jueves, 5 de mayo de 2016

Mi crítica de "Tercer Cuerpo" (Teatro)

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Por suerte Teatrix editó la obra de Claudio Tolcachir exhibida en "Timbre 4" "Tercer Cuerpo". Digo suerte porque lo que para mí era una obra intrascendente y mal hilvanada en un principio acabó reformulándose en los minutos finales y dándole un sentido más abarcador a la puesta. Decir que Tolcachir es un ser inteligente a la hora de escribir argumentos y de montarlos en escena es redundante, ya que nunca me defraudó, ni como autor ni en su rol de director. Los elencos que supo reunir también son de primer nivel (aunque injustamente desconocidos) y aquí voy a nombrar a los cinco integrantes de esta obra ya que me pareció impecable su actuación. Ellos son: Lorena Baruta (Sandra), Magdalena Grondona (Sofía), Hernán Grinstein (Manuel), Laura Lertora (Moni) y José María Marcos (Héctor). Hay que estar atentos y tenerlos en cuenta cuando hagan otras interpretaciones.
Toda oficina es un microcosmos en el que se entrecruzan historias conocidas y desconocidas, secretos y verdades, virtudes y miserias, y esta no es la excepción. El Tercer Cuerpo a que hace referencia la obra es el segmento de empresa perdido en una pequeña oficina colmada de armarios, biblioratos, papeles, teléfonos y demás cosas, que se encarga de contestar las cartas que llegan a la empresa. Pero ahora, con la llegada de internet no hay más cartas, no sabemos a qué se dedican ahora ni ellos mismos lo saben: no saben por qué ni para qué están ahí. Esto suena a metáfora, un no saber por qué ni para qué vivimos, estamos en el mundo, compartimos alegrías y tristezas, nos socializamos y, finalmente, sacamos conclusiones morales y éticas. Todas las historias que cuentan estos personajes son historias dramáticas, signadas por la soledad, pero lo hacen a la manera de Tolcachir, con una sonrisa, cuando no con una sonora carcajada. Están en una primera instancia la pareja formada por Sofía y Manuel, una pareja joven en la que ella lo ama incondicionalmente y quiere tener un hijo con él, no recibiendo lo mismo por la otra parte. Esta dupla parece descolocada en ese ambiente oficinesco hasta que se desvelan los verdaderos motivos del por qué están ahí. Está Moni, que detrás de la empleada eficiente y servicial se esconde una mujer que se quedó sin casa y tiene que vivir en la oficina hasta encontrar algún lugar a dónde ir a vivir. La acompaña Sandra, la otra empleada que finge estar casada y hace lo imposible por quedar embarazada, consulta a su médica para que le haga una inseminación y de última se ofrece a cualquier hombre que quiera "hacerle un hijo", aunque se encargue sólo ella de mantenerlo. Y la figura, finalmente de Héctor, un sesentón que se ha quedado huérfano de madre y que trata de rejuvenecerse para poder entablar una relación amorosa, que la gran sorpresa del final será que no es con una mujer sino con hombres, de la que participa Manuel y por eso llega hasta la oficina a romperle la cara por un desamor.
Están echadas las cartas, ahora hay que ver cómo se juega el juego. Y se hace con gran desenvoltura, intercalando fragmentos de discurso, amalgamando en una misma escena el diálogo de los cinco con personajes inexistentes, creando momentos de caos generalizado que siempre terminan en la incomprensión, en el desborde y en la ruptura con una supuesta realidad. La estructura de la obra es muy particular, no hay casi ninguna escena de la que podamos decir que tenga principio y fin, son como retazos de tiempos todos juntos para que podamos interpretar qué desproporcionada es la existencia. "Tercer cuerpo" nos remite a mucho, pero nada de lo ya visto en otros formatos ni en teatro anterior. Es un despegue de la forma teatral convencional (quizá cercana al teatro de Eduardo Pavlovsky, por poner una referencia), nos sorprende, nos molesta, nos sacude, nos despierta. ¿Sabemos con quién estamos conviviendo día a día en nuestro quehacer diario, en nuestros trabajos?¿La gente con quien pasamos horas y a quienes creemos conocer pueden ser una caja de sorpresas? ¿Somos lo que decimos ser, lo que creemos ser o lo que en realidad somos? ¿Somos el espejo del semejante o más bien un espejo deformante? Todas estas preguntas las lanza la obra al espectador incauto que llegó para pasar un buen momento de diversión. Nadie saldrá igual después de ver esta obra. Conmueve profundamente, es humana, vital, movilizante.
Recomiendo fervorosamente "Tercer Cuerpo" (quien no tenga Teatrix puede verla en su reposición en teatro) porque es un teatro que vale la pena. De uno de los grandes transformadores y provocadores de la escena, pero siempre con recursos genuinos. La uno a las otras obras de Tolcachir que ví, "La Omisión de la Familia Coleman" y "El Viento en un Violín", pero siempre con aires renovados.
Bueno, gracias por leerme nuevamente hasta acá.
 El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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