jueves, 5 de mayo de 2016

Mi crítica de "Taxi", de Jafar Panahí (Cine)

El caso de Jafar Panahi es un caso paradigmático dentro del Irán actual y del cine contemporáneo. Director iraní nacido en 1960 y autor de títulos tan emblemáticos para esa cinematografía tales como "El Espejo", "El Círculo" o "Fuera del Juego" fue acusado en el 2010 de violar las leyes sagradas del Islam en una de sus películas, y por lo tanto fue condenado a prisión domiciliaria por 6 años y a la prohibición de filmar una película por 20 años. Es totalmente injusto, lo sabemos, pero las tradiciones musulmanas son más fuertes que cualquier intento de expresión y de sentimiento libertario. Fue apoyado en un manifiesto por los más grandes directores del mundo, desde Ford Coppola, Scorsese, Spielberg o sus compatriotas Abbas Kiarostami o Moshed Makmalbaff, y por actores de la talla de Robert De Niro, Robert Redford, Pierre Richard o Isabelle Huppert. Nada de esto ha solucionado nada. Pero el talento, la sensibilidad, la astucia y la genialidad de Panahi lo llevaron a filmar en el 2014 con un teléfono celular una película denominada "Esto no es un film", en el interior de su departamento y en donde leía el guión y lo interpretaba, de una película que tenía pendiente por filmar (cosas que no tenía prohibidas hacer). La película fue un cachetazo contra el autoritarismo y un canto de libertad y arrasó con cuanto premio hubo en festivales internacionales.
Ahora presenta "Taxi", que se quedó con el Oso de Oro del Festival de Berlín, una película de casi 80 minutos filmada adentro de un taxi y sin salirse de él. ¿Es posible que una experiencia así no sólo no sea aburrida e intragable sino que además sea atractiva y entretenida? La respuesta es sí, y llamo poderosamente a todos los que puedan ver este film (la verdad es que no me acuerdo si se estrenó comercialmente en nuestro país) que lo miren porque es un canto a la imaginación y al talento. Jafar se pone la gorra de taxista y sale a manejar un taxi por las calles de Irán, aún sin conocer muchos destinos y se juega la vida cada vez que sale del taxi -por segundos- ya que de ser reconocido puede ser condenado a una reclusión mayor o hasta la pena de muerte. En un mundo tan tentado por la representación (hoy todo es "filmable", con las video cámaras, los teléfonos celulares o las cámaras de fotos) la tentación es grande. Y Panahi sucumbe a ella y coloca una cámara en su auto y se autofilma en diversas conversaciones con sus pasajeros. Y tenemos pasajeros de todas las calañas, empezando por ese que discute con una maestra por la pena de muerte. El hombre está a favor, aplicada a los que roban y la mujer se manifiesta en contra. Al final se declara él mismo como ladrón, pero a alta escala. Está el enano deforme que recorre la ciudad traficando películas que de otra manera no llegarían al público iraní, reconoce a Panahi y le recuerda cuando él le fue a pedir una película de Nigel Ceylan y "Medianoche en París", de Woody Allen y reconoce que de no haber sido por él, adiós Woody Allen (parece que está en la lista de directores prohibidos). Está la mujer que lleva a su marido moribundo por un choque en moto al hospital, y donde este pide que lo filmen para declarar su testamento, ya que de otra manera nada pasaría a manos de su esposa una vez muerto. Están las dos gordas ancianas de velo y túnica colorida que le piden un destino remoto, a llegar antes del mediodía porque deben echar el el agua de una fuente a dos peces, porque según la tradición, deben reemplazarlos por otros dos peces para seguir viviendo. Y está lo más sorprendente, su sobrina, una niña parlanchina de 6 años que le pide ayuda para filmar una película que les encargó su profesor de teatro. Y lee las consignas de lo que debe ser una película en Irán para ser "distribuible": entre ellas, respetar el velo, no mostrar contacto entre el hombre y la mujer, no usar "realismo sórdido", no utilizar nombres iraníes para los personajes y sí islámicos, no hablar de la realidad económica y social, si un individuo es bueno, no mostrarlo de corbata  ni sin barba... y otras bellezas. La niña no entiende por qué no se puede mostrar la realidad social si es lo que el mismo gobierno provoca. Lo que le explique su tío no alcanzará a ser entendido. Finalmente recogen a "la mujer de las flores", una activista por los derechos humanos que regala rosas a todos aquellos que se lo merecen, aquí la sobrina y el propio Jafar, "para toda la gente del cine, porque son ellos los que nos muestran el camino", y va en comisión a defender a una chica que está arrestada desde hace 108 días por haber ido a ver un partido de voley. La chica en cuestión está haciendo huelga de hambre, pero el gobierno trata de sobornarla para que esto no se sepa, poniéndole cámaras en su celda a ver si come, haciéndole firmar un papel por el que niega estar haciendo la huelga, etc. La mujer ayudó al mismo Jafar Panahi cuando él estuvo en la cárcel y dicta comentarios muy duros en contra del propio gobierno de Irán. La película termina con una patada en la muela para sus represores, les guste o no, y esto se conocerá en todo el mundo libre.
Por eso es que es de visión obligatoria esta maravilla de expresión: para saber en qué mundo vivimos y que hay más allá de nuestras fronteras. Como nunca, un 10 para ésta.
Y gracias por leerme hasta acá nuevamente.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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