" aparecía primero el asesinato del presidente con reportaje al coronel entrante. En "Amor y Muerte" describe primero a toda su familia, lo que volvería a aparecer en "Días de Radio". También es el último en aparecer en "Todos Dicen te Quiero". Pero más allá de este sello de autor, la conversación del principio aporta varios temas: la relación de él de 42 años con su novia de 17 ("soy más viejo que su padre", afirma) -algo de esto habrá en su relación con su esposa Soon-Yi Previn-, los chismes sobre el mundo del espectáculo  como la nueva pornografía; el valor, si alguno de ellos viera a una persona ahogándose en el agua helada ¿tendría el valor de arrojarse para salvarla? Esto lo tiene sin cuidado ya que él no sabe nadar, por lo cual queda excluido del tema.
Isaac es una variación judía y contemporánea del tema de "El Gran Gatsby"; el personaje supuestamente moderno que encarna Woody es , verdaderamente, un americano tradicional, romántico y antiguo, que se prende a algunos valores del alma a pesar de ser el primero quien pone en cuestión la existencia de Dios. No es extraño que cuando el hablador Yale o la superficial Mary (Diane Keaton) realicen su "Academia de los Sobrevalorados", ubiquen también allí a Scott Fitzgerald, Isaac se encolerice. Tracey es su "jardín privado" y al final vuelve allí. "Manhattan" es un film hecho para que Woody desangre su vena romántica miles de veces: en las frases que la abre se escucha: "Idealizaba Nueva York de forma exagerada... no, mistificaba Nueva York de forma exagerada". John Simon soltó el insulto de que "el elemento más irresponsable de la película es que lleva implícita la idea de que un hombre decente de 42 puede encontrar satisfacción emotiva y sexual con una niña de 17 años" y Pauline Kael respondió a Allen diciendo: "¿quién sino Woody Allen podía hacer que la predilección de un cuarentón por las quinceañeras fuera considerada una conquista de los valores auténticos?" Ambos ignoran que Tracey no es un personaje realista, sino que representa un símbolo (que queda subrayado por la estática actuación de Hemingway), un grial y una figura alegórica de la pureza. A estas alturas, en que vio consumado su mayor casamiento con una hijastra mucho menor que él nos debemos replantear todo este comentario, hecho que también supone la ruptura en "Maridos y Esposas" (1992) al enamorarse de una alumna, Rain (Juliette Lewis), joven muy madura y conflictiva, escritura que llevaba a cabo mientras consumaba a escondidas su relación con Soon-Yi.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



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