viernes, 6 de mayo de 2016

Mi crítica de "Los Árboles Mueren de Pie" (Vers. Martín Vives) (Teatro)

¿Qué es una mexicaneada? Básicamente es lo que le hace el nieto verdadero al abuelo: una extorsión por medio de la violencia para sacarle dinero, un "apriete" que hace uno sobre el otro para conseguir algo de ese otro. Pero mexicaneada es también la que nos hace Elsa, y no porque nos extorsione (juega siempre con las cartas más auténticas y más limpias) sino porque directamente... ¡¡¡habla toda la obra en mexicano!!! (¿?) Sí, un mexicano neutro como el de los doblajes de las películas o de los dibujitos animados... Pero bueno, más allá de la sorpresa, esto no es una crítica sino sólo un señalamiento de un espectador desprevenido.
Anoche fuimos con Lily y Jorge y Sra. a ver a Elsa y nos encontramos ante una actriz enorme, descomunal, visceral (como le gusta a ella decir), de las trágicas de antes, y por qué no también pícara, cómica, intrigante... Pero nos encontramos, digo, con un elenco de verdaderos profesionales (salvo honrosas excepciones), de gente que ha estado muchas horas sobre las tablas y conoce a la perfección su oficio. La labor del director se nota también, como la de un orfebre del teatro. En esta versión la abuela tiene tanta presencia escénica y tanto peso dramático que pasa a ser el centro de la acción, todo gira en derredor suyo y no ya de Mauricio como pasaba en nuestra versión (hay que ver ahora con la abuela nueva...). Elsa conoce todos los resortes de la actuación, todo el tiempo sus ojos están empañados y las lágrimas brotan sinceras, cálidas, amorosas, en ese primer encuentro y frontales, duras y doloridas en el momento de la pelea con el Otro. Pero también sabe pasar de un estado al otro con total naturalidad, sabe hacer pasos de comedia, conoce los dispositivos de lo gracioso en escena. Lo que tal vez nos haga un poco de ruido sea justamente el golpeteo constante del bastón sobre todo en las primeras escenas. Pero advierto, soy muy meticuloso e incisivo tal vez porque estoy involucrado en este trabajo y conozco a la perfección el texto, sino no me molestaría tanto.
Y digo lo de las honrosas exepciones, porque las mucamas... ahí la pifió feo el director. Pobre Raquel Ducci con su Genoveva. Es una mujer mal presentada, desgreñada, con los cabellos desordenados sobre la cara, todo lo contrario a lo que cabe esperarse de un ama de llaves de aquella época. Y justo es decirlo, todo lo contrario de la Genoveva nuestra, impecable, correcta, precisa en el decir, limpia, en fin, lo que un ama de llaves debe ser. Raquel parece, sin ir más lejos una mujer golpeada por su marido (hasta le chingan las medias). Una mala elección. Lo mismo digo de Susana Ríos como Felisa, no tiene presencia ni porte de mucama señorial (aunque despistada), más parece una empleada paraguaya, con perdón de la expresión. Pero bueno, no es culpa de ellas sino de una mala elección del director.
Mauricio sí, parece un galán de cine, tiene pinta, presencia, aparece bien trajeado y con excelente dicción, pero como dije, su peso queda opacado por la abuela (tal vez por carecer del primer acto). Su trabajo es impecable y correcto. Pero la gran estrella es esa Marta/Isabel de María Eugenia Rigón. Tiene no sólo a su favor la juventud y la belleza sino también la ductilidad de pasar de ser la pobrecita golpeada por el destino, a tener la prestancia de una princesa (en sus momentos de bravura, claro). Tiene un gran trabajo de matices de voz y de tonos, de manejo del cuerpo (se mueve como una gata) y tiene todas las armas de la seducción en sus manos (Elsa, ya me estás pasando el mail de esta chica). 
¿Qué decir del abuelo? Que no tiene el peso que tiene nuestro Balboa/Jorge, ni el porte físico ni la prestancia, la elegancia de un Señor de esos tiempos, atento con su esposa hasta el extremo de fingir todos esos años, y dueño de un amor y una calidez que en Eduardo Finkielsztein no se reconoce, este es más campechano, más barrial, más del común, creando contrastes con esa abuela paqueta, siempre dedicada en su vestimenta y en su arreglo personal, coqueta hasta el extremo, que camina derecha a pesar de su bastón y de una leve inclinación de su columna, que enseña que debe morir de pie como lo hacen los árboles.
Y dejo para el final un personaje que no por menor no brille. Es el trabajo de Fabián Brun (el Otro), un ser cargado de odio y resentimiento, de violencia no sólo implícita sino que también explícita. Sabe moverse por el escenario. Lo hace con destreza, con agilidad, como alguien atrapado y desesperado que busca la salida cueste lo que cueste. Realmente mete miedo, no es un pobre tipo sino un ser peligroso. Bien dicen que los personajes más lindos de trabajar son los malvados, porque son los que más quedan en el imaginario colectivo. Y acá se da el caso.
Otro de los baches se da con el uso del tú y del vos que por momentos se entremezcla sin darse cuenta ("Puedes/podés" "Eres/sos", etc.).Pero bueno, más allá de sus altos y sus bajos, la obra brilla, es un digno Casona, lo que por ahí se extraña un poco es algún momento de silencio, de sosiego dentro de esa vorágine de actores que se nota saben muy bien su texto y lo dicen a mil por hora (tal vez apremiados por el tiempo), pero que no se toman la pausa para la reflexión, para el momento de descanso (para el espectador esto también es necesario, sino aturde). Tienen que disculparme si esta crítica fue demasiado severa... es que yo estudié crítica con Jaime Potenze (los asiduos a las críticas teatrales sabrán quién fue esté crítico severo e inflexible). No, lo digo en serio, está hecha con la mejor onda sobre todo porque estoy embarcado en el mismo proyecto y me considero que puedo hablar desde adentro, aún desde otro elenco considero a la obra un poquito "mía". Un gran aplauso final para este elenco y el mejor de mis deseos que puedan seguir agotando las localidades por mucho tiempo más. 
...lo único que le falta es un buen Cazador.
Gracias por leerme y por vuestra comprensión.

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