jueves, 5 de mayo de 2016

Mi crítica de "Shrek, el Musical" (Teatro)

Ayer sábado (con este frío, vea madame) me fui al Maipo a ver la cuantiosa producción de "Shrek, el musical" (según quienes comparan, "igualito a Broadway"), producido por The Stage Company, una productora nacional que se encarga de poner en escena grandes obras y de calidad internacional. El autor de libreto y de las letras de las canciones es David Lindsay-Abaire y la música original de Jeanine Tesori. La dirección corre a cuenta  de Carla Calabrese y se lucen en sus papeles Pablo Sultani (Shrek), Melania Lenoir (Princesa Fiona), Talo Silveyra (Burro) y Roberto Peloni (Lord Farquaad); la orquesta está dirigida por el siempre eficaz Gaby Goldman.
Todos los días hay fiesta en el Maipo. Sí, porque "Shrek, el musical" es un gran happening, los chicos aplauden y ríen, los padres también, la orquesta explota y sobre el escenario todo el mundo canta y se divierte. Pero el mensaje de "Shrek" es que debemos aceptar y amar al diferente, al "freak", porque en definitiva, todos somos un poco "freaks" (fenómenos). Para ahondar más en el tema recomiendo la excelente película de Tod Browning, de 1932 titulada justamente "Freaks", es extraordinaria y revulsiva a la vez... Pero volvamos al monstruito verde. La historia ya es conocida por todos (¿quién no vio "Shrek" en dibujos computarizados?) pero la resumimos igual. Todos los personajes de los cuentos infantiles son desalojados de Duloc, el pueblo del que será rey Lord Faquaad cuando se case con una princesa. Entonces los perosnajes cuenteros (o cuentistas) le piden ayuda a Shrek (ese monstruo verde, gordo y bueno), que vive en el pantano a donde son desalojados para que enfrente al maligno y puedan volver a habitar su pueblo. Shrek (que vive solo y no tiene amigos, como buen ogro) emprende pronto la marcha y se le suma el "Burro" quien será su más leal compañero. Al llegar a Duloc se encuentra con un enano ridículo de patitas cortas, que no es otro que Faquaad, y este le pide que si quiere lo que necesita se lo cambia por el favor de que rescate a la princesa Fiona de un castillo cuidado por un dragón. Y allí va Shrek. La princesa vive encerrada en el castillo desde los 7 años y enseguida la rescata (pero la dragona se enamora de Burro). En el viaje de vuelta a Duloc se dan cuenta Shrek y la princesa que no son tan distintos y que se necesitan el uno al otro. Se sienten enamorados. Pero el ogro interpreta mal una conversación y supone que la Princesa nunca lo querrá y cumple con entregarla a Faquaad. Vuelto al pantano, el burro le cuenta toda la verdad y Shrek corre al castillo para interrumpir la boda. Se besan y viven felices por siempre jamás. Hasta acá la anécdota.
Pero todo está salpicado de música y canciones, que, debo decir la verdad a mí no me gustaron mucho ya que son casi todas en tiempo de rock. Y yo no tengo nada contra el rock, más bien todo lo contrario... tengo todo en contra del rock. Por ser una música estridente, alienante, dónde casi no hay melodía, bueno, en realidad a mí no me llega el rock,, si hay tantos fanáticos algo bueno tendrá. Es por eso que me gustó tanto el número de tap con música de jazz entre Fiona y el Flautista y las ratas. Hay chistes poro doquier, lo más dedicados al público infantil, con sus códigos y sus reglas (confieso que nunca entenderé de qué se ríen los chicos), con mucho guiño a elaboraciones porteñas como el "ponele" o "cualquieraaaaa", muy de moda entre los chicos. Es particularmente graciosa la escena donde Shrek y Fiona hacen competencia de pedos y eructos (sí, son personajes políticamente incorrectos) demostrando que son tal para cual y que pueden ser igual de ordinarios. Pero hay una vuelta de tuerca con eso de la aceptación de la monstruosidad: Fiona también se convierte en una "ogra" por las noches por culpa de un hechizo y no quiere que Shrek la vea así. Pero cuando el enano despreciable de Faquaad la ve, tampoco quiere saber nada, aunque Shrek se siente en su salsa. Hasta acá todo bien, aceptemos al diferente. El hechizo se romperá después del primer beso de amor. Pero no se rompe, y Fiona queda en ogra, así que no le quedaba otra que amar y ser amada por el ogro. No es tan inocente eso de que el amor hace ver lindo al más feo... son los dos feos y se complementan. Así que eso de la aceptación...
Finalmente los personajes de los cuentos se unen y presentan lucha contra Faquaad y lo vencen y logran volver a la "Tierra Prometida" y el maldito es aniquilado por la novia dragona de Burro. Hay guiños cómplices a otros musicales como "Casi Normales" y "Los Miserables" y como dije antes la adaptación es muy argentinizada.
Las actuaciones son excelentes todas, desde Shrek que se impone por su presencia, su panza y su vozarrón, Melania Lenoir que luce muy bella y con una voz exquisita y el burro todo simpatía y melosidad (no llega a alcanzar al de la trilogía de las películas). Pero el honor es para Roberto Peloni en su Faquaad ya que al tratarse de un ser contrahecho tiene unas piernitas muy cortitas (pegadas sobre sus muslos) y él debe desplazarse de rodillas durante toda la obra. Merecido Hugo de Oro a Peloni. (Ya había hecho otro papel memorable en el perfecto travesti de "El Cabaret de los Hombres Perdidos" y ya lo había visto en "Sweeney Todd", "La Bella y la Bestia", "El Fantasma de la Ópera", "¨Pingo argentino" y "Los Productores"). También cabe mencionar a las niñas Martina Haissiner y Victoria Montechiari que cumplen el rol de Fiona niña. En resumen, todo el elenco está muy bien y acompañan con gracia y desparpajo a los protagonistas. Igualito que en Broadway, vea.
El final es todo brillo y color, con todos los personajes cantando y bailando (rock) en escena y con miles de papelitos y serpentinas cayendo sobre ellos (Shrek y Fiona cantando en una tarima preparada para tal asunto). El musical volvió a brillar en Buenos Aires en este año en el que hubo tan pocos musicales. Lástima que se tratara de un espectáculo "para chicos", en donde hay que aguantar los llantos, las risas a destiempo, las corridas por el teatro y otras cuestiones. Pero debo reconocer de que los chicos son el público más agradecido que hay. Si les gusta lo que están viendo ríen a carcajada limpia, hacen palmas y aplauden cada ocurrencia de los personajes estrepitosamente. Y ni que hablar del saludo final.
Bueno, quien quiera encontrarse con un espectáculo digno para chicos y grandes, recomiendo "Shrek, el musical". Síganme no los voy a defraudar...
Y gracias por leerme hasta acá nuevamente.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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