jueves, 5 de mayo de 2016

Mi crítica de "Juan Pablo Geretto es su Maestra Normal" (Teatro)

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Ahora que ya bajó de cartel en el Paseo La Plaza pude apreciarla gracias a las virtudes (y desvirtudes) de Teatrix, que ya la tiene a disposición del público. Debo repetir lo que dije en mi crítica de "Como quien oye llover", Geretto es un genio, no sólo por la capacidad de tener dos unipersonales rodando al mismo tiempo (habemos pocos que nos atrevemos a eso -recuerdo también al genial y trágicamente desaparecido José María Vilches, que en el momento de su muerte hacía tres unipersonales simultáneos-), sino porque compone con total eficacia un personaje tan nuestro, tan reconocible y querible como es la maestra de grado. Geretto aparece vestido como esa maestra "normal", a la que no agrega ni exagera nada, la compone como a una mujer "normal" dedicada al sacrosanto ejercicio de la enseñanza docente. Es muy recomendable para todas mis amigas y compañeras docentes, que pueden tal vez verse reflejadas o sino ellas, a mucha gente que conocen. La maestra no tiene nombre, es simultánea y universal, pero sí hay muchos nombres en juego como los que pueden rodearla, hay una Beba, una María Esther, un profesor de música Enrique "Quique" Igripino, etc. Geretto rompe el recurso de la "cuarta pared" al instalarse de frente al público, en un acto escolar en el cual se dirige a "su" público. Todo el monólogo es genialmente cómico, lleno de pequeños gags, bajadas de línea y guiños a todo espectador que se haya formado en la escuela pública.
La maestra que compone es una resentida, falsa, hipócrita laburadora de la enseñanza, que pasa del amor al odio por sus educandos y compañeros en fracción de segundos y puede interrumpir un "solemne homenaje" para maldecir porque se ensució la pollera. Como así hablar alabanzas del "profe" de música "Quique" y descerrajarle un furioso "comunista, que te creés que con tu guitarrita y los cassettes de Serrat y tu pelo desprolijo y tu barbita a lo Che Guevara vas a cambiar el mundo". Puede a la vez verse sorprendida por la aparición de una vieja colega, Dorita, muy prestigiosa y alabada "es doble la emoción Dorita, por verte acá y porque pensé que ya..." y gritarle furibunda minutos después que ya la tiene podrida.
El discurso que emplea es el florido verbalmente al que nos tienen acostumbrados las maestras "viejas", todo para la inauguración del patio techado del colegio, del que quiere que se anote en el calendario estudiantil como "Día del Patio Techado" ("¿qué, Beba, un nombre de prócer? ¡Pero qué bajo volás Beba! Hay millones de cosas con nombres de próceres... bueno con que nos den el fin de semana largo yo me conformo!!!"). "Así como el comedor escolar, porque un chico mal alimentado no está en condiciones de aprender", repite como loro algo que leyó, "les damos polenta todos los días a estos chicos... sí, dije polenta, ¿por qué me miran como si fuera una mala palabra? Les das carne y después salís y te roban la cartera..." Es la típica Maestra Siruela (sí, se escribe así, con s, porque la palabra proviene de un maestro de la localidad española de Siruela que era tan malo que les hacía corregir las pruebas a sus alumnos), la que se cree dueña del saber y de la escuela, de la vida de los chicos y la de los padres y los demás profesores.
Es ese personaje que tiene que hacer obligada un curso de capacitación para que no la tomen por discapacitada pero que no puede anotarse porque hay que hacerlo por mail y ella no sabe escribir la arroba (¡¡¡¿por qué no inventaron un sólo botón para la arroba, que no sé cuáles hay que apretar...?!!!). Y que en un acto de recuerdo toma como fascistas los ejemplos de sus maestros de antaño ("llevarán el pelo corto, parados en una baldosa tomando distancia con el compañero de adelante, no se sentarán hasta que no lo hagan las mujeres, y para levantarse pedirán permiso, me tratarán de usted como yo los trataré a ustedes, no quiero jeans ni cadenitas de oro, la corbata bien anudada y hasta el último botón de la camisa prendido...") (Hago una acotación personal, yo me eduqué así con mi maestro de 7° grado y tengo los mejores recuerdos de esa educación, que me sirvió para toda mi vida), única oportunidad en que la maestra habla con la voz de hombre de Geretto.
Hay un momento en que baja a la platea y saluda a la "Comisión de madres" y a las "Chicas de la Cooperadora" e interroga a un joven que ya ha pasado la edad del secundario sobre quién fue el autor de la letra del Himno Nacional. "Blas Parera", contesta muy suelto de cuerpo el chico. Se lo pregunta al de al lado y obtiene la misma respuesta. "¿No le dije a tu compañero que no, por qué te voy a decir a vos que sí?" Hasta que otro muchacho dice: "Vicente López" "¿Y los Planes?", contesta la maestra, "esa es la diferencia entre haber estudiado y tener suerte..." Y termina su acto cantando de manera muy sui generis el Himno Nacional, con contorsiones, saltos y prrrrrrrrrrraparapapá, e invita a todo el público asistente a cantar el "O juremos con gloria morir" o sacarse ya mismo el pasaje para España, con más esperanza que convencimiento.
En definitiva un espectáculo que sólo el ingenio de Geretto puede idear y que no tiene nada que envidiarle a "Como quien oye llover", los únicos dos que ví de él. La actuación, como siempre es magnífica y es una verdadera mujer en escena, que sólo se saca la peluca para el saludo final.
Si pueden verla por Teatrix háganlo o si se repone el año que viene no se la pierdan porque se van a divertir muchísimo y reflexionar otro tanto. Y gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

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