jueves, 5 de mayo de 2016

Mi crítica de "Parte de este Mundo" (Teatro)

Ayer, en una noche fría de junio, me decidí a cumplir el pedido de una amiga de "irle a ver a la hija, que es actriz" y estaba trabajando en una obra inspirada en cuentos y poemas de Raymond Carver, en "El Galpón de Guevara", por Chacarita. Mi sorpresa no pudo ser mayor ya que me enfrenté a un grupo de teatro realmente excelente, eficiente, bien aceitado, que me hizo pasar una "sobremesa" inolvidable.
Desde la prehistoria el hombre se fascinó por contar y escuchar historias. Sentados alrededor del fuego, los cazadores primitivos hacían sus relatos y el resto escuchaba en silencio. Hoy en día nos cuentan cuentos los políticos, los anunciantes de TV, los religiosos... y nosotros les contamos cuentos a los niños para dormirlos. Pero díganme la verdad, ¿a quién no le gusta que le cuenten un lindo cuento? Y de eso se trata la propuesta, de teatralizar cuentos, dialogados, o poesías que (por la traducción, supongo yo) despojadas de rima y de métrica se convierten en monólogos. Y triunfan. Presentan un espectáculo exquisito y profesional (los que están contando son seis verdaderos profesionales, más un actor invitado por función) que no defrauda, entretiene y conmueve, divierte y hace reflexionar. Y triunfan precisamente porque no nos quieren contar "La Biblia" o "La teoría del Todo", sino porque lo que cuentan es chiquito, cotidiano, simple, pero necesario, la pretensión es poca (o mucha) y por eso lo logran.
La hija de mi amiga Mabel se llama Ximena Viscarret, y comparte escena con (los voy a nombrar porque de no hacerlo me sentiría mal, ya que todos son excelentes) Tian Brass, Sergio Di Florio, Mariela Finkelstein, Silvio Palmucci y María Zambelli, así, por riguroso orden alfabético. Es una lástima que en el programa de mano no haya más datos para identificar al actor con su/s personajes/s ya que me quedé sin saber quién era quién.
La presentación no puede ser más sencilla, nos sentamos todo el público alrededor de una mesa en cruz (con un mantel muy de entrecasa, como para hacer más sencillo todo), con buen vino, gaseosa o cerveza y platos de exquisiteces en forma de bocaditos. De repente uno de ellos empieza a hablar y nos cuenta algo, una mujer le responde... y la ficción y el juego ya comenzó. Así se irán desgranando una a una las historias escritas por Carver (de quien no tengo mayores datos porque es un autor que no frecuento) y adaptadas al imaginario argentino, más bien porteño, con nombres y lugares reconocibles para nosotros. Los cuentos actuados conservan un sesgo de ironía o de franca risa combinado con algo de dramático o de patético (véase el cuento de la chica con la presunta embolia cerebral) y los intérpretes tienen mucha gracia para actuarlos, tienen un buen timming del humor o las lágrimas necesarias para provocarnos un nudo en la garganta. Es una obra de texto, donde lo importante es lo que se dice (y cómo se dice) ya que casi no hay acciones físicas. En la función a la que yo asistí hay una sola, la del beso entre Darío Martín y Ana López (totalmente justificado y gozado como espectador), sino todo es conversado, pero en voz normal, no hay gritos, no hay "malas palabras" (que son las palabras que le pegan a las buenas, como dijera nuestro querido Fontanarrosa), no hay mayores desbordes ni golpes bajos. Se trata de conversaciones de sobremesa como las que podríamos tener en cualquier casa después de compartir una cena con familiares, amigos o vecinos. Así de simple es todo (y de complejo, porque hay que tener mucha cancha de actor para hacer que todo parezca natural, no forzado, improvisado, y sin embargo profundamente estudiado ya que no hay un bache entre ninguno, los cuentos llegan sin solución de continuidad desde el comienzo hasta el final).
Lo único que no me gustó es en cuanto a la estructura de los cuentos. Sabemos que un cuento debe ser (por definición) breve o no muy extenso y tener una resolución rápida y sorprendente en la última oración. Acá esa resolución no existe, el final se diluye, se pierde en el comienzo de otro cuento, casi como si no importara ese final. Desconozco verdaderamente si esto es por decisión del autor o de la dirección, pero sentí que me faltaba ese cierre.
En cuanto a las actuaciones, qué decir, que todas tienen el mismo nivel de excelencia (por ahí me pareció más acartonado o rígido el actor que hacía el cuento del tapón de cera, pero sin desmerecerlo), son excelentes profesionales y las tres chicas, además de ser sensibles, excelentes actrices son bellísimas, de esas que te gustaría tener de novia... y por supuesto la exquisitez de Ximena, mi anfitriona, monísima, con esos ojos turquesas igual que los de su madre.
En resumidas cuentas, un espectáculo altamente recomendable, que está por su 5° año, y sigue... y salen de gira, y cambian de sala, y vuelven... y cada espectáculo es distinto al anterior porque los cuentos que se eligen se preparan 10 minutos antes de la obra, se decide sobre la marcha qué se va a contar en la función para que cada una sea diferente a las anteriores.
Para mis amigos que quieran ir, esto queda en "El Galpón de Guevara" (Guevara 326, pleno barrio de Chacarita) y está los sábados a las 20.30 hs.
Para el elenco, si quieren concurrir a mi blog de críticas,  la dirección es critico100.blogsecreto.com, los espero y desde ya los siento profundamente amigos por el buen momento que me hicieron pasar.
Gracias nuevamente poro leerme hasta el final.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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