jueves, 5 de mayo de 2016

Mi crítica de "Como quien Oye Llover" (Teatro)

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El domingo viví una experiencia fascinante. Arrastrado al teatro por mi amiga Amalia, quien estaba empecinada que tanto yo como su mamá (89 años, ¡espléndida!) "descubriéramos" a Juan Pablo Geretto como actor de unipersonales, fuimos a ver este, que es el que mantiene en cartel desde el año 2004 como actor, autor y director (ahora co-dirigido por Alejandra Ciurlanti). Yo lo había visto en un fantástico "Rain Man" junto a mi amigo Fabián Vena en donde componía al autista prodigio del título con admirable solvencia y versatilidad (con la misma directora).
Pero quiero decir que nunca había vivido una sensación como esta en un teatro. Los que hacemos unipersonales sabemos que es un género muy riesgoso, lograr mantener la atención del espectador por una hora y media una sola persona es algo que requiere de un magnetismo especial, buena actuación, buena selección del material y por último (y lo más importante) un carisma y una seducción sobre el público que no todos conseguimos. Geretto lo logra, y a base de puro talento. Y de puro humor. Sí, porque estamos ante un espectáculo de humor inteligente en todas sus formas, sin una mala palabra, que es capaz de hacer llorar de risa (conmigo lo consiguió) y de hacer partir en dos al espectador y provocarle dolor de estómago de tanto reírse. Y es que el buen humorista se convierte en un sociólogo, un antropólogo que va a reírse (y a padecer) los efectos menos observados de su medio ambiente. Tenemos muchos humoristas que con la creación de sus personajes se han convertidos en verdaderos estudiosos de la conducta humana: pienso en un Pinti, un Gasalla, Les Luthiers (que desde el humor musical hacen una bendita remoción de costumbres), Gabriela Acher (que desde sus unipersonales sale en defensa y comprensión de la mujer), lo tuvimos desde el género político a Tato Bores, en el humor gráfico o escrito a Quino y Fontanarrosa, y la madre de todos, la genial y siempre admirada Niní Marshall (que construía con mano de artista cada rasgo distintivo de sus criaturas sociales). Claro, me perdí a Pepe Arias o a Florencio Parravicini pero deben haber sido otros tantos.
Pero volvamos a Geretto. Geretto no para de hablar, no se cansa nunca, tiene una velocidad tal y un monólogo tan bueno que dispara una frase humorística detrás de otra, uno no para de reírse de la ocurrencia anterior cuando llega otra, más graciosa y virulenta que la pasada. Y ahí se genera el efecto de artista. De genialidad. Cuando el humor es algo que vive, que se respira, que no da tregua. Claro que no faltan los pasajes serios o nostálgicos, como ese donde mira desde los ojos de un niño de cuatro años el mundo de esas mujeres que interpreta. Y cuando finalmente realiza esa especie de "pira funeraria" con lo que fueron los vestidos de las tres mujeres que interpretó y dedica un hermoso monólogo a las mujeres (nacidas, muertas, humilladas, golpeadas, florecidas, enamoradas, ensombrecidas) que dieron origen a sus personajes, uno no puede menos que emocionarse ante su faceta poética.
Los monólogos son tres: el de "Ana María, la amante", el de "la viejita italiana viuda", y el de "el Bombón Asesino" (nombres arbitrarios que les doy ya que no nomina a sus sketchs). Con el de Ana María vamos entrando al mundo Geretto, esa mujer que supo ser "la otra" de un hombre casado y "que la incorporó a su propia familia" y del que quedó sólo como recuerdo un perrito pequinés que lleva en brazos, de nombre Apolo y al que adora con locura. Sus narraciones son extraordinarias, pero lo son más sus titubeos, sus bisbiseos, sus pausas, su pensamiento inconcluso. Bien sabemos por Woody Allen que el humor es "tragedia más tiempo", y de lo que uno se ríe con Geretto bien podría ser material de drama en otras manos pero él lo hace fulgurar. Como el sketch de la viejita italiana que tiene tres hijos inservibles (¡ese sí que tiene talento! ¡qué talento... para lo inútil!) fruto de una relación desdichada con el difunto a quien quiere hacer cremar por propia voluntad, pero la casa crematoria le cobra tanto (¡si eso me querés cobrar para cremar a un muerto si tenés que cremar a un vivo tengo que vender la casa!) que decide hacerlo por mano propia, y para eso llama a toda la familia (con la que estaba peleada) para que lo hagan asado con algunos litros de kerosene. Pero el kerosene no alcanza, así que hay que ponerle como 200 litros y se agarran una borrachera terrible con la que terminan todos abrazados. Finalmente logra reducirlo a cenizas y mientras van en procesión entonando cantos litúrgicos arroja las cenizas del difunto sobre el público. Esto es sólo el hilo argumental, pero las ocurrencias que desgrana son tantas y tan eficaces que convierte el momento en una fiesta, y por fin, desnuda las hipocresías de la religión, ya que mientras la viejita es muy religiosa y reza todas las avemarías y padrenuestros que conoce no deja de decir horribles cosas de casi todo el género humano.
Y finaliza con "el Bombón Asesino", una mujer villera, inculta al máximo, bruta a más no poder, salvaje en el trato con sus hijos (de la cual la nena de 12 años se prostituye: "Chuky, atendemos las 24 hs con globito" reza el contestador, y la madre exclama: ¡Nena, mientras yo te estoy buscando vos estás organizando fiestitas de cumpleaños!) y que lucha por encauzar su vida después de haberse vista descubierta por su marido desnuda con su cuñado ("pero es porque te queremos, ¿y quién te quiere más que yo? Tu hermano") y a quien tuvo que matar de un escopetazo en medio de los ojos por sospechar de ella. La hija la llama y le dice que se la llevó la policía: "por suerte ahora está segura", exclama la madre mientras nota que se le han florecido las puntas de su cabello. ¿Para qué contar más? Risas, risas y más risas.
Sólo tengo palabras de agradecimiento para mi amiga Amalia que me hizo descubrir a este talento. Y recomendárselo a todos muy enfáticamente para que lo vayan a ver. Está en el Paseo La Plaza y su espectáculo es apto para toda la familia (no hace en ningún momento promoción de su homosexualidad) y es altamente disfrutable para quién le guste el humor un tanto negruzco. Con inteligencia.
Gracias de nuevo por leerme hasta acá.

 El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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