miércoles, 6 de mayo de 2020

Mi crítica de "Unipergonal" (Teatro)


"Vengo de un viaje de placer. Vengo de llevar a mi suegra al aeropuerto". Este podría ser un chiste representativo de lo que el show de Sergio Gonal es. Un espectáculo lleno de chistes viejos y malos, con un cómico que no tiene la menor gracia para hacer reír y con malas palabras y chistes de doble sentido por doquier. Acá se hubiera sentido a gusto mi primo platense Alejandro Althabe, el cómico radial y televisivo que hace "humor del fino" (mientras pone una foto de Luisa Delfino) y se divierte él solo de sus propias imitaciones. Pero no, acá no trabaja mi primo (lo cual no deja de ser una ventaja) sino un pobre cómico berreta y desconocido llamado Sergio Gonal. No sé por qué Teatrix nos quiere hace "disfrutar" de este show innecesario. Nos promete que nos va a arrancar carcajadas, que nos va a llevar de paseo por toda la historia del humor y uno se entusiasma, ¡vamos a visitar a Chaplin, los Hermanos Marx, Jacques Tati, W. C. Fields, Buster Keaton, Harol Lloyd, y los más modernos Woody Allen, Monthy Python, Benny Hill, Alan Alda y Billy Cristal! Pero no, las dos únicas veces que utiliza a Chaplin son, una para contar una frase suya y luego introducir tres chistes verdes y la segunda para presentar una falsa película de cine mudo con un Chaplin de mentira que no hace sino ensalzar a Gonal. Y de los demás ni hablar. Por acá el panorama del humor es igualmente desolador, los luthiers se van muriendo o se retiran (el pobre Marcos Mundstock murió hace dos semanas), Tato Bores hace tiempo que se murió, Landriscina ya no cuenta, Pinti se pasó al bando K, Gabriela Acher sigue rodando y gozando de buena salud pero ya tiene sus años, de Niní Marshall lo único que nos queda es su recuerdo y algunas películas, con Woody Allen ya nadie quiere trabajar, Dolina ha perdido gran parte de su público por pertenecer al batallón K también, y Koremblit hace rato que se murió. Parece que sólo nos queda Sergio Gonal... ¡pobre espectáculo! Les juro, nunca esperé tanto que terminara un show como con este. Me pareció sumamente insoportable y de mal gusto, además de ser un cómico que no inspira ninguna gracia, más falta de méritos, imposible.
Bueno, pero hay que comentar este espectáculo. Ya de entrada le desconfío, como todos aquellos ¿humoristas? que se tientan cada vez que terminan de contar un chiste. Y encima malo. ¿Es que se ríen de su propia gracia o se ríen para incentivar al público a que lo haga? No se preocupen, igual recoge risas y carcajadas. Porque estamos en Mar del Plata y hay que reírse por un show de teatro, porque ya sabemos que no todo lo que se presenta en Mardel es bueno, y porque hay que justificar la entrada. Hay una señora de edad, acompañada por una mujer cuarentona, un chico y un desahuciado en la primera fila que la pasan bomba... y el público aplaude de pie. Se ve que la gente está acostumbrada a consumir carnaza común. Bueno, les decía, vamos a hacer una recorrida por la historia del humor (es lo que nos promete) y nos preparamos para disfrutar el viaje. Llega primero el humor radial, con cuentos cortos, presentados por Jorge Furmento (se ve que no le avisaron, o se adhirió... vaya uno a saber). Y llegan los chistes cortos de la mano del humorista (¡¡¡!!!). Son pésimos y de mal gusto, lo que mi papá hubiera dicho "esto es para un club de barrio", con perdón del club de barrio. Lo voy a volver a repetir: No tiene ninguna gracia para contar chistes, no empatiza conmigo, es grosero, es berreta, es de cuarta.
No importa que se cambie de saco entre cuadro y cuadro, ni que se disfrace de gaucho para el scketch de "humor campero", les recuerdo que Les Luthiers no se cambian nunca su riguroso smocking y regalan abundantes carcajadas y nos tenemos que imaginar su vestuario ya sea de época o de ópera. Viene luego el riesgoso tema del "bulling" como un género humorístico en sí mismo. Y las anécdotas que cuenta no pasan de una estudiantina (se burla de sí mismo cuando era chico e iba al colegio, e incluso presenta algunas fotos de la época), y los chistes que cuenta son guarangos y de un sólo sentido. Acá hago una disgresión: el humor debe tener doble sentido para ser humor. Ejemplo: los aviones no se mojan cuando llueve porque llevan piloto. Esto, que parece una obviedad es la base del humor, se debe decir una cosa y aludir a otra, porque cuando se alude a la cosa misma, caemos en el HORROR, en la grosería, en la chabacanería, en el chiste directo y sin sutileza. Bueno, eso es lo que abunda acá, y con poco tacto. Aparte se dice "cuentista". ¿No sabe que el cuento necesita de una duración más larga que la del chiste corto? Un cuentista de ley es don Luis Landriscina, quien nos asegura que para llegar a destino sea más rápido, el viaje debe ser agradable, ya bien lo sea o no nuestro destino, si la pasamos bien durante el cuento, no importa mucho que el remate no sea tan original. Y Landriscina sabe mucho de esto. Bueno, de eso no hay nada acá. Cuentos, cero.
Sigue el número de la ventriloquía, como si eso fuese un paso fundamental del humor escénico. Y aparece con un muñeco y va a tratar de hablar como ventrílocuo. No lo logra, se le nota mucho cuando abre la boca para pronunciar el discurso del muñeco. Y encima es de la peor calidad el libreto, con bajezas que ni mi primo, el del "humor delfino" hubiera caído en ellas. Debo aclarar que el guión pertenece no sólo a él sino también a Guillermo Camblor y Braian Gonzaleia (dos ilustres desconocidos). Continuamos con el film mudo de Chaplin (apócrifo) con alguien que lo imita bien, pero les recuerdo que si algo marcó a Chaplin era su sentido del humor unido a su nobleza, su ternura y su indefensión, su papel de víctima eterna. De todo eso no vemos nada en el "humor" de Sergio Gonal. Y llega el turno del stand up, un género relativamente nuevo, que no modificaría, en sí, la historia del humor, si bien ahora es lo único que se hace. Pues bien, aceptémoslo como paso necesario. Y acá me hace sonreír un poquito, contando versiones de los supermercados chinos y de los restaurantes de tenedor libre y sus comensales, es medianamente ingenioso es libro y le aporta un poco de simpatía, si bien va a seguir riéndose con el remate de cada broma.
El paso anteúltimo es el "humor de campo" (¿necesario?) donde empuña una guitarra, pero sin tocarla (sólo hace la mímica con un sonido que se escucha en off), le recuerdo a Gonal que casi todos los cómicos saben tocar algún instrumento, sería muy útil que aprendiera aunque más no sea a rasguear. Y el pobrísimo (por no decir paupérrimo) libro del humor campero luce por su ausencia, se tiene que apoyar en el público para lograr una complicidad de un texto que no existe. Y el final se lo dedica a los cuentos de recuerdos. Y acá sí logra hacerme entrar en su juego, porque recurre a la nostalgia de los que rondamos los 50, con los asaltos, los lentos que bailábamos con la chica de nuestros sueños y los perfumes que nos poníamos (hace una amplia recorrida de marcas), los cassettes y las cassetteras únicas, la luz negra que se ponía para los lentos y las comidas que llevaban las chicas y las bebidas de los chicos. Hace un vuelo rampante por temas sexuales de la adolescencia y la información que tienen los chicos de hoy. Pero lo bueno, si breve... Y así termina un show desafortunado, con todo el público aplaudiendo de pie, y conmigo queriendo apagar la aplicación. Acá les dejo el video para que se castiguen.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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