viernes, 6 de mayo de 2016

Mis críticas a "Los Locos Addams" y "Vale Todo" (dos musicales) (Teatro)

Ah... el terror de la página en blanco... pero acá me enfrento... En las tres últimas semanas vi dos comedias musicales que confirman que el musical es un género que ya se ha instalado en la Argentina y con muy buenos resultados, a las pruebas me remito. Ví "Los locos Addams" y "Vale todo".
La primera tiene una puesta sobresaliente en el marco del teatro Opera, con unos decorados fastuosos y una gran dirección orquestal, con las actuaciones del Puma Goity (sí, para los que no lo saben fue un "Puma") y Julieta Díaz (otra de las que están en el panteón de mis novias eternas) y, la sorpresa de la noche: Laurita Esquivel, la ex "Patito feo". La historia es bastante simple, Merlina ha crecido y se enamora de un chico "normal" y decide presentarlo a sus padres junto con los padres de él y organizar una comida. Este es el disparador para una muy buena comedia, con excelentes gags y muy buenas actuaciones, desde ese Homero inefable de Goity hasta la abuela bizarra, el tío Lucas, enamorado de la luna o el Largo que se anima a cantar con muy buena voz de bajo (paradójicamente) y es en el fondo todo un tierno. La traducción de la obra corrió por parte de Pinti, y sorprende acá la falta de malas palabras con que nos tiene acostumbrados este monologuista cómico (se nota que está pensada para un público infantil, aunque es recomendable para todas las edades) y tiene muy buenos chistes adaptados a la Argentina ("como un argentino sin inflación", "como Boca sin su plantel", "...y Soldán se hizo para el peluquín"). El co autor de las letras es el gran Marshall Brickman, co autor de grandes éxitos de Woody Allen como guionistas ("El Dormilón", "Annie Hall", por la que además ganaran el Oscar como Mejor Guión Original en el 77, "Manhattan" y "Un misterioso asesinato en Manhattan"), así que ya tiene gloria de ser un muy buen escritor. La música no desentona pero no es de esas que se recuerdan después de salir de la función. La obra trata sobre la diferencia entre los "normales" y los "oscuros" y resalta las partes oscuras que hay en cada uno de nosotros. Que Goity es un gran actor nadie lo puede negar, pero además canta muy bien; Julieta, la verdadera cantante del grupo, no la encontré en un buen día, cantó correctamente pero no descolló, no supo estirar las partes del final de las canciones y se quedó bastante corta, se notaba que estaba resfriada o que estaba pasando por un mal día. Pero como dije antes, la sorpresa de la noche es la adolescente Laura Esquivel (actriz, cantante, bailarina y conductora, aquí, en Italia y en México, como figura en el programa de mano). Desde su personaje negro y oscuro, cuando canta, conmueve hasta las lágrimas con su voz cristalina, blanca y transparente, es un símil de aquel Emmet Ray que supo crear Sean Penn en "Dulce y melancólico", la película de Woody (sí, vuelvo a Woody, qué le voy a hacer) de 1999, un tipo que era despreciable, egoísta, mitómano, cleptómano, proxeneta, arrogante y todos los defectos que se le pueden achacar, pero que cuando tomaba la guitarra entre sus manos se convertía en un ser humano vulnerable, dulce y melancólico, el "segundo mejor guitarrista de jazz del mundo después de Django Reinhardt". Las funciones de esta obra siguen hasta el 17 de este mes y recomiendo verla porque es un gran refresco musico-cómico en la gran cartelera porteña.
Y ahora voy a hablar de la que ví el sábado pasado. "Vale todo" del gran Cole Porter. Acá sí la música es pegadiza y protaginista suprema, con un nivel muy amplio de los cantantes-bailarines-acróbatas-actores-humoristas que se despliegan en escena. El elenco está compuesto por Enrique Pinti, Florencia Peña y Diego Ramos, peor también aparecen en papeles importantes Josefina Scaglione (una gran cantante, que viene de hacer dos años del protagónico de "Amor sin barreras" en Broadway) injustamente relegada a un segundo plano, y además una cuasi desconocida en nuestro país, a pesar de que "es nuestra"; Sofía Pachano (como la atorranta amiga del gángster que hace Pinti, con gran manejo del cuerpo y de la voz y gran despliegue acrobático en su coreografía) y la gran Noralíh Gago (conocida por su personaje de Concha del Río, gran comediante y con gran variedad de matices en su voz y en sus expresiones y sin miedo al ridículo) y ese gran comediante y cantante que es Roberto Catarineu. Pero no sólo la música del viejo jazz (nunca tan actual) es maravillosa, todo brilla, desde la escenografía de un trasatlántico, hasta los vestidos vaporosos de las mujeres y los smockings de los hombres (el vestuario nos hace soñar con un tiempo perdido en que la vestimenta ocupaba un gran papel en los sueños de hombres y mujeres y es un premio ver a tan bellas féminas luciendo esos trajes hoy en día). Pinti es el gángster Moonface disfrazado de cura para no ser reconocido y desliza sus pequeños monólogos y parrafadas plagados de puteadas como es sello distintivo de su lenguaje, y es un gran capo cómico (toda la comicidad de la obra recae sobre él) que sabe cantar, moverse y pisar un escenario, pero lo verdaderamente sorprendente es nuestra amiga ("K") Florencia Peña. Hay que reconocer que ha nacido para la comedia musical, sabe cantar, bailar (es increíble los números de tap que se manda), tampoco teme al ridículo y su depsliegue por el escenario es como el de un huracán, en el papel de Reno Sweeney, otra mafiosa, atorranta con ganas de casarse, que regentea un cabaret. Acá está perfecta, tan distinta del papel que había asumido en "Un dios salvaje" de Yasmina Reza, en donde su performance (a mi gusto) desentonaba con el aire que sus compañeros le habían dado a la obra. Diego Ramos, como siempre es elegante, pintón, sabe cantar y actuar y también luce sobre el escenario. La trama también es simple, es una comedia de enredos tan de moda en el cine de los años 50 (recordemos las películas de Katherine Hepburn y Spencer Tracey o Cary Grant, o Doris Day, Bing Crosby, Bob Hope o tantísimos actores más que hicieron de aquella época el cine dorado de Hollywood), en la que se demuestra que "vale todo", acá los populares y reconocidos son los gángsters, los mafiosos o prostitutas por el sólo hecho de ser conocidos, y "prestigiar" el barco que los acoge. "Lo mismo un burro que un gran profesor" había sintetizado nuestro Discépolo. Es una comedia feliz, que derrocha entusiasmo, simpatía, gracia, buen gusto, fineza y delicadeza en la puesta y que se disfruta del principio al fin. Gran paso de Alejandro Tantanian que pasó casi del off Corrientes (si no me equivoco es el creador de ese espacio teatral que es "Timbre 4") a la gran producción.
Una vez más un triunfo de nuestra comedia musical en donde ya tenemos un buen nombre de intérpretes que descuellan.
¡¡¡Uy, otra vez me extendí muchoo y me excedí en el espacio!!! Sepan disculpar, es mi amor por los musicales lo que me impulsa. ¡¡¡Tan distintos de esa "Casi Normales" que era un bajón y nos hacía salir del teatro a todos llorando...!!! (esto lo digo con ironía, gran obra que supimos disfrutar y que afortunadamente se repone el año que viene)
Chau, gracias por leerme.

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