jueves, 5 de mayo de 2016

Mi crítica de "Tribus" (Teatro)

Vengo del teatro de ver la maravillosa "Tribus", dirigida por ese talento de Claudio Tolcachir (el anuncio dice "la nueva comedia de Claudio Tolcachir", pero ni es tanto comedia ni es de él sino que pertenece a la dramaturga Nina Raine).
La Piedra de Rosetta constituyó un enigma durante varios siglos, estaba escrita en tres idiomas distintos incluyendo los famosos jeroglíficos egipcios. Hasta que vino Champolion y descubrió que los tres textos querían decir lo mismo, y basándose en uno de ellos, el griego antiguo, que sí conocía pudo descifrar el enigma de los jeroglíficos. Eso es una transposición. Y esta obra habla de la transposición. También de lenguajes. Hay un hijo sordo que puede comunicarse con los suyos leyendo los labios. Hasta que encuentra una novia, que está perdiendo rápidamente la audición y se maneja por el lenguaje de señas y él se apropia de este conocimiento. Y el conflicto se desata cuando impone a su familia que aprendan el lenguaje de señas para comunicarse con él para ver que realmente son capaces de hacer el esfuerzo de aprender un nuevo idioma para entenderse.
Pero la transposición también se da en el plano de los sentimientos. Cuando, sobre el final de la obra Dany (el hermano de Guille, el sordo) le pregunta cómo se dice "te quiero" en lenguaje de señas y él se lo enseña y Dany se lo expresa, estamos en plena conjunción de lo intelectual con lo sentimental.
Además la obra plantea otro interrogante. En un mundo de diferentes, ¿quién puede decir que es normal? ¿quién no tiene alguna discapacidad? Allí está el padre, Jorge (Patricio Contreras, en piloto automático) que estudia chino porque va a ser el idioma del futuro pero se niega a entender el lenguaje que su hijo le reclama, un discapacitado emocional, criticando a todo y a todos, escritor soberbio y pedante que es en realidad un inconformista intelectual; la madre Betty (Miriam Odorico, ya famosa por sus colaboraciones con Tolcachir: "La Omisión de la Familia Coleman", "El Viento en un Violín" y siguen las firmas), la sufrida esposa y madre de tres hijos que en la edad adulta empezó a escribir y está en su primera novela, otra discapacitada afectiva; la hija Vanina, una gorda obesa que quiere conseguir novio y cantar lírico siendo que hasta el momento consiguió cantar ante 35 personas sólamente (la grandiosa Maruja Bustamante, actriz, directora y dramaturga, célebre por sus unipersonales en donde ella misma es el centro de sus dardos); el ya mencionado Dany, tartamudo y drogón que no puede emigrar del nido paterno porque es un inútil total (Lautaro Delgado, quien ya me había sorprendido con otro papel desagradable en "Los Elegidos", junto a Marrale) y finalmente, el "discapacitado mayor: el sordo", Guille, de buenos sentimientos y que hace lo posible por ser integrado (magistral labor de  Gerardo Otero, el mismo que había tenido su duelo actoral con Julio Chávez en "Red", que realiza una composición de voz formidable). Y la frutillita del postre la viene a poner esa novia desencadenante de conflictos Cynthia que compone la siempre sorprendente Viki Almeida (¿recuerdan cuando deslumbró a todos en "Espejos circulares"?), que compone a la chica hija de padres sordos de nacimiento que está perdiendo irremediablemente su audición y que hace un trabajo admirable con su voz a medida que esta le suena cada vez más lejana y que aprendió el lenguaje de señas para la obra.
La familia es disfuncional, viven peleando (como muchas otras familias) y descalificándose mutuamente, aunque hay lugar para un atisbo de amor y comprensión. La traducción o transposición está presente en muchas de las formas del lenguaje. Esa lengua oriental que estudia el padre, su capacidad para analizar textos ajenos y destruirlos de un plumazo, la pasión de Vanina por cantar las óperas traducidas, el kimono que el padre le obliga a poner a la madre para enfrentar a su futura nuera... en fin los temas son muchos y muy variados y no siempre están tocados en tono de comedia. Hay muchas risas, sí, pero también hay lugar para la emoción, como cuando Guille y Cynthia deciden irse a vivir juntos provocando la envidia de sus hermanos, que no tienen pareja ni sexo ninguno de los dos y ven como el "anormal" puede ganar en terreno propio. Otro síntoma de la transposición y de la alienación es ese trabajo que consigue Guille: el de analizar videos para las fuerzas de seguridad leyendo los labios de los acusados y descifrando lo que éstos dicen, aunque después se sepa que sólo un pequeño porcentaje de lo que descifró es cierto, el resto fue inventado para ser respetado por sus superiores. El beso que Danny le planta en la boca a Cynthia viene a deconstruir lo ya establecido y a precipitar la ruptura.
En fin, que es todo muy jugoso y es una obra que convida a la reflexión profunda de analizarnos hasta que punto nuestros déficits pueden ser tomados como tales y nos impiden llevar una vida de comunión con el prójimo. Y cuántas de las anormalidades del otro estamos dispuestos a tolerar. Y a trastocar lo ya aprendido para conciliar con el ser querido, a perder una parte de nuestro modo de vida que hasta ahora nos resultó tan cómodo para acceder a mundos desconocidos. En una parte de la obra Guille exclama: "Creía que el discapacitado era yo pero ahora veo que son ustedes". Da que pensar ¿no? Los invito a ver esta obra con excelentes actuaciones y planteos antes de que baje de cartel, presumo yo que de acá a un mes. No van a salir iguales a como entraron, se los puedo asegurar...
Y gracias por leerme de nuevo hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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