sábado, 28 de mayo de 2016

Mi crítica de "Cita a Ciegas" (Teatro)

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Pude ver esta genial obra del autor argentino Mario Diament gracias a la voluntariosa iniciativa de Teatrix, que la estrenó este mes para que todos podamos disfrutar de ella y de su maravillosa propuesta.
Cuando en 1992 Al Pacino ganó el Oscar por su composición de un ciego en "Perfume de Mujer" lo que se destacaba por sobre toda su actuación era el manejo de su rostro, impasible en la mitad superior, de la nariz a los ojos, ya que los ciegos no tienen expresividad en esta zona de la cara por el mismo hecho de carecer de visión. Lección que parece no haber tenido en cuenta Luis Agustoni al encarar su papel de escritor ciego en esta obra. Es una lástima ya que esperaba que me deslumbrara en la actuación tanto como lo hace en la autoría o en la dirección. Es un gran error de Agustoni manejar todo el movimiento de la cara y no preocuparse por dar más verosimilitud a su composición. Por lo demás podemos decir que es correcta, al igual que todo el elenco, ya que nadie sale de lo corriente en esta interesante pieza. En definitiva no importa si el escritor ciego sea Borges o no, como lo postulan muchas otras críticas, ya que lo que importa es el argumento de telaraña y las historias que entreteje.
Podemos hablar acá de la construcción de un pentágono, un polígono de cinco lados y cinco vértices cuyas historias se entremezclan, se unen y se separan con la plasticidad de una medusa. Son cinco cuadros los de la obra y cinco los personajes, todos perfectamente estructurados desde el guión. Empecemos con el encuentro casual (aquí esta palabra va a recibir mucha importancia) entre el escritor y un hombre, subdirector de un banco que ha decidido llegar tarde a su trabajo para sentarse en la plaza. Allí el escritor le explica la importancia de las casualidades, ya que habría miles de factores que podrían haber incidido para que no se cruzaran nunca ni intercambiaran sus historias. El tema del azar, del Destino o como quiera llamarse atraviesa toda la obra. Ya los griegos antiguos estaban bien anoticiados  sobre las consecuencias del azar en la vida y en las tragedias humanas. No otra cosa es el mito de Edipo y Yocasta. Pero volvamos acá. El escritor le explica al hombre que cree firmemente en la teoría de las realidades paralelas, que dice que mientras en nuestro universo está sucediendo un acontecimiento, en otros universos paralelos pueden estar pasando los mismos acontecimientos con otro desenlace. Esta idea tal vez es la que originó la propuesta teatral que presenciamos. Por otra parte, el escritor le cuenta a su oyente que en su juventud vivió en París un encuentro que lo dejó marcado: se cruzó unos instantes en ascensores distintas con una chica tan hermosa que no cabía en sí de emoción. No pudo hablarle y regresó en los días sucesivos a la misma hora para ver si la encontraba, lo cual fue infructuoso. A la vez el hombre le relata que conoció a una chica más joven que él en un vernisage artístico que lo conmovió profundamente y a la que rastreó para volverla a ver. Ella lo atraía sobremanera si bien podía ser su hija y creyó que él ejercía el mismo influjo sobre ella. Esta le vendió un cuadro de un desnudo propio hecho por su novio a la módica suma de 20.000 dólares. Acto seguido se acostó con él en signo de agradecimiento. Ella era escultora en hierro que se dedicaba a hacer imágenes abstractas. Él siguió llamándola y ella empezó a rechazar sus llamadas e incluso a no atenderlo. Pero ese día, lo llamó para decirle que tenía una noticia para darle, que se verían a la noche en su departamento. Creo que es superfluo decir que el hombre en cuestión está casado, con una psicóloga por la que no siente pasión (siendo correspondido) y que tiene dos hijos. Los eventuales conferenciantes se separan.
Acto seguido se presenta ante el ciego que sigue en su banco de la plaza San Martín, una chica de 28 años que le relata brevemente su vida, es escultora en hierro, vive con un novio al que creía un genio y que al ser ignorado por la crítica empezó a tomar y a drogarse  y que en la actualidad se está muriendo de SIDA. Él pintó un desnudo de ella el que vendió a un hombre con el cual tuvo una aventura, por 20.000 dólares. Evidentemente es la chica sin nombre (es curioso, ninguno de los personajes tiene nombre propio). Ella le confiesa al escritor que desprecia completamente a este hombre, que no sólo insiste con verla sino que además se disfraza y la sigue por la calle creyendo que ella no lo advierte. Lo ha citado esa noche en su departamento para decirle que se muda a Londres. Antes de irse le cuenta al escritor que ha tomado una sesión con una psicóloga a la que le contó toda su situación, obviamente sin dar nombres. A esta altura no tenemos que ser muy sagaces para advertir que la psicóloga es la esposa del hombre.
Luego presenciamos una entrevista de la psicóloga con una mujer adulta que vive al lado de un hombre por el que no siente nada, que tiene una hija con la que se lleva mal, que es escultora en hierro... Bueno, ya sabemos que esta es la madre de la chica. Le cuenta de sus ambiciones de joven de dedicarse al canto lírico y como fue interrumpida su carrera. La psicóloga es una típica profesional de esa rama de la ciencia que contesta todo con otra pregunta, lo que fastidia a la mujer que le echa en cara su falta de profesionalismo. Antes de terminar la sesión le cuenta que estuvo durante toda su vida enamorada de un hombre a quién vio una sola vez en el boulevard de Saint Michel en París, que con el tiempo supo que se trataba de un famoso escritor (al que fue a ver en cada una de sus conferencias, pero siempre sentándose en la última fila y detrás de la columna). El escritor ahora está ciego.
Los acontecimientos siguen enredándose pero no quiero seguir más en el argumento para obligarlos a que la vean. Sólo diré que el escritor que pretende ser Borges calcula la Eternidad como una gran biblioteca de 500 anaqueles donde está escrita la historia presente y todo lo que hubiera podido haber ocurrido. Detalle que nos dice que éste no es Borges, ya que Jorge Luis habla de la Eternidad en su cuento (tal vez el más conocido) "El Aleph" y la presenta como un punto en el espacio en donde pueden verse simultáneamente todos los acontecimientos del pasado, presente y futuro que se están dando en todos los rincones del universo. Que esto no es otra cosa que la Eternidad por comprensión y definición.
Hay muchos detalles más en la obra que conforman un bloque sólido e indivisible de literatura teatral, pero el espacio y mi reserva me impiden continuar. La dirección de la obra corrió por manos del propio Agustoni y es correcta, con buenas marcaciones a los actores y un timming de comedia (tragicomedia) de enredos dignas de los directores hollywoodenses de la década del 50. Recomiendo muy fervorosamente esta pieza, quien todavía no la haya visto (va por su tercera temporada en el teatro El Ojo, propiedad de Luis Agustoni), también pueden hacerlo por acá, por Teatrix, sería una buena excusa para asociarse y para no dejar pasar joyas como esta.
Gracias nuevamente por leerme hasta acá.
 El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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