viernes, 6 de mayo de 2016

Mi crítica de "Sonata de Otoño" (Teatro)

Bueno, ya repuesto del opíparo banquete de anoche y no sin antes volver a agradecer a los anfitriones por tan especial velada, me dispongo a hacer la crítica de la última obra que veo este año.
Ví "Sonata de Otoño" el viernes, con dos actrices maravillosas, Cristina Banegas (Charlotte) y María Onetto (Eva), basada textaualmente en esa obra de cámara que escribió y dirigió el genial Ingmar Bergman en 1978 (etapa de su madurez y del color) con otras dos actrices formidables: Ingrid Bergman y Liv Ulmann. Para quien recuerde el film el tema no es nuevo, se trata del enfrentamiento de una hija y su madre en una noche en casa de aquella en Noruega, donde se despojan de todos los odios contenidos en su vida y dejan hasta los últimos girones en una lucha sin cuartel que convierte la obra en un auténtico drama. La madre es una concertista mundialmente conocida que se ha pasado la vida dedicada a la música, sabiendo todo sobre como criar a su hija pero sin saber ponerlo en la práctica. Y la hija ha crecido en un mundo sin amor, con renconres, odios soterrados y cuidando a una hermana/hija que padece de graves trastornos neurológicos de una enfermedad degenerativa que la obligan a estar en silla de ruedas, completamente deformada y casi sin capacidad para expresarse (verdaderamente soberbio es el trabajo de Natacha Córdoba con su gestualidad, sus gritos animalescos y guturales y su necesidad de amor) una hija de quien dice su madre que es preferible que muera. La obra es feroz, descarnada, y se desarrolla en una noche en que Charlotte llega a casa de su hija y de su yerno (sobrio Luis Zembrowsky como el marido rector de una universidad católica y que ha perdido su fe en Dios después de la muerte de su hijo de 4 años) y es recibida por esta con gran cantidad de abrazos y afecto. Pero el primer roce se deslizará cuando Eva toque al piano uno de los preludios de Chopin y reciba las críticas duras de su madre. Allí deja asomar la punta del hilo: "No hay que confundir sentimiento con emoción, en el arte la emoción es buena pero el sentimentalismo no". Y es así como ha desarrollado su vida. Pronto empezarán las quejas y los reproches de ambas, una contra otra, la hija la acusa de madre odiosa, terrible, que no supo amarla y ella se defiende diciendo que en su infancia no fue nunca tocada por sus padres, ni como muestra de afecto ni de castigo, lo cual demuestra toda una imposibilidad para reproducir amor. Fue exigente con su hija, la obligó a un aborto cuando tenía 21 años y no le permitió casarse con el novio al que ella amaba, y después del aborto la internó en una institución mental. En la película de Bergman todo se desgrana entre susurros, los llantos son asordinados, casi imperceptible es el conflicto, tal vez por la cercanía de la cámara a esos primeros planos maravillosos de los rostros de las actrices en un campo-contracampo permanente (sumado a que esta fue la última película que Ingrid Bergman filmó para el cine, aquejada de un cáncer que la terminaría matando cuatro años después y que le propinaba fuertes dolores durante la filmación). En cambio en el teatro es todo altisonante, gritos, una confrontación arrebatada entre esa Eva aniñada, casi deforme en sus gestos y esa madre poderosa y cruel que ejerce la Banegas. El "look" de Liv Ulmann fue parodiado por Patricia Palmer en otra hija sufrida que ejercía en la telenovela "Dulce Ana", de los 90. En la obra se escuchan las frases más crueles que pueden oirse en una relación madre-hija: "Entonces mi sufrimiento es tu triunfo, mi dolor tu satisfacción", "La hija sufrirá las heridas de la madre, padecerá los fracasos de su madre", "Me dijiste que debía haber nacido varón". Una hija que no pudo desarrollarse, que le declaró a su marido que era incapaz de amar a nadie, todo por haber sufrido una infancia de lujos pero sin afecto de una madre que tampoco creyó poder amar y que su única expresión era volcar toda su emoción en la música. La obra de Bergman es tan rica que no hay que perder ninguna frase, tan puntuales y profundas son cada una de ellas. Realmente un acierto de Veronesse que supo dirigir a sus actrices como dos colosos en plena lucha.
La recomiendo, termina el domingo que viene y está en el hermoso teatro "El Picadero". Gracias por leerme y prometo no emplomarlos más hasta el año que viene... pero ahí sí, el desquite...
Feliz 2014 para todos y gracias a los que han seguido mis críticas, que son muy parciales, sólo las de un espectador que por esas casualidades también es actor.

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