viernes, 6 de mayo de 2016

Mi crítica de "El Viento en un Violín" (Teatro)

Después de la segunda internación de mi papá en lo que va del año (¡¡¡Vamos por todo!!!), que está entre la vida y la muerte, igual que aquel señor Valdemar de Poe, que hipnotizado, se hallaba retenido entre ese límite que separa la vida de la muerte, y que imploraba que lo dejaran irse... volví al teatro. Esta vez para ver la "comedia FEROZ de Claudio Tolcachir 'El Viento en un Violín".
Que el viento pase por un violín es algo tan efímero como la felicidad tras la cual andan todos los personajes de esta obra. Todos corren tras su deseo: Celeste y Lena, la pareja de lesbianas jóvenes que buscan un hijo desesperadamente; Darío, que lucha por tener su lugar en el mundo, por encontrar donde depositar su deseo, cosa que encontrará sólo al final de la obra con esa paternidad forzada (y compartida); Mercedes, la madre de Darío, que lucha a brazo partido porque su hijo sea "normal", o Dora, la empleada "todoterreno" de Mercedes que pelea por mantener con vida a su hija y por aceptar su lesbianismo. Lo primero que me llama la atención es que esta sea la comedia "FEROZ" de Tolcachir, ya que pensé que me iba a reir a mandíbula batiente durante toda la función (no esquivándole al dolor, precisamente), pero no fue así, pese a que lo intenté, se los juro. Para mí, comedias feroces son "Central Park West" de Woody Allen, "Hot Line" de Elaine May (otra vieja amiga de la casa) o "Agosto, condado de Ossage" en la traducción y adaptación de Mercedes Morán. Bueno, será otra estrategia publicitaria más. Lo segundo que asombra es la escenografía: todos los ambientes a utilizar ya están allí desde el vamos, de forma abigarrada sobre el escenario, la cama de Celeste/Lena, la de Mercedes, el living de Mercedes, la cocina comedor de Dora, la mesa de trabajo de Darío, el consultorio del psicólogo... Lo tercero que llama mi atención es la alta calidad y ductilidad de los intérpretes (muchos de ellos conocidos en "La omisión de la Familia Coleman"), todos son excelentes y no quiero dejar de mencionarlos: Tamara Kiper e Inda Lavalle, como Celeste y Lena, la pareja de lesbianas veinteañeras; Miriam Dodorico, Mercedes; Lautaro Perotti, el estupendo Darío; Mimí Rodríguez, la cálida Dora y por último y un poco desdibujado Gonzalo Ruiz, como Santiago, el psicólogo (llama la atención que se lo llame por su nombre y no Licenciado tal o cual).
El mundo tolcachiriano es difícil de encuadrar, no tiene una sola arista de donde prenderse sino que son varias y todas a la vez, se trata de familias disfuncionales y personajes angustiados y complejos. Están esas Celeste y Lena que se aman y que sueñan con tener un hijo propio, Celeste es hija de Dora, la empleada de Mercedes, madre a su vez de Darío, un muchacho que no ha encontrado su destino: no trabaja (la madre llegará a ofrecerle plata al psicólogo para que le dé un trabajo haciéndose pasar como que lo paga él), estudia poco (la culpa de sus fracasos son sus profesores), su vida sexual y social es pobre (Mercedes tiene que pagarle a sus compañeros para que se queden a dormir en casa con Darío, para verlo querido) y para colmo su psicólogo lo despide de la terapia porque... miente. Pero no todo son carcajadas, así como Darío "asesinó" a su hermano gemelo en el parto al asfixiarlo con el cordón, Celeste estaba condenada por una rara enfermedad a no pasar de los 10 años de edad (ya tiene alrededor de 20) y al final, la madre de Darío opta por irse o por morir (lo cual resulta lo mismo) al no poder resolver la vida de su hijo.
Una noche planificada, Celeste va al departamento de Darío (previo aviso a su madre de que no se aparezca por allí) para acostarse con él y así quedar embarazada. Lo que al principio parece muy fácil se torna en un acto de violencia, con la irrupción de Lena, cuchillo en mano, para obligar a Darío a que tenga sexo con Celeste. Esta entrada de ambas chicas queda registrada en las cámaras del palier del edificio y será utilizado como soborno por Mercedes para que al nacer el niño se lo entreguen a Darío (o a ella, que es lo mismo en una cofradía madre/hijo tan simbiótica). Por supuesto que las "verdaderas" madres del niño se niegan. Lo que no queda claro, y esto es un error del libreto, es saber cómo se supo que las "abusadoras" de Darío estaban ligadas por parentesco con Dora, pero buhé, entre tanta cosa se puede perdonar.
Otra cosa fuera de la lógica es por qué Santiago decide abandonar a sus pacientes así porque sí. (Esto no se puede perdonar).
Finalmente el niño nace y terminan viviendo los 5 juntos (Celeste, Lena, Dora, el niño... y Darío, ya sin madre) y Lena saliendo a trabajar (es el "hombre" de la pareja) para mantener la familia.
Por supuesto que habría muchos apuntes jugosos más para hacer sobre esta obra tan rica, pero no me quiero extender. Sólo repito que tanto la dirección, el libro como las actuaciones son de primer nivel y merecen estar en una sala céntrica como es el Paseo La Plaza. La serie de giras que hizo esta obra no abarca tanto como la de "los Coleman" pero sí llegó a toda Latinoamérica, España, Francia, Italia y Portugal.
El que no la haya visto en Timbre 4 ni acá que corra a verla, se la recomiendo de todo corazón, porque falta poco tiempo para que baje de cartel, y sería una pena desperdiciarla.
Bueno, nuevamente, muchas gracias por leerme hasta el final.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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