viernes, 6 de mayo de 2016

Mi crítica de "Magia a la Luz de la Luna" (Cine)

Por fin ayer, después de varios meses de estrenada pude ver en el monitor de mi computadora la última, hasta ahora (si descontamos que ya estrenó en Cannes "Irrational Man") de las películas de Woody Allen, mi compañero de neurosis. No son tiempo para pedirle genialidades al viejo de Woody (en diciembre cumple 80), ha tenido el talento de hacer dos obras maestras como fueron "Medianoche en París" y "Blue Jasmin" en los últimos tiempos, pero por lo general viene derrapando. Ya quedaron atrás sus obras cumbres ("Annie Hall" -1977-, "Manhattan" -1979-, "Zelig" -1981-, "La rosa púrpura de El Cairo" -1984-, "Hannah y sus Hermanas"-1985-, "Otra Mujer" -1988- o "Crímenes y Pecados"- 1990-). También en los '90 produjo obras de calidad: "Maridos y esposas" (1992), "Disparos sobre Broadway" (1994), "Poderosa Afrodita" (1995), "Todos dicen te quiero" (1996), "Deconstruyendo a Harry" (1997) o "Dulce y Melancólico" (1999). En el siglo XXI cuenta con pocas obras de envergadura, y si tenemos en cuenta esta no la podemos poner entre las mejores pero tampoco con las peores. Es un suave entretenimiento en el que todavía se lucen algunos de sus "one liners" y en el que afloran varias de sus obsesiones: la magia, la religión o su negación, la no creencia en las ciencias ocultas, el psicoanálisis, la existencia del alma, las mujeres hermosas...
Aquí el protagonista es Stanley Crawford (un preciso Colin Firth), un gran mago que hace sus trucos disfrazado de chino y con un nombre oriental, capaz de hacer desaparecer un elefante en escena o de transmutarse desde un sarcófago egipcio hasta un sillón a la vista del público. Recordemos que una de las grandes aficiones de Woody era la magia, de chico se pasaba horas encerrado en su cuarto practicando trucos de magia, y cuando tuvo oportunidad de lucirse junto a un amigo suyo en un concurso para la televisión, a los 12 años, para rellenar los baches se lucía como monologuista cómico. Aún en varias de sus películas aparece la magia: "Edipo reprimido" (1990), "Alice" (1991), "Sombras y Niebla" (1992) o "Scoop" (2006) por nombrar sólo algunas. Es de "Sombras y Niebla" la frase: "Toda la gente necesita de ilusiones para vivir", repetida acá.
Pero volvamos al argumento. Stanley es abordado por un amigo y colega suyo, Howard, quien le propone conocer a la brillante Sophie Baker (Emma Stone, deslumbrante) pero tramposa, para desenmascararla. Ella está oficiando de medium con unos amigos de él y está por casarse con el joven hijo de la viuda para vivir una vida de lujos. Stanley y Howard se trasladan hasta Francia a pasar unos días en la lujosa mansión del asunto y se ve sorprendido por la belleza de la joven (es cierto, Emma Stone, la nueva musa de Woody nunca estuvo más bella, y eso en parte gracias a la luz de Darius Kondhji, su fotógrafo de cabecera) y por la destreza para adivinar cosas de él o de quienes lo rodean. Pero Woody es un escéptico en cuanto a creer en las ciencias ocultas y pronto sospecha un engaño. No estamos ya en los días de la "Comedia Sexual de una Noche de Verano" en donde se dejaba guiar por los espíritus escondidos del bosque, en un franco homenaje a Shakespeare.
Poco a poco Sophie va enamorándose de Stanley, pero este es un hombre del pensamiento, puramente racional (esto se machaca en la película hasta la fatiga) y no debe dejarse engañar por esa timadora. El título hace referencia a la noche que pasaron guareciéndose de la lluvia en un viejo observatorio alumbrados sólo por la luz de la luna (es referencia también a su amado Glenn Miller y su "Serenata..."). Pero a medida que pasa el tiempo Stanley empieza a enamorarse de Sophie y a creer que existe un más allá, a volverse "tontamente enamorado" y a disfrutar de la vida. Algo extraordinario para un hombre cuyos placeres estuvieron siempre negados a partir de su absoluta racionalidad. Incluso cuando la amada tía Vanesa tiene un accidente que por poco le cuesta la vida, él se ve arrastrado a rezar, pero en el último momento se da cuenta de su error y de cómo estuvo bajo el influjo de Sophie todo el tiempo quien le ha cambiado la manera de pensar y descubre a la vez el engaño de ella: se ha confabulado con su amigo Howard para saber todos esos datos sobre él y sobre quienes le rodean.
Sophie se ve descubierta, pero acepta la proposición de casamiento que le hace el hijo de la dueña de casa, y allí va Stanley a proponerle casamiento él también confesándole su enamoramiento. Pero ella lo rechaza y él, dolido, retira la oferta. Pero como Woody está viejo nos regala un final feliz: en el último momento ella regresa aceptándolo y se besan enamorados. ¿Qué nos quiso decir esta vez Woody? Que es un absurdo creer en el Más Allá, pedirle cosas a Dios, rezar, creer en la fuerza de lo oculto, pero que el amor puede reivindicarlo todo. Nos hace acordar mucho al final de "Recuerdos. Polvo de Estrellas" (1980) en dónde Sandy Bates (el propio Woody) reconocía que viajábamos en el tren de los desahuciados, que todo iba a terminar en un basurero, pero que al fin de cuentas, la vida no es tan mala si en el viaje la acompañamos con un poco (o mucho) de amor.
La película se puede descargar de Torrent para quien quiera verla, viene con subtítulos en castellano y les aseguro que van a pasar 1h y 37 minutos de pleno placer. Ah, además está musicalizada por clásicos que van desde "La consagración de la Primavera" de Stravinsky, hasta la 9° Sinfonía de Beethoven, sumado jazz de los años 20 con música de Cole Porter, Rogers y Hamerstein y otros popes. Una banda de sonido como nos tiene acostumbrados Woody, impecable del principio al fin. Y con muy buenos paisajes de la región de Provenza en Francia. Mi recomendación.
Gracias nuevamente por leerme hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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