jueves, 5 de mayo de 2016

Mi crítica de "La Chica del Adiós" (Teatro)

Ayer domingo por fin pude ir a ver esta comedia tan esperada por mí y que recogió tantos premios más que merecidos en esta temporada. El combo es perfecto: el texto, una comedia de Neil Simon (no puede fallar); los actores (están excelentes los cuatro, no hay desperdicio) sumado a la dirección de Claudio Tolcachir (un experto en el ritmo de la comedia). Éxito seguro.
Pero vayamos por partes. Neil Simon fue descubierto en la década del 50 por el gran comediante Sid Caesar, desde entonces empezó a producir obras (comedias) de indudable valor cómico y grandes sucesos, baste recordar "Extraña Pareja", "Sólo cuando me río", "Perdidos en Yonkers", "Los Chicos del Arcoiris" (acá rebautizada "Los Reyes de la Comedia"), "Crimen por Muerte", el musical "Están tocando nuestra canción", "Memorias de mi Adolescencia", "California Suite", "El Prisionero de la Segunda Avenida", "Descalzos en el Parque" y el libreto para la película de Bob Fosse "Sweet Charity" (y siguen las firmas). En 1977 escribió el guión para la película "La Chica del Adiós" protagonizada por Marsha Mason y Richard Dreyfuss (Oscar al mejor actor por esta película). En 1993 se estrenó en Broadway como comedia musical, pero lo que vemos acá es la versión teatral de la película.
La obra tiene como prototipos los eternos fracasados de Simon, una chica de 40 y tantos (Paula D'Agostino/Paola Krum), su hija de 13 años, inteligentísima y mucho más madura emocionalmente que su madre, Lucía (Lucía Palacios Acosta) y el nuevo inquilino que viene a ocupar su departamento, un actor desconocido y no menos fracasado con el improbable nombre de Rodolfo Avellachousky (Diego Peretti, otro de los incontables judíos de Simon). Hay una cuarta actriz, Gipsy Bonafina (no confundir con Bonafini, apellido siniestro si los hay) que se desdobla en cuatro personajes: la encargada ordinaria del edificio, la cantante y ejecutante de piano que desgrana esos hermosos blues, la directora machona del espectáculo de Rodolfo y la amiga ocasional de éste. Los cuatro ponen lo mejor de sí y están a un nivel increíble, a diez metros por sobre el nivel del piso.
Sucede que a Paula la ha abandonado su novio, Tony, un actor fracasado, tercero en la lista de ex-novios-actores- fracasados, se ha ido a filmar una película a Turquía y le subalquila el piso a Rodolfo. Con todo lo que hay adentro: madre e hija. La reacción primaria por parte de ambos inquilinos es la de la aversión, no se llevan bien en los horarios, los gastos y la convivencia, pero luego la simpática Lucía lo irá conquistando. Así, por amistad con la "nena" irá afianzándose su amor por la madre... y ella que está tan desvalida afectivamente (aunque jure no comprometerse con un cuarto actor fracasado) se irá acercando a él. Hasta el punto de estar locamente enamorados el uno del otro. Rodolfo por fin estrena su espectáculo, una versión de "Ricardo III" en donde la directora descubrió que este rey era gay y se lo marca a Rodolfo tremendamente amanerado y amariconado. Por supuesto la temporada dura una noche. Las críticas son malísimas. Pero actuando en otra obra es visto por su director de cine preferido quien le propone hacer el reemplazo del protagonista teniendo que filmar cuatro semanas en la selva chaqueña. Paula queda nuevamente descorazonada porque piensa que este tampoco va a volver, pero cuando él invita a madre e hija a acompañarlo al Chaco todo se arregla maravillosamente con un final sorpresa.
Hasta aquí la anécdota. Esto en manos de cualquier otro puede sonar a trillado, pero en las de Neil Simon sumado Tolcachir es una bomba de tiempo. Como es habitual en Tolcachir la escenografía está toda a la vista todo el tiempo, todo amontonado, dormitorio de madre e hija, dormitorio de Rodolfo, living, sala de ensayos, etc. La escena de la terraza es francamente maravillosa, está bordada con una dulzura y una prolijidad avasallantes, montada sobre la tramoya de la iluminación. Las actuaciones, como ya dije son excelentes, Paola Krum nunca estuvo más desprotegida, agria y tierna al mismo tiempo (exhibe una destreza física admirable, realizando aperturas de 180°); Peretti vuelve tierno a ese irascible pero entrañable Rodolfo (todavía no entiendo que la gente se ría tanto y aplauda a rabiar cuando se hace el gay, parece un mal sketch de Sofovich de la década del 80, el público no ha madurado nada) y la juega de galán antihéroe. La adolescente Lucía Palacios (podemos decir que se come la obra) es esa nena de respuesta siempre rápida e inteligente que se asemeja a una Mafalda crecida que sabe más de los hombres y de la vida que su propia madre. Y, la dejo para lo último, Gipsy Bonafina actúa cuatro o cinco roles totalmente distintos pasando de un momento a otro, toca el piano en vivo y canta como los dioses (sí, arranca aplausos cuando canta el blues de la escena de la terraza). ¿Qué más se puede pedir en una comedia? Que divierta, que tenga swing, que avance siempre hacia adelante y que nos haga pensar. Todo esto Simon/Tolcachir lo consiguen.
Esperemos que siga mucho tiempo en cartel porque es un éxito seguro. La gente lo agradece. Los actores también. Todos felices.
La recomiendo fervientemente aunque en algún momento brote algún atisbo de lagrimita...
Gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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