miércoles, 4 de mayo de 2016

Mi crítica de "Jugadores" (Teatro)

Recién llego del teatro de ver esta fabulosa obra, acompañado por tres amigas, quienes me hicieron pasar una velada excelente, hablando de teatro, cine y literatura. "Jugadores" es una obra de Pau Miró y dirigida por Nelson Valente, el mismo de "El loco y la camisa". Debo reconocer que en esta puesta el talento le jugó una buena pasada más que en la otra, y sostenido por un grupo de intérpretes que levantan la obra a una altura considerable. Ellos son: Roberto Carnaghi (el Barbero), Daniel Fanego (el Profesor), Luis Machín (el Sepulturero) y Osmar Núñez (el Actor). Si bien las actuaciones son brillantes son Fanego y Machín los que se comen la obra (algo a lo que no nos tienen acostumbrados). La obra trata sobre las adicciones pero también es un canto a la amistad de estos cuatro seres desplazados del mapa que parecen estar en una "laguna", como esas que le suceden al Actor en escena cada vez más frecuentemente y que según él, lo excitan. Si bien un tapete verde preside la mesa de juego, y aunque sepamos que se reúnen frecuentemente para jugar a las cartas o ir al casino, nunca los vemos jugar en escena.
"La vida es como esa carta que te decide la suerte" dice en un momento el profesor, y esto me hace acordar mucho a "Match Point", la película de Woody Allen (2005) donde la caída de una pelota de tenis de un lado u otro de la red pueden significar el triunfo o la derrota. Son jugadores compulsivos, pero también tienen otras adicciones, al sexo (el Sepulturero vive enamorado de una prostituta ucraniana de nombre Irina que después de acabar le cuenta una historia, casi siempre de muerte, como a todos sus otros clientes; el Actor que recuerda sus primeros actos de onanismo con la foto de Dean Martin y que todo lo "excita"; el barbero, cuya mujer lo engaña abiertamente), al cigarrillo, al alcohol (todos bajan las botellas de grapa que hay ahí), a una relación enfermiza con el recuerdo del padre (el Profesor, que amanece todas las mañanas acostado en la cama de su padre fallecido y de quien guarda sus cenizas), a la cleptomanía (el Actor es hábil robando en los supermercados, hasta que lo descubren),etc.
La acción transcurre en la casa del profesor, en donde se encuentran estos jugadores empedernidos, ahora por una noble causa, se deben presentar ante un juez para declarar en favor del Profesor, quien en un arranque de furia por no poder resolver una ecuación sencilla delante de su alumnado le rompe la cabeza con una silla a un discípulo que se burló de él. Allí van los otros tres al juzgado y la resolución es que el Profesor debe pagar una suma exorbitante de dinero a su abogada. Primero hace vender la urna de oro en donde descansan las cenizas de su padre, más tarde idearán un robo a un banco...
Daniel Fanego se carga sobre los hombros la difícil tarea de encarnar a ese Profesor, vestido con ropa de su padre, unos pantalones de tiro largo, un chaleco y moño y un saco son la risible vestimenta. Además debe lidiar con sus propias voces interiores que le hacen contestar cuando nadie le pregunta nada o agregar cosas de más. El Barbero ha vendido su mitad de peluquería y después de trabajar como empleado de su nuevo dueño es despedido de allí y él teme perder a su esposa cuando se dé cuenta del fraude en el que está metido. Luis Machín está realmente desaforado en ese sepulturero que habla todo el tiempo de la muerte y de su relación con Irina, con quien quiere viajar a Ucrania. Padece muchos tics nerviosos y se lo ve constantemente fuera de sí, provocando tal vez las situaciones más graciosas. Osmar Núñez, finalmente compone a ese actor que a pesar de ser reconocido sigue haciendo castings y entrevistas, de los que sale casi siempre rechazado y no duda en robar en supermercados para traer los víveres que al Profesor le faltan.
Los diálogos son ingeniosos y veloces, provocando carcajadas a cada minuto y los exabruptos en que caen una y otra vez este cuarteto de amigos son muy singulares. Los personajes están bien trabajados, cada uno de ellos ofrece oscuridades y dobleces que le dan el rango de convertirse en personajes tridimensionales, con vida propia que parece seguir después de cada función. Los actores se mimetizan con sus papeles logrando un cuarteto insuperable en ingenio y humor. Después del robo al banco, cuando por fin se han reunido con todo el dinero queda la gran duda, ¿pagará el Profesor a su abogada o se irán al casino a jugárselo todo? ¿Cerrarán la puerta de calle para jugárselo entre ellos en una lucha despiadada y sin cuartel? Son las incógnitas que deja una pieza muy inteligente que habla con lenguaje porteño, bien accesible para todos y con no pocos insultos y que carga con una obra densa (aunque vertiginosa) muy bien transitada por actores y director. Se nota que los muchachos la pasan bomba sobre el escenario, y lo transmiten, con su alta energía, su alegría o sus pesares. No conviene revelar nada más sobre la obra ya que cada línea de diálogo, cada acción o cada pequeño gesto cuenta una historia nueva dentro de ese micromundo de seres desplazados de un mundo que no entienden y que les va quedando grande (como la ropa del Profesor). Auguro una larga temporada para estos Jugadores que trabajan a sala llena y que con sus ocurrencias de amistad hacen un poco más soportable el mundo que nos toca vivir.
Gracias por leerme nuevamente hasta acá.
El Conde de Teberito (un crítico independiente).

No hay comentarios:

Publicar un comentario