domingo, 3 de mayo de 2020

Mi crítica de "La Danza de los Vampiros" (Teatro-Musical)

En 1967 Roman Polanski creó, dirigió y actuó en la que fuera su película más famosa: "La Danza de los Vampiros", una sátira de humor negro sobre el mito del Conde Drácula y su hijo gay, con un jovencísimo Polanski acompañado por la que entonces era su esposa, la malograda Sharon Tate. Pasaron 30 años de ese estreno, y en octubre de 1997, en Viena, se estrenaba el musical basado en aquella emblemática película, sin saber que se estaba haciendo historia. Porque el musical con partitura de Jim Steinman y letras de Michael Kunzer se convertiría en otro hito dentro del teatro de ese género.
Cuando Richard Wagner escribía sus óperas, las definía como "ríos de música", y algo por el estilo podemos decir de la exquisita banda sonora de "La Danza de los Vampiros", porque se trata de una música hipnótica, que es imposible dejar de oír una vez que se ha empezado a escucharla, con un entusiasta ritmo y soberbias melodías y arias para uno, dos o varios cantantes. Y hay algo más que la emparenta con la obra del músico de formación clásica: que está cantada en alemán. Yo tengo todo un prejuicio con la música cantada en ese idioma, porque para mí, el alemán era una lengua muy dura para ser cantada. Prefería las óperas en italiano o francés. Pero con este musical me pasó algo sorprendente: no me molesta el idioma, es más, casi lo agradezco. Vamos a ver si ahora vuelvo a la producción operística de Wagner con el mismo entusiasmo.
"La Danza de los Vampiros" (el musical) recorre casi todo el periplo que la película, es más, algunas de sus acciones son idénticas, tales como cuando el científico inspirado en Van Helsing, el Profesor Alionsius de Königsberg se queda congelado en posición de sentado y debe ser cargado a la espalda pos su ayudante, el joven Alfred, o cuando el mismo profesor desciende a la cripta de los vampiros y queda colgado, atrapado por su levita en una reja y debe ser Alfred quien trate de clavarle la estaca a los muertos vivos (sin conseguirlo). Otra situación repetida es cuando el hijo afeminado del Conde de Krolock (un remedo del Drácula de Bram Stocker) trata de morder a Alfred y éste pone un libro entre su mordida y su cuello, o cuando todos los vampiros bailan el tan nombrado baile sin reflejarse en el espejo y sólo los dos intrusos lo hacen. Son algunas de las peripecias que nos hacen mirar con más cariño este musical ya que nos retrotraen a la obra fílmica tan querida y admirada que le dio origen. El fantasma de Polanski sobrevuela esta versión de su inspiración y lo hace a modo de homenaje y de guiño cómplice para el espectador. Por supuesto que el agregado de la música es un plus que habla por sí mismo, es imposible despegarse de esas melodías que uno continuará tarareando al término de haber visto el musical. Yo pude verlo por una presentación de youtube, pero hay varias versiones en la misma plataforma, yo elegí una que tenía subtítulos en inglés, idioma que no entiendo pero que sospecho (como diría Borges de algunas lenguas orientales que desconocía), y así pude entender buena parte del argumento. Recomiendo a todos los voraces consumidores de musicales que yo sé que visitan mi blog, que se acerquen al canal de youtube porque hay sobradas muestras de ellos (hace poco pude ver la función del 25 Aniversario del "Fantasma de la Ópera", en una excelente versión).
Resumamos brevemente la historia de "La Danza de los Vampiros": El Profesor Alionsius de Königsberg y su ayudante Alfred están perdidos por las montañas de Transilvania, en busca de seres monstruosos, los vampiros, y llegan a la posada de Mr. Chagal, el padre de la joven y bella Sarah, quien toma baños desnuda en su bañera, lindera con la pieza que se les asigna a los viajeros. Alfred la descubre allí y queda fugazmente enamorado de ella, tanto que guardará con celo la esponja que ella usaba para su baño. Sarah es visitada a la noche por el Conde Van Krolock y queda hechizada por él, de modo que, poniéndose unas botas rojas, huye en la noche en busca de su castillo en medio de los Cárpatos. Pero el Sr. Chagal ha sido mordido por un vampiro (es curioso como la historia se junta: allí la maldición del vampirismo corría como una plaga; hoy nos vemos cercados por un virus infame que nos obliga a quedarnos en casa y nos hace que veamos estas maravillas musicales en medio del tedio, quiere decir que siempre ha habido endemias o pandemias que han sumido a la población en el más profundo terror, el vampirismo sembrará sus víctimas inocentes a lo largo de todo el relato, y las llevará fuera de él una vez que haya terminado: Sarah. convertida en uno de ellos muerde a su amado Alfred, continuando con la maldición que el profesor lleva en su trineo hacia Europa sin siquiera saberlo). Allí un contagio, acá otro, la historia es siempre la misma y el temor semejante. Pero sigamos. Chagal es mordido y vampirizado, el Profesor trata de anularlo clavándole la famosa estaca de madera en el corazón, pero es impedido por su esposa. A la vez, Chagal se levanta de su descanso y muerde a otra joven que ha venido a curiosear, a la que se llevará a retozar con él cuando se mude al castillo del Conde.
Hasta allí la historia en la hostería, desde aquí el Profesor y su joven adepto se trasladan a la morada del Conde Von Krolock y son recibidos por él mismo, quien los invita a pasar y les ofrece descanso. Allí asistimos a un desdoblamiento de la bella Sarah (ya inquilina del castillo) en una joven de unos quince años, la misma que fuera ella en su adolescencia. Ésta baila junto a los vampiros una danza desenfrenada y exultante, la reconocemos por sus mismas botas de color rojo sangre. Es arrastrada y vampirizada por sus anfitriones, los seres no-muertos que pueblan el castillo. Es sabido que la luz del día espanta a estos seres y los hace refugiarse en sus féretros, en dónde duermen durante la jornada: hasta allí, la cripta del Conde, bajan el profesor y Alfred llevados por el instinto de poner fin con la maldición. Pero el Profesor queda colgado de su levita, como dijimos antes, y sólo Alfred puede comprobar que en los ataúdes descansan el Conde y su hijo Herbert, sin poder matarlos por la impresión que esto le produce. Luego Alfred se encuentra con su amada Sarah, quien está tomando otro baño de espuma, ahora en una bañadera bien a su medida y con otra esponja semejante. Trata de convencerla para que huya con ellos pero es imposible: el Conde la ha invitado a reunirse con él en el baile de la noche. Luego de un intento de seducción hacia Alfred por parte del joven Herbert, acuden al famoso baile, en donde hallaran un ejército de criaturas no vivientes en pleno uso de sus facultades. Logran verse reflejados en el espejo en el que los otros no proyectan imagen y enfrentarlos. Huyen con la bella Sarah, pero ésta ya ha sido poseída por el Conde y lleva su maldición con ellos.
Es un brillante espectáculo lleno de música cautivante e inspirada, fabulosas voces, extraordinarias interpretaciones y un vestuario muy al tono. Todo brilla en la puesta de este musical que se vio en Alemania (existe su versión de Broadway también). Lo recomiendo a todo amante del género y yo me he puesto al día porque desconocía este verdadero hallazgo que es el musical "La Danza de los Vampiros". No dejen de verlo.
Y gracias por leerme nuevamente hasta aquí.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).



No hay comentarios:

Publicar un comentario