viernes, 6 de mayo de 2016

Mi crítica de "Una Relación Pornográfica" (Teatro)

El viernes fui a ver "Una relación pornográfica", con Cecilia Roth y Darío Grandinetti. La verdad es que salí decepcionado.
Explico: no me pareció mala (todo lo contrario) sólo que es demasiado parecida a la película (acá se estrenó con el título de "Una relación particular", dirigida por Frederic Fontayne), tiene la misma estructura y sólo hay dos personajes que sostienen toda la acción (si bien en el film había cuatro, acá los dos secundarios son asumidos un momento por los protagonistas). La obra cinematográfica era un total flashback (para los que no estén iniciados en el lenguaje cinematográfico, flashback significa lo que ocurre en un tiempo pasado, que puede explicitarse de forma de raconto o de recuerdo, diferente del flashfoward que es lo que ocurre en el tiempo futuro) desde el presente de los personajes que recuerdan con nostalgia esa particular "relación pornográfica". Acá también podría hablarse de un flashback ya que partimos del presente de los personajes, pero aquí se trabaja con la ruptura de la cuarta pared, los personajes hablan al público y se vuelven cómplices nuestros. Pero si el título asusta, de pornográfico no tiene nada, ni siquiera hay una escena de sexo, la relación se resuelve pornográfica porque se trata de dos desconocidos que se reúnen todas las semanas para tener sólo sexo y realizar sus fantasías más íntimas (que no sabremos nunca cuáles eran), hasta que se deja de hablar de "sexo" para pasar a decir "hacer el amor", y es que el sexo se va transformando en amor, hasta que los dos perosnajes terminan locamente enamorados el uno del otro pero por temor, él (acá se trata de "ella y él", sin nombres propios, ni identidad, ni direcciones, ni teléfonos) decide que la cosa puede malograrse y por inseguridad decide suspender los encuentros, perdiendo así el uno al otro el gran amor  de sus vidas. El planteo recuerda mucho al de "El último tango en París", la gran película de Bertolucci, donde dos desconocidos se reunían para tener sexo sin saber nada el uno del otro, con todas las perversiones que se pueda uno imaginar, hasta que ese deseo se convertía en necesidad y amor, pero con un final mucho más patético y trágico el de esta película. Hasta acá las semejanzas. Acá se habla mucho de sexo pero se ve poco, están muy bien resueltos los encuentros sexuales, con una coreografía en donde los dos cuerpos bailan, se mezclan, se abrazan y se entrecruzan mientras se van diciendo palabras amorosas o excitantes. Para los que vimos varias veces la película (y la tenemos, como es mi caso, dentro de las más de 2.500 películas que poseo) no hay sorpresa en las resoluciones, no está ese "qué pasará" del final, por eso sentía en más de un momento que estaba perdiendo mi tiempo y mi plata. Pero las actuaciones de la Roth y Grandinetti y el desconocimiento de la película valen la pena ver la obra, que termina (a apurarse) el domingo 24 de noviembre.
Gracias por leerme y esta vez fui más conciso, pero perdón por emplomarlos tanto...
El Conde de Teberito.

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